miércoles, 31 de agosto de 2016

castellón-1



Castellón tiene pinta de ciudad del sureste. Calles y cruces que me recuerdan a Albacete. Bordillos altos y aceras de tonalidad y material similar. Y muchas terrazas que combaten el calor, húmedo aquí. Es miércoles por la tarde. Paseamos para conocer el cogollo de una ciudad que parece dormida y casi desaparecida. Persianas bajadas y pocas luces en pisos. La playa manda. Cenamos en Blasón o Gambrinus. No queda claro el nombre. En terraza al aire libre. Todo bueno. La noche es ideal para el paseo. Lo hacemos. Y acabamos con horchata en sitio cercano al hotel después de atravesar el Parque Ribalta, espacio pequeño pero coqueto, lineal en su trazado y que ensancha hacia un costado. Vegetación y asientos para el descanso.
Despertamos en Castellón con cielo azul. Un jueves. Paredes blancas en patio trasero. Canastas de otro tiempo y palmera seca en patio de bajo. Mandarinas sudafricanas para desayunar en el parque donde ya hay runners y pájaros y sombras. Niños también, gente que se mueve aún siendo temprano. El Mercat Central está repleto de pescaderías. Mariscos que asoman, desconocidos, como la galera. O peces ya pelados y cortados longitudinalmente, como la musola, que es de la familia de los tiburones, tipo cazón. El mercado está en la plaza mayor y alberga vida. A su lado la Concatedral de Santa María la Mayor. Su reconstrucción tras la guerra comenzó en 1939 y culminó en 1999. Fría y con muros muy vacíos, ya sufre obras en su fachada principal. De recuerdo una talla de San Pablo del XVII, incompleta. Andamos para alcanzar el Museu. Cerámica, etnología, arqueología y bellas artes. Ambiciosa proyecto e interesantes colecciones. Para empezar nos topamos con una exposición temporal dedicada a Sorolla. Se presenta una colección de bocetos para su Visión de España. Los lienzos finales están en la Hispanic Society of America de Nueva York y los bocetos se han restaurado aquí en España. El audiovisual nos guía por los viajes del pintor por España para captar a vuela pluma y en trazos gordos lo que luego traspasaría al lienzo. Gente que posa para que él plasme sobre el papel. O escenas que traza para un posterior desarrollo. “Nos cuenta algo que ya no podemos ver nosotros”. Una España que ya pasó. La tecnología al servicio del arte. Talento para “captar momentos” o “la fuerza del instante”. Impresionados por lo visto pasamos a la permanente donde nos centramos en las bellas artes. Un par de plantas que no te pueden dejar indiferente. Para ello están los santos del taller de Zurbarán. O la Serenidad de Romero de Torres. Se alterna pintura y escultura. Mucho costumbrismo y realismo social. Autores nuevos para mí como Gabriel Puig que pinta al escritor de cartas o un enorme lienzo que representa la expulsión de los moriscos. Aún mas grande se presenta el firmado por Fernando Richart Montesinos,  lienzo que muestra la entrada triunfal de Jaime I en Valencia. ¿Por dónde se empieza a pintar un cuadro tan grande? Quizás por el ojo ensangrentado del caballo. Un par de esculturas y otro par de pinturas ya mas modernas completan la selección. Hora de andar hasta el Grao, o puerto de Castellón, comercial y deportivo. Zona de restaurantes y bares, al lado de las playas. Las grúas parecían mas cercanas enfilando la avenida que nunca acaba. Pero todo llega y nos recibe el Grao con sol gigante de cristal de murano adosado a una casa. Elegimos bien el restaurante. El racó de la bombita. Ensalada de crujientes y arroz del senyoret, para chuparse los dedos. Luego paseo, barquitos y agua, yates al fondo. Horchata en la playa, beach club, a ritmo de música machacona que incita casi a dormir. Cara. Volvemos en Tram o autobús tranvía. Un poco confusos los horarios. Paseo y cena en el Mesón Navarro de la Plaza Tetuán. Volvemos a atravesar el Ribalta.


martes, 30 de agosto de 2016

de teruel a castellón



De camino a Castellón paramos en Mora de Rubielos. Sobresaliente fortaleza o castillo. Ya existía una fortificación árabe conquistada por Alfonso II en 1171. Se visita por dentro. Patio de armas que da acceso a salas y salones, también caballerizas y mazmorras. Una exposición de armas de asedio ambienta la escena. Entre ellas las palomas incendiarias. Una lástima que no se puedan visitar la planta alta o los torreones. Otra de las grandes salas alberga el museo etnográfico o batiburrillo de objetos de todo pelo en viejas vitrinas. El pintor valenciano Carlos Carratalá expone “Noruega y otros caminos”, lienzos con temática de paisajes nevados. Cromáticamente sobresalientes. Otro artista, esta vez local, Máximo, expone su obra en su casa. Entramos libremente y pasamos por un par de salas. Nadie viene a buscarnos. Pinta todo y no lo hace mal. Comemos en el Trébol de Mora, menú del día sin estridencias. Es decir, normal. Siguiente parada en Rubielos de Mora, se cambiaron las tornas. Uno de esos pueblos seleccionados como bonitos de España. No está mal. Casas palaciegas o señoriales que se repiten en calles. Banderas que anuncian el mercado medieval inminente. Precioso el ayuntamiento del XVI con bonito patio. Amplios recibidores en otras casas, con escaleras hacia la parte principal de la vivienda. Se juega a las cartas en sobremesa de bar. La plaza de toros es curiosa, semicircular. Recorremos la senda fluvial del río Rubielos, seco en tramos. A pesar de ello vegetación abundante. Ya vendrá el agua en invierno, seguro. Viajar debe de ser esto, recorrer dicha senda a las tres de la tarde y sin frío. Alguna zona adolece de una capa de pintura y de limpieza. Pero ahí no llega el turismo. El problema de las necesidades de los perros es endémico en nuestra tierra. Estrofas de jotas en las esquinas. Hacemos tiempo para visitar la ex colegiata, la joya del pueblo. Santa María la Mayor, de primeros del XVII, con sucesivas reformas. De hecho ahora necesita una. Carteles por toda la iglesia reclamando ayuda. También nos lo recuerda el señor que nos recibe. Grietas y humedades. Subir a lo mas alto de la torre casi da miedo. Pequeño museo a la entrada. Preside el altar mayor la coronación de la virgen y dos gigantes Pedro y Pablo a los lados. Concha colorida en el techo. Nadie quiere meter dinero aquí a pesar de contar con un retablo magnífico. Gótico internacional atribuido a Gonzalo Peris. 53 obras juntas. De principios del XV. Cuenta la vida de la Virgen. El artista está documentado entre 1380 y 1451. Una joya. Mereció la pena la espera. Rumbo a Castellón.

teruel-3



Miércoles de agosto. Coches y ruido si se abre el balcón. Silencio tras un cristal cerrado. Azules en un cielo. Hacen pleno. Frescor en una ciudad que seguro no tiene prisa. Dejamos atrás el Reina Cristina. Compramos la trenza mudéjar. Manjar turolense para desayuno o merienda. En la Iglesia de El Salvador hay un hermoso Cristo en el altar. Silencio antes de misa. Las paredes con decoración en yeso. El Cristo tiene una tercera mano en el costado izquierdo. Leyendas en torno al origen. Lo datan en torno al XIII. Visitamos palacio o casa de la comunidad, del XVI. Alberga ahora el Museo de Teruel. En las caballerizas empieza la visita siendo los comederos de ayer vitrinas expositivas. Historia y etnografía. Muchos objetos y mucha cerámica. La galería de arriba ofrece exposición de fotos y magníficas vistas. Muy recomendable. También exposición en la planta baja de José Haro, fotógrafo de cine. Caminamos sobre el viaducto, altura para salvar desniveles, y bajamos a los aljibes medievales de Somero y Fondero en plena plaza. Recogían el agua de lluvia para abastecer la ciudad. Con capacidad de 644.000 litros o 58.000 cántaros. Bien documentado y explicado el flujo del agua. Buena atracción para los mas pequeños. Mas Teruel, escalinata modernista y mudéjar, realizada en 1921, obra de José Torán, ingeniero de caminos turolense. El mural de los amantes de Marinas está en obras, una lástima. Atravesamos el óvalo para llegar al parking. Hora de viajar. Un recuerdo final, ¿qué hacen decenas de aviones varados cerca de Teruel? Google tiene la respuesta, es la mayor plataforma de estacionamiento y mantenimiento de aeronaves de Europa. Todo un negocio.

teruel-2



Sigue la tarde en Teruel. Nos toca visita al museo Diocesano o de arte Sacro situado en el Palacio Episcopal. En plaza tranquila que da acceso también a la Catedral. Bonito patio acristalado. Obras en su mayoría anónimas. Bonita Inmaculada de Bisquert y delicado Calvario inconcluso del siglo XIV. En la transición entre plantas aparece un bonito mensaje debajo de tres tallas mutiladas o pendientes de restauración. “No nos restauréis. Dejadnos. Restaurad antes la paz, el amor y la concordia, ¡sois hermanos!....”.Tras eso, poco queda decir, o no. Siempre hay algo más. En ese patio donde se filtra la luz y se ven cúpulas y torres se expone la obra titulada “colores primarios” de Miguel Sebastián. Conjunto de fotografías que el autor resume así: “Durante un año he documentado la vida de una persona. Antes había escuchado atento a muchas otras, parecidas y anónimas, que me hablaban desesperadas sobre unos ojos invisibles, los nuestros. No ocupan la actualidad con portadas de periódicos ni encabezan telediarios; por eso me interesan y conectan con mis propias convicciones y con mi forma de entender la realidad humana. Gabriel ha cumplido 53 años, vive en la calle desde hace 15 y ha permitido mostrar su vida a través de mi fotografía. Colores primarios es una habitación donde poder recogerse, comenzar y dibujar de nuevo en una hoja en blanco. Conseguir con solamente tres colores infinitos tonos, conseguir con tan solo lo básico una vida digna. Les invito a una reflexión, miren cada una de estas imágenes y piensen que es lo que puede sentir una persona que un día soñó, como tú y como yo, sueños que la pobreza y la marginación han roto y que nuestra sociedad no ha sabido reparar.”
Sobran las palabras. Afuera suena la música. Es Hotel California. Se prepara escenario para mas tarde. En la Catedral la visita es guiada y no se permiten fotos. Vemos el retablo mayor y capillas. El primero es de Yoly, sobre 1536. El escultor está enterrado en el coro. La madera, no policromada, se ha barnizado con nogalina. El conjunto es un retablo custodia para la eucaristía que se reserva en el óculo o pieza transparente iluminada (privilegio del Papa Luna). Al óculo lo sostienen cuatro ángeles. Toques blancos y granas en columnas, con sabor a mezquita. Tres naves. Dedicada a Santa María de Mediavilla tiene su origen en un templo románico del XII. Importante cimborrio. Bonita capilla de la Inmaculada e importante retablo gótico en la capilla de la coronación. Con todo lo mas destacado sea quizás la techumbre mudéjar, única en el mundo. De fines del XIII cubre la nave central. Toda clase de personajes aparecen. Se sube cerca de ella y en estrecho pasillo se contempla. Abertura al vacío. Los amantes no unían las manos. Las nuestras no se separan y casi se quedan pegadas. La culpa es del vértigo que por un momento dispone de nuestros sentidos. Ya con los pies en el suelo visitamos la cripta de los mártires que guarda los restos de Anselmo Polanco, obispo, y Felipe Ripoll, muertos en la guerra civil. Otro mensaje similar al del diocesano. Aparece la madre digna de reparación o virgen rota. Es una talla de la que queda el rostro en parte y parte del tronco. “Restáuranos Dios Salvador nuestro, que brille tu rostro y nos salve”. Es hora de cenar y elegimos el Torreón. La especialidad son las patatas pimajopere. O lo que es lo mismo, con pimentón, ajo y perejil. Buenas. Gente en la plaza del torico. Es hora de concierto, en marco incomparable, junto a la torre de la Catedral que parece inclinarse. Noche cerrada en la ciudad que es la mas pequeña de las capitales de provincia, con apenas 35.000 almas, que solo tiene un cine y cierra en agosto y que no tiene centro comercial. Será por eso que siempre parece haber vida en las calles. Sillas blancas para escuchar una gala lírica de piezas de zarzuela interpretada por los amigos de la ópera y la zarzuela de Tarrasa. Cuatro interpretes, dos y dos. Destaca Juan Carlos Estevez. Suenan las campanas y el agua que fluye de la fuente del deán. Aplausos y bis final.


lunes, 29 de agosto de 2016

teruel-1



Nos recibe Teruel con calor, mucho. La habitación del hotel Reina Cristina da al paseo del Óvalo donde comeremos enseguida. Encima de las banderas de España y Aragón. Ahí está nuestro balcón sobre fachada blanca reluciente. Comemos en la terraza del bar Gregory. Ensalada y verduras a la plancha. Buena comida y agradable el entorno. Lleno y sigue el calor. Yo estuve en esta ciudad hace muchos años, me quedan pocos recuerdos. Calles también estrechas que desembocan en esa plaza del torico. Es pequeño, de verdad. Mucho que ver. La estatua donde queda el animal dice que Alfonso II el casto funda la ciudad sobre un enclave reconquistado, es 1171. El toro y la estrella, símbolos de una ciudad y cuyo origen como iconos tiene múltiples interpretaciones. Ciudad también del amor. La Fundación Amantes de Teruel explota la historia de Diego e Isabel. A su amor se le pone un plazo, que expira. Cuando él vuelve ya con dinero ella ya se ha casado. Él le pide un beso, ella no accede y él muere de amor (“bésame, que me muero”, dicen que dijo). Será en los funerales cuando ella accede a besar el cuerpo inerte cayendo entonces muerta también. Hablamos de los primeros años del XIII. Se descubren las momias en 1555 en la Iglesia de San Pedro. Serán expuestas así, sin mas, durante años, hasta que Juan de Avalos realiza las sepulturas de alabastro. Es 1956. Las manos no se tocan. Se repiten las fotos dentro del mausoleo. Empieza la visita guiada. Ella se llama Paloma y es jovial y alegre. Entretiene. La iglesia de San Pedro es todo un espectáculo. Una de las joyas del arte mudéjar. Construida a lo largo del XIV ha sufrido muchas modificaciones. El retablo es de madera y la iglesia es colorida en sus paredes, obra de Salvador Gisbert a finales del XIX, que lo pinta todo. El retablo mayor, de madera de pino rodeno sin policromar. Dicen que es obra del taller de Yoly. Dos imágenes no habituales, la de San Pedro como Papa de la Iglesia y la del mismo en su martirio, boca abajo. Sí es del escultor francés el retablo dedicado a San Cosme y San Damián, más pequeño, allá donde se encontró a los amantes. Nos cuenta la guía que el torico pesa 54 kilos y nos habla de los elementos decorativos de la torre mudéjar como las cañas de bambú. Visitamos claustro y patio con mucho verde y esculturas preciosas de Ramón Boter, artista barcelonés nacido en 1954. Toca subir a la torres, 76 escalones. El calor aprieta. Las campanas no sonarán y los cristales anti palomas acrecientan la sensación de ahogo. Mejor se está en el paso de ronda. Damos la vuelta y ahí podemos casi tocar el rosetón central de la nave. Completamos la visita volviendo al mausoleo. Paloma nos contó que las manos que no se tocan dibujan una sombra en el suelo, con forma de corazón. Es cierto.