lunes, 23 de diciembre de 2019

engaño


Alguien compró este libro en junio de 2010, firmado en O Porriño. Luego lo compro yo y lo leo. Y me parece interesante. Diálogo entre dos adultos que tienen una relación a espaldas de sus respectivas parejas. Sigo avanzando en la bibliografía de Roth.

Engaño. Philip Roth. 1990

alejandro


Alejandro a punto de conquistar una parte del mundo. Sus primeros años novelados, hasta la muerte de su padre Filipo, donde toma el poder y se prepara para mirar hacia el este e iniciar la expansión de su imperio. Se deja leer.

Alexandros. El hijo del sueño. Valerio Massimo Manfredi. 1998

sábado, 23 de noviembre de 2019

garzón


Juez famoso. Controvertido. Querido y sobre todo odiado. Libro antiguo. A veces es bueno leer tras el paso del tiempo. Que mal parado queda González y tantos otros políticos que parecen dioses del olimpo. Mundo político de intrigas, de presiones, de circos, de soledades, de salir del paso, de formas sin fondo. Mundo judicial de envidias, rencores, más presiones, de supuesta independencia poco evidente. El mundo del poder, de la corrupción, del GAL, retrato de toda una época. Juez incómodo para el poder y para los terroristas, y los narcos. Alguien debería explicar que la incomodidad salpique a “buenos” y malos. Qué triste que todo sea tan complicado.

Garzón. El hombre que veía amanecer. Pilar Urbano. 2000

auster


Primer libro de Auster escrito con otro apellido. Detective que es llamado. La investigación se complica, se enreda. Hay desenlace inesperado, mafias, polis, malos. Clásicos del género en un libro entretenido.

Jugada de presión. Paul Benjamin. 1984

germs


Un libro de infancia, de un niño británico en el periodo de entreguerras. Filósofo en su vida adulta, niño que apura los detalles de la vida que vivió cuando la inocencia se debatía entre quedarse o irse.

Germs. A memory of childhood. Richard Wollheim. 2004

lunes, 11 de noviembre de 2019

más brighton-2


Nubes que vienen del sur y que quieren tapar el sol. ¿Oíste las gaviotas que madrugan? Humos de chimenea y grúas que ya estaban. Hay dos colores cerca del mar, el cian y el blanco. El primero quiere imitar a los infinitos tonos marinos y el segundo reluce al sol. Brighton por la mañana es paz y aguas suspendidas, corredores, runners, bañistas intrépidos o insensatos, y evocación de tiempos pretéritos. El sol que quiere, él que puede. Y sentados de otra forma encima de la Madeira Terrace parece que todo se puede.
Viajando a Saltdean ya sé por qué el mar es cian. Y hay verde y agua y nubes que vienen y descargan sin piedad. Con viento que rompe paraguas, con pub patriótico en Rottingdean. Y ciegos, desde el bus no se ve dónde estamos, llenos de gotas y vahos. El mundo se derrama y es de noche y es temprano, será día allá lejos. Luego guitarra y más. Son casas blancas. No sé si se oye todo más allá de las ventanas. Sí se oyen acordes y hasta se escuchan silencios y se grita gol sin fútbol.
Al borde del mar las casas se dan la vuelta y las olas luchan por alcanzarnos.

Será en la mañana siguiente cuando después de desayunar andamos para alcanzar pueblos que comparten la orilla del mismo mar. El que hace unas fechas movió piedras que ahora llenan el paseo, creando escenarios nuevos y alcanzando objetivos no imaginados. No subestimar la fuerza de las olas que hoy parecen inocentes. Bicis, patines, corredores y paseantes. Domingo al sol. Buscamos comida, no encontramos el asado de domingo y acabamos con especies indias que despejan la mente. Subir la cuesta de nuevo, decir adiós a la casita blanca, verles en la ventana, esquivar la lágrima. Todo antes de tomar un tren que nos devuelve a la noche del domingo. Todos vuelven, atestado, unos cansados, otros satisfechos, habrá de todo, compartiendo la luna, más redonda, más blanca, más luna.
Volviendo sin ver lo que sucede ahí afuera. Respirar a pleno pulmón, la suave brisa. ¿Viento de cola? Es una sensación. Acabando a Auster llegamos a Madrid.

más brighton-1


Hay caras que nunca he visto. Es el Aeropuerto. Y caras que no volveré a ver más. Oscuras, claras, de pelo recogido o tapado. Familias enteras que se mueven, jóvenes, mayores, vidas únicas. Afuera se agitan las banderas por el viento. Y se mueven las hojas, y se proyectan sombras sobre el suelo. Hay señora con dos perros que vuela a Los Ángeles. Algo me he perdido. O quizás sea yo el que lo está. Niño que llora, anciano con bastón, espacio cada vez más reducido. Y volar, y subir, con movimientos, cada uno hace lo que puede.
Alguien come magdalenas. Arriba no hace viento, por encima de nubes, borrascas y vendavales. Qué alivio. Y siempre hace sol, siempre que es de día. Y siempre nos quieren vender algo y yo nunca acepto. No quiero beber, pagar, comer. Quiero escuchar, quiero llegar aunque acabemos de salir.
Todo en colores, escribo sobre el 10 de enero de 2005, y sobre el 11, y hasta sobre el 12. Como le gustan las magdalenas a la gente, a mí también pero no puedo. Cada vez más mi letra se parece a la de mi padre, decidida, temblorosa a veces.
Se pintó las cejas, seguro, ella. Como los labios, vistos de cerca, ampliados, tienen surcos, ramblas, líneas horizontales y perpendiculares, todo por un beso.
Colecta para recaudar fondos para luchar contra el cáncer. En un avión, en un pasillo, como en misa, quizás se rece más aquí que delante del altar.
Y como si Dios hubiera tocado el interruptor de repente se fue la luz, noche y oscuridad al este y el sol que se aleja por el oeste. Se me hace largo aunque el primer libro de Auster enganche.
Ahora en tren, amapolas en la solapa. Gente y gente. Llevas una tarta, pregunta alguien. En perfecto castellano.
Y ahí están ellos, esperándonos. Y feria y juegos, y fuegos, atracciones de verano en el casi invierno. Y vemos casa nueva y cenamos en griego. Y hace frío y no vemos el mar, todavía.

sábado, 2 de noviembre de 2019

lerma y otras cosas


Después de un viaje pausado por la Castilla encapotada y gris nos recibe Lerma con viento y hojas amarillas que forman dibujos. El otoño pintó colores a pesar de que la tierra parece sedienta. Exposición dedicada a los ángeles. Los hay de muy variadas formas. Me gusta el conjunto que forman uno de ellos y el Cristo muerto. También el juego de figuras compungidas que ya vimos en su día, en Nava del Rey, y que la memoria escondió. Se suceden las esculturas y los cuadros. Más de lo primero. Obras gigantes casi, ambiciosas, como los ángeles de Gregorio Fernández. Él, que nunca pudo fotografiar aquello que creaba con sus manos, qué pensaría de este nuestro mundo. Y sorprende el San Miguel de Carmona que parece volar mientras apresa al demonio. Y dulce y precioso el que esculpió Diego de Siloé hace siglos.

Afuera llovió mientras. Y Zorrilla, impertérrito y sentado eternamente escribe, quizás a Catalina, o de ella, y la casa donde vivió se vende. Y ya en la otra sede veo rostros que me dicen algo y mucho, esta vez lienzos, como el del alado que guía a San Mateo, que no parece cruzar su mirada con el evangelista, que va más allá, o como los ojos del ángel que pintó Rizi, acompañando a San Francisco o como las femeninas caras que aran mientras San Isidro ora. Por lo demás hay mujeres en el trascoro, ánimas y bellas representaciones que siguen asombrando a las nuevas generaciones. No se puede acabar mejor que viendo el Yacente de Gregorio Fernández, tras la reja, de su primera época.

Todo antes de volver a la luz del exterior, que nos lleva al mercado y al parador donde todos parecen buscar calor. También a un río, de poca agua, y a un bar donde solíamos tomar algo, quizás coca-cola. Un recuerdo tras otro de un pueblo que se cruzó mil veces, que hoy se ve a lo lejos. Que la llovizna y las nubes se vienen, que las piedras resbalaron entonces y ahora, que la comida de puchero no estuvo mal.

No sé si es la España vaciada o la que se cae la que vemos cuando nos internamos buscando otras cosas. Paredes de casas que perdieron el teléfono, compradores que nunca llegaron y vendedores que se fueron. Bares que congregan a los pocos o a los muchos que no quieren todavía comer. Y mirador donde una mano sostiene una llave. Con vistas de aquella manera en banco de ancianos. Las puertas de los cementerios abiertas para que no salga nadie y entren todos. Ella se duerme, al calor de la música y del sol, y hasta despierta puede hacerlo, y hasta dando pasos.

Se me olvidó decir que las carreteras son estrechas, que los campos tienen colores y que los girasoles sí, se marchitaron. Y que hay un viento que hace, que provoca ruidos.
De Santa María del Campo me quedo con la torre de la Iglesia, dicen algunos que es la más bonita de Castilla. Y nos libramos del aguacero para dar paso al sol tímido en Mahamud, que nombre tan bonito, donde los coches se comen la plaza y las vistas. Y será en este pueblo o en otro, que no lo recuerdo, donde suena el corro de las patatas y hay niños que no juegan con móviles, porque tienen las manos ocupadas asiendo otras. También andan en bici o hablan antes de que anochezca o antes de que se los lleve el aire que sopla en el callejón que se bautizó propiamente. Entre medias suena Quique González, nuevo disco, con poesía que sale de su voz. Y en los soportales se oyen pisadas, arriba vive alguien.

Viven 27 hermanas en el Monasterio Cisterciense de Villamayor de los Montes. Y una de ellas, bajita y traviesa, lleva 57 años de su vida aquí, y lo mejor es que parece feliz. Nos enseña, nos cuenta, pero sobre todo sonríe mientras atravesamos el temido pavés, sin bicis, esta vez paseando, repleto de formas y dibujos que alguien pensó hace tantos siglos que se me olvidó contar. Y las estampas, todas, que a la vista de toda la congregación ocupan un lugar central en el coro, parecen valer menos que la vida que desprende la monja a la que no pregunté su nombre. 
Y así nos vamos, con dos ciervos que nos miran y que nunca sabremos lo que piensan de las luces que les mostramos, intentando pasar debajo del arco iris que nunca cruzaremos para alcanzar la negra noche y lo más importante, nuestra casa.

Parte de sueño o realidad, acabo dando vueltas en un camposanto buscando a mi padre. Creo que no lo voy a encontrar. Y ya se está haciendo de día. Es dos de Noviembre.

sábado, 26 de octubre de 2019

puntos


Me gustan los puntos suspensivos, para hablar o para escribir. Espera que sigo diciendo, o no lo digo, se sobreentiende. Dime tú como crees que seguiría esta historia, dime tú que es lo que pintarías a continuación, como encadenarías frases, como reaccionarias para seguir contando, porque de eso se trata, de hablar en todas sus formas, de danzar con el pensamiento, de tomar papel y lápiz, o de verbalizar de otra forma. Dímelo todo que yo te escucho; lo diré, tan infinito, que nadie me entenderá. Que todos se cansarán, que algunos se dormirán, que otros se levantarán, alguno incluso increpará a los cielos, si no a mí, que qué me he creído, que se cansó, que se largó, que le veo ya a lo lejos, que se encuentra con alguien, que vuelven ambos la cabeza hacia mí, que no puedo escuchar lo que dicen, ni leer sus labios, ni ver si sus ojos se cerraron, hastiados de tanta palabra.

Y mirando a mi alrededor, sigo dejando puntos, separados, suspendidos, que son casi intermedio, descanso, que ya vuelvo, que es hora de empezar con minúscula, que vamos in crescendo, que vamos subiendo, que vamos planos, que no hay nada como parar, y rumiar el pensamiento, y luego abrazarse, y luego dormir.

más merindades


Fotografío inmensidad de cosas. Desde la salida de una cueva, verde y húmeda, repleta de formas que la anárquica naturaleza produce hasta la interminable luz que golpea el románico de la peña. Contrastes donde hay mano de hombre y no. Y si la hay es que se inspiró en las formas que ésta produjo. Tan arriba como para llegar a Dios o tan protegidas como para querer acercarse al centro de la tierra. Son ermitas, lugares de oración, desde donde tocar el firmamento o donde recluirse, y esperar que no moleste el mundanal ruido, que de techo ya me basta la pared, la roca, la que pulió el pasar de los siglos que llevaron agua.

Fotografío vida en lo alto de peñascos, lo que hace una semilla voladora. Y pequeñas muestras de lo que el hombre hizo mientras oraba. Imágenes inspiradoras, quizás dieran miedo entonces. La evocación de aquello como enseñanza. Lo que pasaron los mártires cristianos. Lo que sufrirían los primeros que vieron la obra del artista, la que hablaba de milagros que a algunos nunca alcanzaban. Tú reza que las nubes se abrirán. Sigo sin ver nada, señor.

Fotografío un púlpito que parece sacado de su lugar. O es que se aprovechaba el espacio para que los romeros escuchasen, todos juntos, mientras veían al sol o a la sombra moverse, mientras calculaban el trabajo restante o mientras deseaban que la noche llegara para dormir.

Fotografío ruedas que alguien pinto y aparcó, fuera de un carro que tiraba con todo. Que nos llevaba a las fiestas donde otros bailaban, donde todos bebían, donde al alba algunos nos recogíamos sobre esa misma rueda, para volver, menos mal que los animales se saben el camino. Soñando las piernas de ella. Que bien danzaban aquellas.

Y fotografío, y acabo, un solo color que a la luz se convierte en más. Se me olvidó la lección de la clorofila, debe de ser esa la que hace todo esto, pintar la estructura nervada de una hoja que no sé en qué punto de su vida está, si es que también tienen inicio, nudo y desenlace.

alemania en dos líneas


Es un dato, innegable para mí. Hemos recorrido casi 1600 kilómetros por carreteras alemanas y en ciento cuarenta de ellos hemos adelantado 168 camiones. Se puede pensar en mi locura o en mi gusto por las cifras. Es real, es consecuencia de la cantidad ingente de camiones que vienen y van, que atraviesan regiones, de un lado a otro, buscando puntos cardinales. Unos andan, otros descansan, en áreas de servicio completas o en simples zonas de descanso. El primer carril es suyo, los otros dos son para nosotros. Eso, un dato de un país donde los coches no son pequeños, y donde a veces se corre tanto que no los ves pasar. Donde las obras parecen ser consecuencia en este momento de la historia de un incremento del gasto público. Autopistas, carreteras, puentes que exhiben grandes señalizaciones, enormes. Como los bosques que no acaban y que parecen impenetrables.


Donde están los policías, nos preguntamos. Ya llegarán. No como los turistas, que siempre están. Como las iglesias reconstruidas, como las ciudades que parecen antiguas sin serlo. Queda el suelo de antaño, de donde se quitó manto verde para construir, queda lo oculto, el substrato, donde quizás se escondan bombas que no explotaron.

Y qué decir de las viñas que surgen paralelas al Rhin, y de su vino que se toma en sus orillas. Y pensar que alguien todavía cree que inventó el vino antes de ayer. Puestos a pensar, quién inventaría la bicicleta, también es país para ellas, con carriles, con llanos y con alforjas para que el viaje se alargue. Lo que me gustaría a mí, alargarlo, seguir, aun viviendo atascos y esperas, todo por ver, por visitar cosas nuevas, o ferias de vino, o casetas de salchichas y cervezas; y continuar viendo al cuenta kilómetros crecer mientras a tu derecha los camiones se quedan atrás, en su viaje perenne por esta parte de Europa.

domingo, 20 de octubre de 2019

savater


Leer a Savater siempre es entretenido. Aquí además emociona. Libro dedicado a su pareja fallecida, dedicado al amor.

La peor parte. Memorias de amor. Fernando Savater. 2019

dylan


Bonito libro sobre el poeta galés. Disfruto con algunas de sus cartas. Vida ajetreada, loca, la del artista. Y les diré que lo compré después de saber que Bob Dylan tomó del poeta su apellido. Y no me arrepiento.

The life of Dylan Thomas. Constantine Fitzgibbon. 1965

sábado, 12 de octubre de 2019

merindades-3



Niebla que no deja ver el valle ni las cumbres. Presentir que hay algo más porque las montañas y los prados no pudieron evaporarse. Saber que el sol está al acecho, insistiendo. Saber que los humanos nos vemos hoy entre brumas, entre tinieblas, no de edad media, reales, de hombre del XXI acuciado por los mismos miedos que en otros tiempos hubo, a la oscuridad con luz, a la noche, al desconocido, al animal, a lo que ronda, a lo que nos persigue. Todo cambia y en el fondo nada lo hace. Hablan de ADN, de algo grabado en genes que no entendemos. Hablan mientras sueño escenas vaporosas, irreales pero plenas de personas que conozco. En escenarios anárquicos, con voces mudas. Y los ladridos para despertar, y los pájaros tímidos.

Sí, se va casi de golpe, y al llegar a Espinosa solo se ve azul. Hay casonas, palacios, balcones y flores en macetas, y panes que parecen ruedas. A pocos pasos Las Machorras, con casas diseminadas. Después río seco, no miente el letrero, ni gota asoma por el balcón del puente. Nos dicen que en su nacimiento hay agua. ¿Dónde se esconderá ésta? Hay cuesta, imponente para llegar, hay calor, helechos verdes y marrones que dan sombra a minúsculos seres, hay moras y montañas. Hay valle, vacas y olor penetrante. No alcanzaremos la fuente. Pararemos entre las hayas que perdieron ramas y que nos sirven de asiento, madera que se seca, hojas caídas, manto de vida, rendijas de sol y umbría. Fotos en la retina, despedida y camino de vuelta. 

No me olvido del románico y paramos en San Pantaleón de Losa donde dicen que la tierra y el cielo se juntan en peña que el Rey León copió. La iglesia, cerrada, en cuesta, rodeada de verde y escoltada por cortados, reluce al sol que quema. Las mañanas se transformaron en tardes, nieblas en soles. Y seguimos, rodeando pantano, volvemos al agua, serpentea el trazado mojones de antes, de los que quitaban los miedos. Nunca se lo tuve a la niebla, me atraía. Tenaces los miedos, vuelven disfrazados. Y yo espantándolos, viajando y viendo, y recordando.

merindades-2



Vivimos gracias al agua, la que viene de allá y vemos acá, la que salta de las entrañas de la tierra para partir el pueblo en dos dejando musgos de belenes y aguas turquesas. Es Orbaneja del Castillo, la que espera a los turistas y que también espera las lluvias y las nieves que cubrirán todo, aún más. Paseamos y vemos casas rematadas con expolios del románico. Eran otros tiempos. No tan lejanos como los que formaron el cañón que el Ebro surca. Más miradores para hacer fotos, padecer de vértigo o simplemente mirar. El río silencioso, abajo. No parece moverse, estático.

Y seguimos rondándolo, de Pesquera de Ebro a Cortiguera, en ruta donde descubrimos que el río habla más o menos, que se retuerce en algún rápido, que subimos y se aleja, y subimos tanto que llegamos al pueblo, pasamos de verdes a atisbar una casa, integrada en la naturaleza. Casi deshabitado. Casa rural y algunos alternativos con perros curiosos. La iglesia se quiere caer. Alguien compró otra, la de San Pedro de Tejada, románico en privado. Cerrada hoy, esbelta, vallada, protegida de curiosos y robos. Lástima, buscábamos la cercanía y se quedó lejana.

Más río, se puede tocar, el camino del Ebro, un GR a contracorriente, buscando una pasarela colgante que no alcanzamos. Camino sombrío y precioso. El cauce siempre a la vista.

Y cerca, todo parece estar cerca en las Merindades, hay carreteras, caminos, que atraviesan páramos, puertos, entre árboles, las que unen pueblos y vidas, las que se vuelven circulares. Y decía que cerca está el Monasterio de Santa María de Rioseco, del XIII, del Císter, en ruinas, con voluntarios que lo enseñan para convertir la tarde en sesión de historia, con ecos de pasos en claustro, con otros de visitantes que antaño se hospedaban, de iglesias, de vidrieras y de piedras que no quieren caerse. Visita que se explica con la ilusión de mostrar lo que se tiene, de responder preguntas, de enseñar aunque todo se vuelva olvido. Tiempo de imaginar vidas diferentes, antiguas, que bajaban la cuesta empedrada, envueltas en hábitos blancos y encontraban el mismo rumor, el mismo cauce, otras aguas de otras lluvias, pretéritas, de ese río que hoy quisimos descubrir.

merindades-1



Puertos de nombres tan sugerentes como la horca, subidas y bajadas, arcenes que nunca existieron, cunetas salvajes, líneas blancas, ahora valle, ahora montaña, fronteras provinciales de asfaltos diferentes. Entre Álava y Burgos, transitando por mapas que confunden, por pueblos de a 50 donde no se sabe si vive alguien, de casas arregladas, aquellos de la España vaciada, de niños en ruta hacia colegios que agrupan en clases, quizás sean pocos en alguna edad. Las Merindades, allí donde empezó todo, o parte. De peñas imposibles y de iglesias mínimas, que cualquier sitio es bueno para rezar, ofrecer y gloriar.

En Villarcayo hay estatua de paseante con bufanda y poema. Y quizás artista de cabeza abierta, músico al que se le escaparon las notas. Templete vacío, y niños que juegan. Qué se siente en la soledad silenciosa de un pueblo, dímelo tú.
¿Dónde están los pájaros de Brizuela y el perro que ayer ladraba? ¿Y los bueyes?, estarán dormidos o despiertos en su silencio, cerca de farolas huecas que aun así son capaces de alumbrar. Y sólo los humanos ponemos pasos y aguas que recorren tuberías, ponemos otras notas al día incipiente que nace como todos aquí, verde en su lecho e indefinido todavía en sus alturas.

En la cueva de Palomera nosotros llevamos la luz, intrusos que penetran al reino de invertebrados, garduñas o murciélagos. Acostumbrados a vivir en la oscuridad, no sé si ciegos o deseosos de no ver. Bajamos metros agarrados a cuerdas, por terreno resbaladizo, con cascos apretados y luces que salen de la cabeza. Las estalactitas a su aire, las coladas también. Estuvieron los humanos, encontraron restos, los hay todavía. Se subían a morir a lo alto. Hay pinturas, diseminadas en kilómetros de galerías. Se hace el silencio y la oscuridad, y por unos segundos estamos seguros que todo volverá a ser como antes. Aguas que formaron cuevas y que a veces vuelven con fuerza. Y unas paredes que se llenan de estrellas de agua, brillantes, como en aquellas habitaciones infantiles. Y unos agujeros que dejan ver el cielo azul, lo último que vieron los que murieron antes de ser arrojados al olvido. Y de aquellos puede que sean los huesos, o de los animales, ya inútiles, también lanzados allá abajo. Y del reino invadido somos expulsados hacia la luz, desandado camino, hasta llegar a un bosque encantado, de tan verde que luce.

Y buscando orígenes encontramos el sumidero de Ojo Guareña, por ahí entra el agua que pule y da forma. Paseamos campos también, comemos al aire libre, a la sombra de la frondosidad y volvemos a otra cueva. Ésta más corta en su visita, con Ermita final, excavada en la roca. Frescos de 1705, que representan el martirio de San Tirso con formas infantiles, llenan las irregulares paredes. A pesar de eso San Bernabé se lleva el nombre del lugar. Preciosa la ermita y el paraje. Como Puentedey con su puente horadado por el agua. Así quedó tras largos embates. Hoy vemos sedimentos de arena y paz en lo que un día fuera océano o mar o todo junto. Y en Medina de Pomar empiezan las fiestas, con los medinenses orgullosos de poner una bandera en la Antártida. Toda fiesta tiene pregón, reina y cabezudos, danzas, público que quiere disfrutar, con barracas y churros. Lo normal, lo habitual de todo pueblo, lo que hay esta noche en las Merindades, donde el agua se retiró y nos dejó verlas.

domingo, 29 de septiembre de 2019

autobiografía


Interesante libro. Historia contada, la de nuestro país, en boca de Franco, y apuntada por el relator. Como siempre, para entender de dónde venimos y el
por qué de muchos lodos.

Autobiografía del general Franco. Manuel Vázquez Montalbán. 1992

sábado, 28 de septiembre de 2019

asquerosos


Precedida por buenas críticas y comentarios empiezo la lectura sin saber dónde me lleva. Incierto el comienzo, falto de algo, es a mitad del libro donde hay un giro radical que engancha y que llevará a un desenlace inesperado. Interesante. Lenguaje de calle y más. Retrato de una sociedad, o de una parte de ella.

Los asquerosos. Santiago Lorenzo. 2018

heidelberg y colonia



Llegó el viernes y vinieron las nubes. Accidentado viaje hacia Heidelberg. Atasco, camión averiado, ratonera. Más atascos…pero llegamos y comemos a la ribera del río. Hay casas al otro lado y puentes que pueden acercar personas. Pacífica la vista; a nuestra trasera la calle peatonal más larga de Alemania. Turistas y tiendas. Tomamos el funicular para subir al castillo. Viaje corto e inclinado. Merece la pena. Edificios que permanecen y otros que guardaron la fachada, con ventanas azules o grises según el día. Convivencia con ruinas. Bonito el lugar, inmejorables las vistas y jardines para solazarse, aunque el aire está más fresco. Un Museo de farmacia y uno de los barriles más grandes del mundo son parte de la visita antes de descender en picado. Nos espera Colonia con su majestuosa catedral que todavía podemos visitar un rato. Pronto empezarán a cerrar, cuando termine la ceremonia que se celebra en una capilla, pero antes hay vidrieras, luz y preciosas obras. Al fondo, a lo lejos, la urna que contiene los supuestos restos de los Reyes Magos. Ya no se puede pasar. A destacar el retablo Clarenaltar (hacia 1350/1360). Más retablos, esculturas y la sensación de querer verla con más calma.
Después tiempo para cenar, pasear al lado del Rhin, volver a fotografiar la catedral, esta vez iluminada, y caminar hacia el hotel. Es hora de regresar.

sábado, 21 de septiembre de 2019

armand


Armand, protagonista, se ve envuelto casi sin querer, en un guión que parece no querer. Libro de frases cortas, de cielos nublados y días grises. De conversaciones que no se tienen.

Armand. Emmanuel Bove. 1927

jesmyn ward


Varios protagonistas, varios relatores, familia diferente, no desestructurada, pero casi. Puntos de vista que difieren, personales, y que te hacen dudar. Vivencias y recuerdos, algunos muy lejanos. Emocionante, duro.

La canción de los vivos y los muertos. Jesmyn Ward. 2017

prestigio


Un viaje en avión para acudir a un congreso literario inaugura un relato que se sumerge en encuentros que la protagonista tiene con diversos personajes. De cada uno de ellos extrae vivencias, charlas no superficiales que también hacen aflorar aspectos de la persona que relata. Curioso, interesante.

Prestigio. Rachel Cusk. 2018

neruda


Busca Neruda el contar “cosas curiosas y aventuras capaces de divertir a mis lectores” y doy fe que lo consigue, conmigo por lo menos. Me gusta leer sus recuerdos de aquí y de allá que convierten el libro en casi un libro de viajes, con anécdotas, reflexiones, etc. Con poesía que embellece la prosa y con frases o sensaciones verdaderamente antológicas. Proyecto inacabado, murió sin terminarlo. Muy recomendable.

Confieso que he vivido. Pablo Neruda. 1974

rothemburg y dinkelsbühl




El miércoles es día soleado otra vez. Adelantamos camiones uno tras otro para acercarnos a Rothemburg. Pueblo o ciudad de cuento, de colores, de postal. Con turistas y comercio. Con fotos y murallas que rodean todo, se puede caminar por ellas a cubierto y casi tocar los tejados. Asiáticos en tropel, parando, arrancando, calles que se van llenando de gente como nosotros, ávidos de sensaciones. La Iglesia de St. Jacob hay que verla. De Tilman Riemenschneider encontramos el altar de la santa sangre (1499-1505), con reliquia de ésta. En madera oscura de gran belleza. No desmerece el retablo central o altar de los doce apóstoles. Se puede rodear también. A su izquierda otro precioso retablo en piedra (siglo XIV). Seguimos recorriendo calles que acaban algunas de ellas en torres que vigilan la muralla. En St. Wolfgang me pregunto los años que tienen los asientos de cuero cuya paja quiere salirse. Hay retablos pequeños, catacumbas, escaleras y un museo de los pastores. También imágenes de la ciudad arrasada por las bombas. Comemos en un jardín que ocupa el espacio de un antiguo claustro y seguimos camino. Eiichi Takeyama expone su obra ante pocos visitantes. Más turistas a medida que avanza el día, más imágenes que se guardan en todo tipo de máquinas.
Nos acercamos a Dinkelsbühl. Menos turistas, más paz. También amurallado. La gente parece dormir. Pueblo no destruido por las bombas, poco a poco nos acercamos al centro, y allí sí encontramos algo de bullicio, poco. Controlado. Colorido en fachadas, flores. La Catedral de San Jorge es enorme en altura, luminosa en su interior, con altares y retablos varios. Recorremos el perímetro para encontrar las esculturas de piedra que representan la oración en el monte de los olivos y la última cena. Sorprendentes. Más pueblo, más rincones, y más crece la sensación de pueblo bonito, ¿de los más?, y de pacífico. Basta alejarse un par de calles para olvidarse del ruido. Por supuesto todas esas calles están limpias, cuidadas, envidia. Hasta las zonas más rurales, hasta los pueblos más recónditos parecen guardar un orden.
Ya de vuelta en Nuremberg cenamos en un restaurante indio, delicioso. Y paseamos la noche con música en las calles, unos que congregan público y otros que son escuchados de pasada; los jóvenes siguen bebiendo y charlando.

viernes, 20 de septiembre de 2019

bamberg y algo más


Es martes de septiembre y el día se presenta soleado y fresco en la mañana.
Bamberg sorprende, por sus calles y casas, de arquitectura diferente y colorida. Hay flores por doquier, todo se cuida. También por su ayuntamiento al borde del río, con puentes de postal. Y por su catedral, con el jinete allá en lo alto, escultura de 1235. Hay tumba de Papa, Clemente II, y bonitos altares. Y un clavo de Cristo en relicario. También la sepultura de Enrique II y Cunigunda, obra de Tilman Riemenschneider (1513). Y admirables otras dos esculturas, también del siglo XIII, la Iglesia y la Sinagoga. Búsquelas, aconsejo para ello comprar por un euro la guía (la entrada es gratuita). Preciosa también la Upper Parish, con su blancura y un bonito altar de piedra colorida tras el principal. Hay casitas de pescadores al lado del río, hoy motivo de fotos. La luz acompaña. Casas que parecen mullidas, también comercio y gente. Comemos al calor de la Maximiliam Platz y vemos un mal trampantojo en St. Martin.
Queda día por delante y nos acercamos a la Basílica de los Santos Intercesores o Auxiliares (Vierzehnheiligen). En una colina, a unos 35 km. de Bamberg, dirigida por los franciscanos. Recargada en su interior con columnas de diversos tonos y muchas esculturas. Diferente. Construida sobre el lugar donde en 1446 un niño se apareció a un pastor. Posteriormente fueron catorce los santos que se aparecieron. Lugar de peregrinación, el fraile habla sobre el lugar y no le entendemos. La barrera del idioma.
Otra colina más, se divisa allá. Esta vez es la Iglesia de Kloster Banz, profusamente decorada, con frescos y altares. San Pedro y San Pablo en el altar, y figuras blancas sobre repisas, suspendidas en lo alto. Relojes en el techo. Gente, prohibido hacer fotos. En edificio anexo, que debió ser monasterio hay hoy un museo de Ciencias Naturales. De vuelta a Nuremberg el GPS no miente. Buscamos puentes, vistas y fotos. Hay sol todavía y las terrazas semi o casi llenas no descansan. Cenamos en italiano, bien, y subimos al castillo. Buena la panorámica. Al lado de la casa del pintor Durero se juntan los jóvenes a hablar y beber. Parece un botellón, controlado. La noche es fantástica, aquí al lado de la tienda de Staedtler. Se buscan latas o botellas con linternas, hablan por teléfono, comen helados. No somos tan distintos.

würzburg-2


Las fotos nunca dan la verdadera dimensión. Pero asustan. En el ayuntamiento de Würzburg hay unas cuantas, así como una maqueta que muestra una ciudad inexistente, destruida. Quedan oquedades y paredes sin ventanas, y sin nada más. Y no se oye nada.
Combinando la responsabilidad del régimen nazi, los crímenes de guerra y el sufrimiento de la población alemana, mujeres, niños y mayores en su mayoría, víctimas de los bombardeos, se muestran esas fotos, restos de proyectiles, textos explicativos y otros objetos. Todo lo que vemos está reconstruido, ahí afuera, todo menos lo que no puede rehacerse. Me pregunto si alguno de los veteranos turistas o habitantes vivió algo de eso.
Ahora los números, el 16 de marzo de 1945, 236 bombarderos aliados aprovecharon la noche para descargar 1000 toneladas de bombas en veinte minutos. Las alarmas sonaron 90 minutos antes. 300.000 de esos artefactos eran incendiarios. Hubo 5000 muertos. Tres semanas más tarde la ciudad fue ocupada por las fuerzas norteamericanas. Lo demás es pesadilla, reconstrucción y difícil convivencia con las tropas de ocupación. Después vivir e intentar perdonar, u olvidar.

sábado, 14 de septiembre de 2019

würzburg





Lunes de septiembre, el primero. Estamos en Würzburg. De camino a Nuremberg. Hay camiones, obras, verdor y buen tiempo. Ya aparcados merece la pena una visita a la catedral de San Kilian. Mucha gente. Reconstruida tras la guerra, con torres estilizadas, está repleta de lápidas funerarias, alguna pintura y un ábside blanco inmaculado lleno de luz. A destacar también su bonito claustro. Algunas obras reseñables son la Piedad, fechada en 1410, y un magnífico conjunto escultórico en piedra que representa la dormición de la Virgen (Marientod-1440). También el blanco domina la iglesia de Neumünster. Más luz por aquí y por allá, no se vaya sin ver el Cristo, llamado Crucifijo doloroso según la traducción que hace el folleto en castellano, de alrededor de 1350. La cruz es un añadido, sería mejor verlo con la blanca pared solo de fondo. Una joya para los amantes del arte. La capilla de María es iglesia, bonita y colorida por fuera, tonos caliza y blancos. Bullicio a su alrededor. Dentro es alta y blanca. Un precioso tríptico de 1514 preside el altar y representa la Anunciación en el centro con el nacimiento y la visita de los reyes a los lados. De los estragos de las bombas hablaré más tarde. Viñas en pendientes imposibles mientras nos acercamos a la fortaleza que domina la ciudad. Antes el puente sobre el río, el público aprovecha el sol en las terrazas. Vino y cerveza. Agradable el paseo en cuesta. Buenas vistas desde lo alto tras gruesos muros de piedras. Espacios para fotos. Imagino asedios a lo que parece inexpugnable. Hoy la vida parece detenida en este lado, museos y castillo cerrados. Hay verde y arboles. Bajamos por otro lado, escaleras, más corto, y nos encontramos con la iglesia de Stift Haug. Imponente el lienzo de Tintoretto que preside el altar. Una crucifixión, me pregunto cómo llegó hasta aquí. Más paredes blancas. Hablemos de música, de lo que se hace con un timbalón, da para Canon o para Despacito, o de la que sale de un violín con manos, es el Adagio. Por lo demás silencio, lo puede haber aquí sentados, mirando al cuadro, sólo hace ruido mi bolígrafo, y poco más. Ella pasando hojas.
La reconstrucción de San Miguel es tremendamente original. Gusto por lo blanco, todas las figuras lo son. Vía crucis precioso, altar, techos, figuras que parecen sacadas de casi un comic. No hay hieratismo, hay vida en apóstoles y santos. Parecen bailar sobre nombres escritos en cirílico y en hebreo.
Es hora de llegar a Nuremberg. De buscar el hotel que se encuentra bien situado. De ver que en la misa hay música, que también hay río, y de admirar la preciosa fachada de San Lorenzo, bañada por el sol. De ver otra oración en el huerto, escenas en piedra, en el exterior de las iglesias, que se repite en muchos lugares. En la plaza principal hay otra iglesia, la de Nuestra Señora, con precioso tríptico. Puentes de pequeño y gran formato. Calles peatonales y sensación de tranquilidad. Cenamos en Enchilada y la noche da para paseo y fotos de reflejos en el agua que forma islas. En la estación de tren no vemos los raíles pero la gente pulula. Una librería abierta en 1841 vende revistas en cantidades inimaginables. Personajes típicos de estos lugares esperan no se sabe qué.