Castellón tiene pinta de
ciudad del sureste. Calles y cruces que me recuerdan a Albacete. Bordillos
altos y aceras de tonalidad y material similar. Y muchas terrazas que combaten
el calor, húmedo aquí. Es miércoles por la tarde. Paseamos para conocer el
cogollo de una ciudad que parece dormida y casi desaparecida. Persianas bajadas
y pocas luces en pisos. La playa manda. Cenamos en Blasón o Gambrinus. No queda
claro el nombre. En terraza al aire libre. Todo bueno. La noche es ideal para
el paseo. Lo hacemos. Y acabamos con horchata en sitio cercano al hotel después
de atravesar el Parque Ribalta, espacio pequeño pero coqueto, lineal en su
trazado y que ensancha hacia un costado. Vegetación y asientos para el
descanso.
Despertamos en Castellón
con cielo azul. Un jueves. Paredes blancas en patio trasero. Canastas de otro
tiempo y palmera seca en patio de bajo. Mandarinas sudafricanas para desayunar
en el parque donde ya hay runners y pájaros y sombras. Niños también, gente que
se mueve aún siendo temprano. El Mercat Central está repleto de pescaderías.
Mariscos que asoman, desconocidos, como la galera. O peces ya pelados y
cortados longitudinalmente, como la musola, que es de la familia de los
tiburones, tipo cazón. El mercado está en la plaza mayor y alberga vida. A su
lado la Concatedral de Santa María la Mayor. Su reconstrucción tras la guerra
comenzó en 1939 y culminó en 1999. Fría y con muros muy vacíos, ya sufre obras
en su fachada principal. De recuerdo una talla de San Pablo del XVII,
incompleta. Andamos para alcanzar el Museu. Cerámica, etnología, arqueología y
bellas artes. Ambiciosa proyecto e interesantes colecciones. Para empezar nos
topamos con una exposición temporal dedicada a Sorolla. Se presenta una
colección de bocetos para su Visión de España. Los lienzos finales están en la
Hispanic Society of America de Nueva York y los bocetos se han restaurado aquí
en España. El audiovisual nos guía por los viajes del pintor por España para
captar a vuela pluma y en trazos gordos lo que luego traspasaría al lienzo. Gente
que posa para que él plasme sobre el papel. O escenas que traza para un
posterior desarrollo. “Nos cuenta algo que ya no podemos ver nosotros”. Una España
que ya pasó. La tecnología al servicio del arte. Talento para “captar momentos”
o “la fuerza del instante”. Impresionados por lo visto pasamos a la permanente
donde nos centramos en las bellas artes. Un par de plantas que no te pueden
dejar indiferente. Para ello están los santos del taller de Zurbarán. O la
Serenidad de Romero de Torres. Se alterna pintura y escultura. Mucho costumbrismo
y realismo social. Autores nuevos para mí como Gabriel Puig que pinta al
escritor de cartas o un enorme lienzo que representa la expulsión de los
moriscos. Aún mas grande se presenta el firmado por Fernando Richart Montesinos,
lienzo que muestra la entrada triunfal
de Jaime I en Valencia. ¿Por dónde se empieza a pintar un cuadro tan grande? Quizás
por el ojo ensangrentado del caballo. Un par de esculturas y otro par de
pinturas ya mas modernas completan la selección. Hora de andar hasta el Grao, o
puerto de Castellón, comercial y deportivo. Zona de restaurantes y bares, al
lado de las playas. Las grúas parecían mas cercanas enfilando la avenida que
nunca acaba. Pero todo llega y nos recibe el Grao con sol gigante de cristal de
murano adosado a una casa. Elegimos bien el restaurante. El racó de la bombita.
Ensalada de crujientes y arroz del senyoret, para chuparse los dedos. Luego paseo,
barquitos y agua, yates al fondo. Horchata en la playa, beach club, a ritmo de
música machacona que incita casi a dormir. Cara. Volvemos en Tram o autobús tranvía.
Un poco confusos los horarios. Paseo y cena en el Mesón Navarro de la Plaza
Tetuán. Volvemos a atravesar el Ribalta.