lunes, 29 de agosto de 2016

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Nos recibe Teruel con calor, mucho. La habitación del hotel Reina Cristina da al paseo del Óvalo donde comeremos enseguida. Encima de las banderas de España y Aragón. Ahí está nuestro balcón sobre fachada blanca reluciente. Comemos en la terraza del bar Gregory. Ensalada y verduras a la plancha. Buena comida y agradable el entorno. Lleno y sigue el calor. Yo estuve en esta ciudad hace muchos años, me quedan pocos recuerdos. Calles también estrechas que desembocan en esa plaza del torico. Es pequeño, de verdad. Mucho que ver. La estatua donde queda el animal dice que Alfonso II el casto funda la ciudad sobre un enclave reconquistado, es 1171. El toro y la estrella, símbolos de una ciudad y cuyo origen como iconos tiene múltiples interpretaciones. Ciudad también del amor. La Fundación Amantes de Teruel explota la historia de Diego e Isabel. A su amor se le pone un plazo, que expira. Cuando él vuelve ya con dinero ella ya se ha casado. Él le pide un beso, ella no accede y él muere de amor (“bésame, que me muero”, dicen que dijo). Será en los funerales cuando ella accede a besar el cuerpo inerte cayendo entonces muerta también. Hablamos de los primeros años del XIII. Se descubren las momias en 1555 en la Iglesia de San Pedro. Serán expuestas así, sin mas, durante años, hasta que Juan de Avalos realiza las sepulturas de alabastro. Es 1956. Las manos no se tocan. Se repiten las fotos dentro del mausoleo. Empieza la visita guiada. Ella se llama Paloma y es jovial y alegre. Entretiene. La iglesia de San Pedro es todo un espectáculo. Una de las joyas del arte mudéjar. Construida a lo largo del XIV ha sufrido muchas modificaciones. El retablo es de madera y la iglesia es colorida en sus paredes, obra de Salvador Gisbert a finales del XIX, que lo pinta todo. El retablo mayor, de madera de pino rodeno sin policromar. Dicen que es obra del taller de Yoly. Dos imágenes no habituales, la de San Pedro como Papa de la Iglesia y la del mismo en su martirio, boca abajo. Sí es del escultor francés el retablo dedicado a San Cosme y San Damián, más pequeño, allá donde se encontró a los amantes. Nos cuenta la guía que el torico pesa 54 kilos y nos habla de los elementos decorativos de la torre mudéjar como las cañas de bambú. Visitamos claustro y patio con mucho verde y esculturas preciosas de Ramón Boter, artista barcelonés nacido en 1954. Toca subir a la torres, 76 escalones. El calor aprieta. Las campanas no sonarán y los cristales anti palomas acrecientan la sensación de ahogo. Mejor se está en el paso de ronda. Damos la vuelta y ahí podemos casi tocar el rosetón central de la nave. Completamos la visita volviendo al mausoleo. Paloma nos contó que las manos que no se tocan dibujan una sombra en el suelo, con forma de corazón. Es cierto.

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