domingo, 29 de marzo de 2015

colón



Las biografías de los personajes pueden enfocarse de múltiples maneras. De forma cronológica se pueden contar fechas y hechos y transmitir una vida como sucesión de momentos. A partir de ahí el abanico es infinito. Armesto es historiador y profesor en Oxford. Es el responsable de un intento serio de abordar de otra manera una vida. Motivaciones como inicio. ¿Qué pasaba por la mente del agente mercantil convertido a librero, cartógrafo y navegante? ¿Cómo llegó a forjar la idea de avanzar hacia el oeste? ¿Cómo consiguió los fondos? A partir de ahí nos embarcamos en el primer viaje y en los sucesivos. Colón se va transformando. En los momentos duros se refugia en la religión, como sustituto de sus insatisfactorias relaciones humanas. Siempre queriendo más no le confortaba verse ensalzado y le afligían las calumnias. Al menos pudo conseguir el que el autor considera su objetivo inicial. El fundar su propia dinastía, el conseguir una promoción social que pudiera perpetuarse en su descendencia. Un punto clave, Colón dejó la suficiente información de su puño y letra como para aventurarse en su mente. Lector incansable también le gustaba anotar al margen. Anotaciones para dejarse conocer, y para que generaciones posteriores interpreten sus cartas, diarios y demás.

Cristóbal Colón. Felipe Fernández-Armesto. 1991

diarios



Leo los diarios de Pessoa para descubrir al verdadero. Una vez terminado el Libro del desasosiego, ¿qué hay de aquél en la realidad? No es un diario extenso. Son fragmentos de algunos años y comentarios sueltos. La introducción apunta alto, somos ese “insecto fútil que se estrella contra el cristal de una ventana”. Se muestra escueto en su juventud, lee y escribe. Incomprendido y náufrago. Reconociendo su infelicidad busca consuelo en la lectura. Avanza el tiempo y habla de quererlo todo, disfrutarlo, comprenderlo, sufrirlo, saberlo, decirlo, pero le falta la voluntad. Se encierra en los sueños. La pasividad, espectador de la vida, como resultado. Frío en el alma. El Pessoa esbozado está cercano a aquel del desasosiego, atormentado e incomprendido.
Diarios. Fernando Pessoa. 2014

sábado de primavera



Dice la Iglesia que se denomina oficialmente sábado de pasión, previo al domingo de Ramos. Comienzos de primavera. Comida en el Curry Masala, calle Silva en Madrid. Aledaños de Gran Vía. Justo enfrente de donde vivía y falleció Estrellita Castro. Es de imaginar una calle estrecha rebosante de silencio que respeta la salida de un ataúd. Hoy un personal muy amable atiende y sirve comida diferente en un local estrecho y de decoración extraña. Las especias de la India se mezclan y generan aromas y colores diferentes. La comida se hace infantil por un momento y los picantes, a voluntad, aparecen o desaparecen. Bueno y agradable. La gente toma las calles. Es primavera. El comienzo. De escondidos a vivos. De casa a terrazas. Palmas bendecidas o no a la entrada de la Real Iglesia de San Ginés de Madrid. Calle Arenal. Recuerdos de infancia asociados a esas palmas, amarillas y ondulantes. “Domingo de Ramos, quién no estrena nada no tiene manos”.  En el interior se celebra misa que no vacía asientos a su finalización para el concierto de órgano. Interpretado por León Berben. Dedicado al quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa. Música potente, sonora. Silencio. En un concierto de este tipo el público mira al frente, o a las capillas, cierra los ojos, la música llega del cielo. Otros visitan capillas, rezan, andan, exploran. Y algún niño que no llora, con chupete, inquieto, toca sus pies y sigue chupando. Se visita una capilla de la que no veo el centro. Solo un niño rizado compungido. Atisbo un pie. Los fieles se detienen. Y también se toca  el pequeño cristal que protege una imagen pequeña del Niño Jesús de Praga. Otros leen, “Mi pie izquierdo”. Aplausos tras la segunda obra. Silencio en el resto. Imagino escorzos de manos sobre teclas y pies alocados pedaleando para llenar espacios de sonido. Bonito el “Romance para quién crié yo cabellos”, de Antonio de Cabezón, músico del XVI, al servicio de los reyes. Hermoso título. Se aplaude la penúltima pieza. Se ataca el final, con fuerza. Anónima. Papeles sin firma. Saluda el músico, desde la altura. La capilla tan buscada alberga a Nuestra Señora de las Angustias que sostiene a su hijo a modo de Piedad y al Cristo de la salud, talla italiana del XVII que muestra a Cristo caído con la cruz a cuestas. Salimos a unas calles repletas que atestan terrazas. Camino del Domingo de Ramos.

nebraska



Road movie. El viaje como todo, interior y destino. La vejez protagonista. El conocimiento. La familia. Blanco y negro. La desolación de un paisaje moteado por vacas y árboles sin hojas. Quizás el otoño. La voz del anciano que recuerda cosas y olvida mas. La infancia en el pueblo. La casa, los escombros. Las paredes vacías. Lo que queda. Lo que queda de una persona, al final. El coche avanza, se detiene. El sol no ilumina a pesar de existir.

Nebraska. Alexander Payne. 2013

sábado, 28 de marzo de 2015

JRJ



Para leer despacio, en ratos cortos, dejando intervalos, a veces largos. Muchos en tardes de verano, de esas donde la extensión de la luz se alarga y no acaba. Ininteligible a veces, dificil otras. Y de repente se siente la luz y se entiende y se siente, o se siente y por eso se entiende, poemas que dejan algo, huella lo llaman. Para muestra el titulado Distinto o el llamado Patria. Juan Ramón Jimenez se sale de la tierra para cantar. Su llamada al recuerdo, evocación, es poderosa en “Con ella y el Cardenal”, “el allí que uno quiere volver a ver, volver a ver, volver a ver siempre lo mismo”.
Y de la “Carta a Georgina Hübner en cielo de Lima”, musa imaginaria del poeta, me quedo con esta maravilla,

Desde ahí, tú sabrás que esto no vale nada,
que, salvando el amor, lo demás son palabras…

Antología poética. Juan Ramón Jimenez.