viernes, 27 de junio de 2008

sombrero de paja

Un sombrero, que parece de paja, esconde la escena. El señor mayor tiene su cabeza un poco agachada, al cobijo del sol bajo ese invento alado. La sombra cercana le alcanza minimamente. Alguien a su lado, más joven, mientras sostiene los empujadores de la silla de ruedas se pone a su altura. Su cara, también oculta bajo la prenda que domina el cuadro. Encaran la entrada de un portal, siempre poco amables para aquellos que no dependen de sus piernas. Queja o lamento, risa o pregunta, interjección o interés, recuerdo u olvido, nunca sabremos que se ocultaba esta tarde de sol, ni quién inició todo, ni cómo se terminó.

amor

Me despertó eso que llaman ruido. Eso que llaman agua me rodeaba; la luz inexistente no me impidió sentir eso que llaman roce.
A esa sensación siguió el calor y otras cosas que no entendí. Y como no veía, sólo sentía. Y sentí que algo a mi lado buscaba lo mismo que yo.
Y ese algo se transformó en alguien. Y un día nos vimos. Y quizás sentimos eso que llaman amor.

dalit

Narendra Jadhav, autor del libro, ocupa en la actualidad un cargo directivo en la Universidad de Pune, en la India. El libro recoge el testimonio de los padres del autor y el suyo propio narrando el devenir de su familia, clasificados como dalits (oprimidos), llamados aquí intocables, o parias de la tierra, o descastados, porque están fuera del sistema de castas indio, aquellos desposeídos de todo y cuya función social es mendigar los trabajos marginales que nadie quiere, por decreto divino. Lo que empieza como una boda más de compromiso donde la niña no elige marido, se convierte con el paso del tiempo en una historia de amor y respeto, dando origen a una familia que no sólo lucha por la supervivencia en un entorno hostil sino que además asume un compromiso militante en la causa de liberación de los dalits. La mujer no acaba de aceptar al principio el espíritu de lucha de su marido y se pregunta que "¿Quiénes somos para hacer proyectos si la vida decide por nosotros?" El sistema de castas, parte del dogma religioso hindú, dejaba poco espacio para la libre decisión. La figura de Babasaheb Ambedkar surge entonces para guiar a los dalits y se convierte en la referencia de millones de personas que depositan su confianza en él en la búsqueda del respeto para los intocables. En los años 30, la pareja protagonista participará con él en los primeros esbozos de su lucha, como los intentos por conseguir acceder a los templos sagrados. El líder descubre más tarde que no merece la pena el desperdiciar la energía en esa tarea y que hay que encauzar los esfuerzos en otra dirección. El objetivo está claro, conquistar el respeto, la independencia y la igualdad. La educación se convierte en el medio. El alejamiento de una religión que marca su mísera condición desembocará ya casi al final de la vida de Babasaheb (1956) en un movimiento de conversión masiva al budismo por parte de los dalits. "¿Para qué sirve una religión que se interesa en la vida después de la muerte? ¿Qué pasa con la vida?"Antes, la propia constitución de la India, en 1950, de la que Ambedkar fue uno de los redactores, había establecido la abolición de la intocabilidad. La realidad es que hoy, todavía millones de personas viven aprisionados en el sistema. Hace un par de años, sin ir más lejos, la decisión del Gobierno de establecer un 50% de plazas universitarias de medicina para los intocables desató una huelga de los médicos y una gran polémica en una nación que no termina de desprenderse de los prejuicios raciales. Damu y Sonu, los padres, faro y motor de su vida, en palabras del escritor, se empeñaron en que sus hijos estudiaran. El autor, economista de carrera, trabajó en el Fondo Monetario Internacional y en varios otros puestos gubernamentales del país. Su padre, que no acababa de entender en que trabajaba su hijo, le pregunta en un momento dado que si su trabajo servía para mejorar la vida de la gente. Quizás sea por eso que ahora la Universidad centra sus esfuerzos teniendo como referencia ese ideal que considera a la educación como el motor del cambio.

Intocable
Una familia de parias en la India contemporánea
Narendra Jadhav Espasa Hoy (2002)

miércoles, 25 de junio de 2008

verano

Aquí no hay pista de baile, no hay noche forzada, no hay grandes altavoces, aquí la pista es una inmensa carretera en un inmenso país. Aquí hay luz, días, noches, faros. Aquí hay ventanillas abiertas, aire golpeando el rostro. Aquí hay coche, radio, publicidad y música. Dos personas, un coche, dos manos enlazadas, volante que pierde una. Aquí hay tiempo, tranquilidad, espacio por recorrer, atardeceres brillantes. Canción nunca oída hasta ese momento, que aparece por sorpresa, a él le gusta y a ella también. El coche se convierte en espacio de sueños. La buscan, la encuentran, la compran, la oyen, la sienten, pero nunca suena igual, nunca sonará igual que aquel infinito y cálido verano de viajes en coche blanco.

sábado, 21 de junio de 2008

rompiendo esquemas


Hay personajes para los que su sóla evocación infunde un respeto tal que no parece haber detractores alrededor. Mahatma Gandhi, el apostol de la no violencia es uno de ellos. Sorpresivamente, uno se topa en un libro titulado "Intocable" con el descubrimiento de un personaje, uno de los intocables, o perteneciente al grupo social o casta más desfavorecido de la India, auténticos apestados, que compartió época con Gandhi. Este señor de la foto, el doctor Ambedkar, o más popularmente conocido como Babasaheb, luchó por los derechos de los intocables, y tenía discrepancias con Gandhi en cuanto a la forma de abordar esa lucha. Pues bien, en el que parece ser el primer encuentro personal entre ambos, uno de los protagonistas del libro comenta que el encuentro no funcionó, y añade: "¿Sabes que Gandhi ignoraba que Babasaheb era un dalit (intocable)? Creía que Babasaheb era un brahmán (sacerdote) generoso que tomaba partido por los dalits. ¿Como un hombre de tan baja casta podía ser tan brillante? Incluso el Mahatma no ha sabido liberarse del sistema de castas". Es bueno descubrir que hasta los más grandes son humanos y aunque con menos frecuencia que el resto, también tuvieron tiempo de compartir los defectos y miserias de los mortales. Seguiremos informando sobre el tema.

jueves, 19 de junio de 2008

tráfico y toreo

Todos conocemos a conductores que al volante de un automóvil son capaces de sentir un auténtico desprecio por la vida, la suya y la de los demás, cuando adoptan conductas temerarias en las carreteras. Nunca lo reconocerán. No suelen pensar que el azar, en forma de múltiples variables, puede aparecer para romper la “normalidad”, y en forma de obstáculo imprevisto, somnolencia, despiste o estado de la vía, hacer que eso que solo le pasa al otro le pase a ellos. Imagino que si uno vive para contarlo, una experiencia de ese tipo hará recapacitar a algunos. Otros, desgraciadamente, reinciden, y su aparente poco aprecio por esta existencia continúa a pesar de los pesares sufridos.
Cuando uno ve imágenes de cómo torea José Tomás, lo primero que le viene a la cabeza es la idea de su poco aprecio por su vida. Primera diferencia con los conductores, sólo pone en peligro la suya. Desvalido delante de un animal, que sólo con su peso y mediante un topetazo puede aniquilarte, se enfrenta a las diversas suertes del toreo con un grado de abandono que produce miedo. Quiero imaginar que mucho antes del paseíllo, la decisión ya está tomada. El diestro va a salir a darlo todo, quizás entregado en manos de un ángel de la guarda al que se le reza con pasión, con los sentidos plenos para reconocer el peligro, pero con la convicción de que lo que se pretende ofrecer no está al alcance de cualquiera, se trata de un espectáculo casi único. Igual que hay deportistas que se entregan más que otros y a los que los espectadores alabamos ese esfuerzo fuera de lo ordinario, al torero de Galapagar hay que agradecerle ese plus que le convierte en alguien que ejecuta los lances como si fueran los últimos de su vida, porque aquí también se puede presentar el azar, en forma de toro bravo de conducta imprevisible, para poner punto final a todo. Algunos dirán que por ese dinero también lo harían. Asoma la segunda diferencia, en la carretera no hay dinero en juego, no hay carreras, perdón, si las hay, imaginarias, pero contra conductores desconocidos, de los que sólo se percibe que estorban, que interrumpen una marcha hacia la nada. Carreras sin premio que muchas veces acaban en la cuneta.
Pero al igual que en el deporte, o en cualquier tarea que se desarrolle, profesional o no, el plus de entrega puede no tener que ver con el dinero, hay otros factores a tener en cuenta, como el simple deseo de hacer bien las cosas, de ser el mejor, de pasar a la historia, o simplemente de tener la conciencia tranquila y no engañar a nadie, incluido uno mismo, de ahí que el conductor que desafía a la vida se convierta en un estúpido y José Tomás en alguien que no engaña a nadie.

Verano del amor, segunda parte

1967, el verano del amor, epicentro en San Francisco, una revolución cultural. El movimiento hippy, cambios en la forma de entender las relaciones humanas, no a la guerra de Vietnam.
2004, el invierno del amor, Gavin Newsom, alcalde de SF, declara legal el matrimonio homosexual en California. Las señoras Del Martin y Phyllis Lyon fueron las primeras en casarse. Su unión duró poco. Por vía legal, en agosto del mismo año, se declaró ilegal su matrimonio.
2008, el verano del amor, segunda parte, da sus primeros frutos. El Tribunal Supremo de California aprueba el matrimonio de gays y lesbianas el pasado 15 de Mayo tras un largo proceso judicial.
Hace unos días, Del Martin y Phyllis Lyon vuelven a casarse, 87 y 83 años de edad. Llevan juntas 55 años, luchando por mantener su amor y por conseguir un derecho que ahora se ve reconocido. La foto muestra a dos ancianas que conservan una sonrisa de felicidad.
Si la base del matrimonio es el amor, ¿porqué cuando hay amor en una relación hay gente que se empeña en que esa unión no sea llamada matrimonio? Que respondan ellos. De momento, miles de parejas ven cumplido su sueño estos días en la soleada California.

martes, 17 de junio de 2008

diálogo improbable

Nunca tuvimos mucho tiempo para hablar o la vida nos traicionó justo ahí donde debía comenzar el tiempo. Desde aquí, en la soledad de mi casa, de la nuestra, percibo la existencia como una cuesta de inmensa pendiente que en algún momento será tan vertical que será imposible remontarla y acabaré perdiendo el inestable equilibrio y caeré al vacío perdiendo la conciencia antes de encontrar tierra. El pasillo de la casa se convierte en una autopista inmensa que me cuesta recorrer cada vez que alguien llama a la puerta. Ahí se nota la vida a cuestas, con unas piernas mías que ya no soportan nada, ni el peso, ni el calor, ni las pastillas. Ahora entiendo tu aceptación final, primero porque es inevitable y segundo por el cansancio, no de vivir, pero sí de ese mendigar días o meses de vida a cambio de sufrimiento, dolor y médicos. Lo que tú no conoces es la soledad. Yo no sé allá donde estés, si es que estás, si tú hablarás con alguien o podrás compartir algo. Pero aquí la soledad se puede rasgar. Empieza de madrugada cuando el sueño se aleja y el reloj confirma lo que la oscuridad me ha anticipado. Continúa con el despertar real, con las primeras luces y a partir de ahí ya se convierte en crónica. Las palabras se amontonan en la mente y no tienen válvula de escape. Por mucho que pueda salir y hablar con alguien en la tienda o en el parque, ya nada es lo mismo. Es el sentimiento de presencia contigua lo que atenuaba ese sentimiento y es esa ausencia la que la amplifica. Recuerda que algunas veces imaginamos esta situación, pero ahí de nosotros, que ilusos éramos o que pobres de imaginación. Qué lejos de la realidad quedan aquellas palabras. Ésta es tozuda y se empeña día y noche en que las pisadas sean únicas, en que la puerta no se abra sino es por mí mano y en que el espacio sólo se llene de voces ajenas, ya conocidas, por supuesto, que nacen de la televisión o de la radio, o de aquellas personas que de tanto escribir en el periódico, una ya les pone cara y voz, aunque ésta no sea sino una modificación de la propia.
Así pasan los días, esos que estaban obligados a ser refugio para nosotros y para nuestras cosas. Será traición sí, será el destino, ahora la gente se empeña en el absurdo de demandar a Dios. Será su culpa. Pero ya de nada vale lamentarse. No es una situación de la que se pueda aprender algo porque es irremediable, no hay vuelta atrás, no volverás de entre los muertos para decir hola y si lo hicieras sería yo la que abandonaría éste del susto. No, no vas a aparecer por el pasillo, será mejor que no se te ocurra. Me conformo con hablar para mí, a veces, hasta vocalizo la conversación, hasta oigo mis palabras, reverberando en el aire de la cocina o del salón, esperando respuestas que no llegan, por lo que me pongo a imaginar tu respuesta, basada en mi conocimiento de ti, por supuesto incompleto, porque no habría tiempo en el mundo para ello, no porque seamos tan complejos, que lo somos, sino porque siempre guardamos cosas, siempre dejamos puertas cerradas, no somos un libro abierto, aún en la entrega más absoluta, nuestra alma se cierra en banda y protege al niño que cada uno lleva dentro, para que no sufra, para que no se vea acorralado. Se nos ha escapado el tiempo, cariño. Se escapa entre cenas, comidas, en la vida diaria, rodeados de hijos que abandonan el barco poco a poco, en silencio o no, y aquí nos quedamos los dos, te acuerdas, con la puerta cerrada, casi llorando. Y todo para que tú también te escaparas tan rápidamente.

Nada hay más amargo como saber que no puedo llenar tu vacío ni tu soledad. ¿Qué se puede dar cuando ya no se tiene la vida? ¿Qué se puede dar a cambio para poder estar ahí? No hay respuesta para mis dos preguntas. Sólo esta desesperación transitoria que me entra al dialogar contigo hace que una sombra recorra mi mente lúcida y serena, y me haga preguntarme cosas que sé positivamente que no pueden ser resueltas de ninguna forma. Desde el otro mundo uno descubre lo agotador que puede resultar vivir, sobre todo cuando uno se enfrenta a una salud cada día más quebradiza, lo que hace que casi empiece a desear el abandonar ese lugar. La conclusión para llegar a esto se basa en la comparativa con mi situación actual. La palabra paz se asocia a un estado que nadie del reino de los vivos es capaz de vivir tan profundamente como yo la percibo actualmente. El diccionario se queda corto pero aquí ya no se actualiza, no importa, simplemente se está en esa situación donde uno ya ni sufre ni padece, aunque esa paz por sí misma albergue, filtre y asuma todos esos sentimientos que todavía surcan mi mente de vez en cuando, sin medida de frecuencia ni de tiempo, como en un sueño. ¿Gozar? No es la palabra. No encuentro una definición. Cómo cuando alguien abría una botella de vino y decía qué bueno está. Este diálogo y su amargura no me puede ya matar. Te esperaré.

miércoles, 11 de junio de 2008

Uno nunca descubre que es lo que le mueve….

Y con el tiempo, ya no tiene importancia. Frase de uno de aquellos que se encuentran atrapados en la isla que hay que conquistar, escenario donde soldados y oficiales conviven bajo la presencia constante del miedo, los unos más conscientes que los otros de que pueden morir en horas. “He nacido y voy a morir, ¿Por qué? ¿Qué sentido tiene?”, dice el diario de un soldado japonés que aparece en el libro. “No creo en el emperador”, añade. “¿Qué me importa esto?, ¿Qué tengo yo contra los japoneses?”, clama uno de los soldados americanos. Primera obra de Mailer, escrita tras el final de la segunda guerra mundial, donde el autor sirvió en el ejercito americano, aclamada por la crítica como una de las grandes novelas bélicas, “los desnudos y los muertos” presenta los orígenes diversos de los protagonistas a través de una Máquina del tiempo, que cada rato viene a mostrarnos como eran éstos antes de que la guerra les una en un destino común; pobres y ricos, desesperanzados y esperanzados, desfilan por unas páginas antológicas que bordan la cotidianeidad de una vida que se interrumpe bruscamente sin que existan muchas explicaciones. Uno de los soldados en su última noche antes de embarcar lo cuenta:
“Uno sigue yendo de una parte a otra y nunca sabe qué sentido tiene todo esto. Cuando uno es crío no saben decirte nada, y cuando uno ya no lo es, no encuentra nada nuevo. Hay que seguir adelante, sin mirar atrás”.

Los desnudos y los muertos (Norman Mailer 1948)

lunes, 9 de junio de 2008

la vista gorda

Se preguntaba Bob Dylan en “blowing in the wind” que cuantas veces puede un hombre volver su cabeza haciendo que no ve, o como decimos en castellano, haciendo la vista gorda. Se le acusa a Izquierda Unida de estar fuera de la realidad, incluso su autocrítica habla de ello. También se les dice que ya no tienen cabida en el espectro político actual. A primeros de Junio de este año, esta formación reclamó al Gobierno que mantenga el impuesto sobre el patrimonio, y que cree dos nuevos, destinados a los grandes bancos y a los super sueldos. A los primeros, para gravar un poco más los beneficios que nunca les abandonan, aún en época de crisis, y a los segundos, para que contribuyan todavía un poco más al reparto de la riqueza. Me imagino que dada la fuerza parlamentaria de IU todo acabará en agua de borrajas. Pero pensemos que estos señores, acusados muchas veces de idealistas y utópicos, están ahí para intentar representar a los que no quieren volver la cabeza.

miércoles, 4 de junio de 2008

por amor, Loving contra Virginia

En 1967, la Corte Suprema de Estados Unidos falló el caso “Loving vs Virginia”, el cual declaró inconstitucional la prohibición de bodas mixtas entre blancos y negros, arrastrando a unos cuantos estados en la misma línea. Mildred Loving, joven negra, se había casado en 1958 con Richard Loving, un blanco de 23 años, en el estado de Virginia, desoyendo la prohibición existente. Fueron detenidos y pasaron todo tipo de penalidades. La ayuda legal que solicitaron prosperó y fructificó. Mildred siempre decía que la suya no era una lucha política sino una lucha por amor. Richard murió en el 75 en un accidente de coche y Mildred murió el mes de Mayo pasado. No sé lo que Mildred pensaba sobre la carrera electoral para la nominación demócrata pero sí podemos afirmar que un largo camino se ha recorrido en un corto espacio de tiempo, 41 años, para lograr que Obama se convierta en el primer candidato negro que va a luchar por la presidencia de su país. Claro ejemplo de que las cosas pueden mejorar, todo depende de esos seres vivos llamados personas.

de vasconia a baskonia

Sonidos, ánimos, chillidos, todo rodeando un bonito pabellón, de nombre difícil, Mendizorroza. Niños en la puerta, segundas partes, la entrada era barata, pero no hay dinero; acaba el primer tiempo, el descanso, el momento de entrar a un espectáculo ya comenzado, entrada gratis, a la barandilla, de pie, en el gallinero, pero qué bien se ve. Después del descanso salen a las pista nuestros jugadores, los rivales, los nuestros de azulgrana, los otros conocidos o menos, si son los grandes, todos conocidos, veinte minutos para ganar o perder, más bien esto último, sobre todo frente a los grandes, la primera victoria sobre el Juventud de Badalona, el público en pie, enfervorizado, desde la esquina participamos en el jolgorio, preludio de éxitos futuros. Un día al lado de alguien que resulta ser el segundo entrenador del Madrid que nos visitará pronto, promesas de insignias para cuando vengan. Promesas cumplidas. Al Madrid no se le gana, ya llegará, autógrafos al final, invasión de pista, un papel y un boli y esos héroes tan grandes, el ruido del parquet y sus crujidos ante nuestras pisadas, el balón especial que se ve por ahí, la canasta inalcanzable, alta, inmensa. El desalojo del pabellón, los comentarios, a esperar dos semanas. Vienen los extranjeros, sólo uno, más negros que blancos. Los que más puntos meten. Los que deciden los partidos, todos los balones para ellos. Los reyes de la anotación. Para casa, hace frío y es de noche.
Han cambiado dos letras y han pasado muchos años. Anoche, tres de junio de 2008, segundo titulo de liga para el TAU; de nuevo, un escalofrío recorre mi cuerpo.

martes, 3 de junio de 2008

el viento

Si no se hubiera levantado el viento, no habría visto moverse tu pelo mientras las pelusas de los chopos dibujaban piruetas en el aire; no habría visto como cerrabas los ojos para evitar que el aire ciegue tu mirada. Si en aquel momento, en que te levantaste y alguien te quitó el sitio, te hubieras sentado a mi lado, quizás tu vida hubiera cambiado al igual que la mía. Si hubieras elegido quedarte conmigo en vez de marcharte, quizás el diálogo hubiera sustituido al silencio de una espera interrumpida por tu presencia, aburrida sin ti, incierta contigo, deseo no escondido de lo inesperado. Las circunstancias se hicieron presentes, el azar se hizo presente y nuestras decisiones marcaron un camino en la mano de cada uno.
Te fuiste y volviste. Y te volviste a sentar en el mismo sitio, vacío de nuevo, nerviosa, escaleras arriba, escaleras abajo, el pelo recogido, los labios cerrados, te sentabas treinta segundos, un minuto, levantabas el vuelo otra vez. Cerraron las puertas y las pelusas dejaron de dar vueltas. El frescor dio paso al calor de lo cerrado y te marchaste escaleras arriba, para siempre. Ya no te vi más, ya sólo queda el mudo recuerdo de tu imagen, esa que se irá, que volverá quizás un amanecer, o que esperará a ser recuperada una tarde cualquiera de primavera.