martes, 31 de diciembre de 2013

otro paso



Soñar es gratis, me refiero a soñar dormido, entre brumas, y me reconocí a mí mismo hace unas noches, corriendo, y corría con alegría y cada zancada era recuerdo de algo grato, y confirmación de que no había dolores, y pasé a otro sueño o desperté, no lo sé, pero me quedó lo deseado, lo inalcanzable, lo que hubiera querido vivir. Hoy es 31, de diciembre, día último, muchos años he pasado la tarde corriendo, lo hubiera hecho de nuevo hoy si no hubiera sido por una lesión que me ha mantenido dos meses en el dique seco, en tierra. Todo hasta esta mañana donde once minutos de trote han marcado la realización de un sueño rescatado hace unos días. Cada zancada, y caben bastantes en tantos segundos, confirmaba lo soñado. Es sólo un test, una pequeña prueba, pero suficiente para liberar no se qué en el cerebro que haga que me sienta como un niño pequeño que cuenta los días para poder salir a pisar los parques nuevamente. Y quién sabe si en tantos días como 365, volveré a celebrar de manera deportiva que un año más se coló de rondón. Todo es cuestión de esperar y perseverar.

domingo, 29 de diciembre de 2013

preguntas



¿Y si la ciclogénesis explosiva hubiera barrido de este país a todos los miserables, habiendo discernido entre buenos y malos? Demasiado difícil, ciencia ficción. ¿Y si en vez de enseñar a niños a cocinar, a ser adultos antes de tiempo, se les dejara jugar? Y así no ser protagonistas de realitys absurdos donde lloran cuando hay que llorar y donde las emociones fluyen de fracasos culinarios, de comidas diferentes en país donde la miseria avanza, la gente espera a la salida de supermercados para llevarse lo sobrante y donde los contenedores se abren mas que nunca para ser buscados. ¿Y si se les enseñara también eso? Pero eso significa pensar, y eludir el reflexionar sobre la dulcificación de una Navidad cada vez mas empalagosa y edulcorada, porque pensar significa hablar de reparto y de justicia, y eso es ser un amarga cenas o un pensador solitario, o un pesimista más, o uno de esos que sobra en la eterna celebración de lo irreal. ¿Y si no hubiera que atender a nadie en una calle de Vitoria, aterido de frío, la mañana de Natividad? ¿Qué pecado cometió? ¿Y si la lluvia inundara los pulmones de los que explotan y oprimen en vez de cumplir su ciclo y volver al mar o filtrarse para saciar la tierra? ¿Y si toda esta hambre de justicia se pudiera paliar con pensamientos o rezos? ¿Y si lo imposible fuera posible?, ¿Y si no olvidáramos nada?, ¿y si no olvidáramos todo? ¿Y si ellos no olvidaran?
¿Y si el Canon sonara infinito, por siempre?, la música siempre al rescate, en calles angostas llenas de vida que cumple ritos de Navidad. Como terapia, como conciencia plena, de vida, de movimiento, de instante vivido, como recuerdo de seguir a media luz, lleno de preguntas.

extranjero



Tener una biblioteca amplia tiene una ventaja. No todo está leído. Y a veces me propongo revisarla balda a balda y descartar lecturas que nunca se producirán y que hacen hueco, y rescatar lecturas de las que olvidé su existencia. Y me topo con Camus, y leo con avidez su novela El extranjero. Sigo con mis sesiones de fisioterapia y los minutos transcurren de otra forma con esas páginas en las manos. Antológico comienzo, enigmático desarrollo, trama inesperada, desenlace previsible, y entre medias el protagonista, absoluto, diferente, y que en primera persona narra, escuetamente, su recorrido entre escenas y personajes que parecen sobrarle casi por entero, y sobrepasarle. Desterrado del mundo quizás, pero habitante de él, vive, sin más, y sus afirmaciones claman soledad, asumida, sus silencios también. Magistral.
El extranjero. Albert Camus. 1942

Katharine



No es barato leer, es mas que barato. No hacen falta aparatos electrónicos para bajarse de la nube mundial libros gratuitos (las últimas estadísticas muestran que el 67% de las lecturas en soporte digital son pirateadas). Y es que este libro me costó un euro, una moneda, en la cuesta de Moyano, donde las historias no están en el aire sino en millones de páginas apiladas en antiguas casetas y movidas diariamente a mesas de exposición que soportan pesos ancestrales, nuevas adquisiciones y las inclemencias del tiempo. Y a un público que busca y busca como si buscara oro en el desierto, a veces para encontrar el tesoro perdido o simplemente algo, algunas páginas que llevarse a los ojos, preludio de una mente ávida de relatos. Leo las historias de Katharine Hepburn. Actriz de teatro al principio, de cine después, su relato no es una autobiografía al uso, es más una sucesión de eventos sin ligazón aparente, aquellos que marcaron la vida de la artista. Deja para el final aquello que realmente dio sentido a su vida, fuera de bambalinas y luces, o de platós y escenarios, nada más y menos que el amor, aquel que le llevó a compartir su vida con Spencer Tracy, tras varias relaciones acabadas. Y como ella dice, él lo cambió todo y ella descubrió lo que significaba amar, así durante mas de 25 años hasta que el actor murió. Y una reflexión en forma de pregunta, la que ella se hacía a menudo sobre su propio trabajo, ¿estaba ahí por su talento o por suerte?, pregunta que pone en perspectiva todo, o relativiza mucho la profesión, siempre que uno se atreva a hacerse ese tipo de preguntas.
Me. Stories of my life. Katharine Hepburn. 1991

lunes, 23 de diciembre de 2013

la llamada



Los musicales no necesitan a veces de grandes espacios ni de costosísimos montajes. La música puede sonar en un vagón de metro o en calle céntrica y bastan cuatro acordes o una voz rasgada para tocar la fibra del alma. El espacio del Teatro Lara es recogido, escaso, íntimo, de butacas duras y espacios poco dados a la expansión de nadie, el escenario no da para mucho más, y parece lleno de entrada, cuatro músicos que esperan que el público se siente, una litera ocupada ya de inicio y poco o nada más. Suficiente. El pasillo muestra una escalera que podría subir al anfiteatro o podría simular los pasos al cielo. Por ahí se desliza la voz de la llamada nada más apagarse las luces, en forma de canción, esa que nunca olvidaremos, I will always love you, de Whitney Houston. A partir de ahí se produce la expansión que no necesita espacio sino corazones que recojan el testigo y usted sabrá que la capacidad del alma para expandirse es infinita, y entonces se produce el milagro del directo, el tiempo vuela entre diálogos frescos, con humor, bien llevados y con interpretaciones musicales más que notables. Los actores, sobresalientes, el tema, de la fe, tratado con respeto, nada fácil. Todo ello para llegar a un final vibrante con una canción que horas después sigue resonando en los oídos. El público entregado, yo diría que sorprendido. La sonrisa del final es síntoma de haberlo pasado bien. Se consiguió lo menos fácil, hacer que el de abajo disfrute, y vuelvo al principio, los medios son escasos, pero como sucede siempre, es el artista el que salva la función y aquí no solo la salvan sino que la elevan,  a cotas de esos espectáculos que no se pueden dejar de ver, imprescindible.
La Llamada (en el Teatro Lara).

sábado, 21 de diciembre de 2013

andamios



Me cautiva el libro poco a poco. Se compone de pequeños textos, entrelazados, las historias se suceden para formar una sola, para armar el conjunto de la novela. Serán andamios que se superponen para llegar a algún sitio o a ninguno. Leo en esperas de rehabilitación y durante las propias sesiones. Mi pierna se ve atravesada por corrientes eléctricas que quieren ayudar a curar fibras y mi corazón se ve partido de vez en cuando por la emoción, la que transmiten algunas páginas. Es cercano el relato, directo, sin ataduras, los protagonistas parecen perdidos y vueltos a encontrar, no hay fantasía, sólo búsqueda perpetua, y a veces encuentro, y a veces azar, todo cálido y frío, según se mire. Tierno y vibrante a veces, sórdido otras, cruel también. Para el recuerdo.
Andamios.  Mario Benedetti. 1996