Aun teniendo muy claro que va a ser de
nosotros en un futuro lejano, a veces es bueno preguntarse por el corto plazo,
y hasta por el medio plazo, (tenga cada uno en cuenta que sus plazos, los de cada uno, son imprevisibles y variables), o lo que es lo mismo, cómo vivir, donde buscar
luces, donde rastrear los sueños, cómo aferrarse a algo, (y entre paréntesis diré que
pensar en un futuro sin nosotros también puede estar bien, y creo es saludable). Y ahora, en este
periodo de pandemia y crisis económica, cuando imperan la confusión, la
histeria y un mucho de fracaso no asumido, es buen momento para pensar, siempre
preámbulo para la acción.
Esperábamos salir reforzados, demasiado ilusos e inocentes.
Esperábamos abrazarnos, demasiada simpleza. Se lo pregunto a Google,
hágalo usted, “que va a ser de nosotros”, me gusta la expresión. Sólo un juego.
Elevamos la voz, unos a los dioses, otros a la vida, otros a los que nos
mandan. Demandando todos medidas urgentes, que curen nuestro mal de un plumazo,
que acaben con nuestra ansiedad. Y claro que sí, de la vida en abstracto poco
puedo esperar, de Dios menos y si en alguien puedo confiar es en aquellos que
gestionan para ofrecernos un espacio, idealmente, de convivencia y concordia, donde se regulen los
excesos de un sistema que enseguida se desentiende del ser humano y donde en
situaciones desesperadas acudan prestos a ofrecer el mínimo desahogo económico. Aparte de eso,
quedamos nosotros y nuestra soledad. Porque la gran respuesta no está afuera,
la llevas dentro. Todas las respuestas siempre han estado dentro. Cada vez
confío más en el ser humano, pero en el individual, que trabaja bien, que
quiere ser riguroso, honrado, anónimo, que se esfuerza mucho y habla poco, no
vocifera y calla más que habla. Pueden estar en cualquier trabajo, actividad, en
cualquier estrato social. Parecerán insociables muchas veces, poco dados a
excesos, hasta egoístas. Yo me apunto a ese egoísmo. Cuando sean, seamos
mayoría, seremos un poco mejores, como conjunto.