domingo, 31 de marzo de 2013

levantar una persiana


Soñé con la muerte o con muertos, todo alrededor era conocido y desconocido. La pasada noche. Debe ser consecuencia de la semana santa y de su dicotomía de muerte y resurrección. El Cristo de la buena muerte pasea por Málaga a hombros de la Legión. Dicen que su cara denota esa buena muerte. Es una talla de madera oscura y la solemnidad del acto televisado desata al locutor que cita emocionado al famoso Millán Astray y sus vivas. Sabrá de sobra el del micrófono quién era ese señor, un fascista tuerto. Darían ganas de creer en Dios si no fuera por no tener al lado a algunos compañeros de viaje o creencia. Y es que se está poniendo difícil creer en el ser humano o en las instituciones que crea o gobierna. No sé si existe la buena muerte pero creo que la mala existe. Veo en televisión un autobús despeñado en Perú. Hace unos días el cantante Franco Battiato pedía una buena muerte. No sé a quién pedirla. En Andalucía no parece que los del cielo les hagan mucho caso. Llueve sobre mojado y cancela desfiles procesionarios. Y si piden trabajo se encuentran con la comunidad de más parados de  este país. Alguien no se entera o no nos enteramos todos. Pero es que la Pascua resucita el folclore y la farándula y todos a la calle. Hay algunos que no salen de la calle, los que piden cuando venden la revista la farola. Me topo con uno de ellos a la entrada de un hospital, es de color y nadie le hace caso.  Se quiere endurecer la inmigración ahora que no hay trabajo. Buscábamos trabajadores y llegaron personas, titulaba un medio hace años en medio del fantasma del crecimiento inmobiliario. Y ahora las personas sobran. Yo tampoco le hago caso, y no me atrevo a mirarle a los ojos. Un pecado más que añadir a mi colección de veniales y mortales. Ese es el Cristo al que nadie mira, sólo que no es de madera. Intuyo la no existencia de Dios pero en otro programa de la dos en este domingo último de marzo piden que los espectadores dejen testimonios de resurrección en Facebook. No es un chiste. Por eso me quedo con el testimonio de Alfonso, entrevistado en sábado santo, en Telecinco, joven con más de 13 años luchando contra el cáncer, su voz parece infantil y agota sus últimas posibilidades, espíritu donde caben todas las semanas santas de estos días. Sus padres le tienen a él y a otra hija que nació con parálisis cerebral y nunca se movió de su silla. Alfonso lucha por levantar una persiana cada mañana, la de la habitación de su hermana y recibir una sonrisa a cambio. Y ver y escuchar a su madre me hace contener la respiración y hace callar las voces de los que lloran porque llueve. Promete volver el año que viene. Estaré esperándole. Alguien debería venir y poner orden en todo esto, pero no sólo en este país de nacionalismos rancios y caducos, sino en la humanidad universal. Y vendrá, poco a poco, será la muerte, que a todos alcanza, por más que se corra y se atesore, por más que se robe y se acumule, llegará, inevitable. Pero mientras tanto, sigamos levantando persianas cada día y hagamos algo para cambiar este mundo sin esperar premios o castigos divinos.

viernes, 15 de marzo de 2013

tras el humo

Me prometieron el cielo eterno y creí. Dejé de creer y las promesas siguen vigentes, y seguirán. El cambio obró dentro de mí. Ellos no cambian, la Iglesia se mantiene tal y como la conocí, en términos generales. La Iglesia como organización jerárquica que manda y dispone e interpreta la vida sin tenerla muchas veces en cuenta. Con excepciones, muchas, afortunadamente, de miembros que no obedecen a la curia y que velan por prójimos siguiendo enseñanzas ancestrales. Y es posible que haya cambios, pero infinitesimales, poco aparentes, por eso me sorprende la transcendencia que tantos dan a la elección del nuevo pontífice que por mucho que quiera no va a poder desarrollar su labor más de unos años, escasos para obrar tanto cambio como algunos se imaginan. Y me hablan de humildad y austeridad, como si vivir así fuera algo sobrenatural. Es lo que hacen millones de personas diariamente. Es difícil de agarrar por algún lado una institución que se perpetúa y se retroalimenta agarrada a ideas respetables pero alejadas de una mayoría social y del mundo de verdad. La cara amable es lo de menos. Surgen sombras sobre el papel del nuevo Papa durante la dictadura argentina. Dicen que cuando menos su actitud fue de tibieza. Todos tenemos sombras pero las de aquellos cuya estatura moral debe ser no irreprochable sino que debe alcanzar la excelencia deben ser pequeñas o inexistentes. No todos tienen la mala fortuna de pasar sus días bajo una dictadura represora. Pero son menos los que tienen las agallas de enfrentarse a ella con riesgo real para su vida. Quizás la tibieza sea la responsable de que el tiempo te ponga en trono vacante de Pedro.

sábado, 9 de marzo de 2013

no nos moverán

Las versiones son múltiples, en idiomas de todo tipo, del "No nos moverán" de Joan Baez, al episodio de Verano Azul donde nadie quería bajarse del barco de Chanquete. Espiritual afro-americano, paradigma de la fe inquebrantable en el creador. Canción de autobús, de excursión colegial, de adaptación de letra, que no de música, para plasmar el día a día de clases y alumnos. Cantada y vuelta a cantar en fuegos de ejercicios espirituales o marchas montañeras. La escucho ahora en boca de un sonriente Smiley Lewis, nombre adquirido, por la sonrisa y por la familia que lo acogió cuando se subió a un tren de carga y amaneció en otra ciudad, los años de la depresión americana. Murió joven y se decía que tuvo mala suerte, no vendió todo lo que se merecía. Su música, rhythm and blues queda grabada, feliz a veces, llena de ritmo y vida, triste otras, pausada y larga. Pero imperecedera. Sus temas son deliciosos, para prestar atención y aparece el “I shall not be moved”, con trompeta orquestando y coro de voces que marcan el paso.

sol velado

El fútbol no debería ser así. Debería ser inocente, agradable, limpio y noble, ajeno a insultos, amaños y gestos de odio. El fútbol perdió su inocencia cuando cumplí algún año, años ha, y el cemento y la arena dieron paso a la miseria. Y hurgar en el primer gol es imposible aunque debería ser obligatorio grabarlo y enmarcarlo en memoria imborrable, como dulce momento para la nostalgia. A eso se reduce todo, a acordarme de lo que ya no volverá mientras se rodea uno de zafiedad en campos y la mala baba imperante se impone como normal, por lo habitual, mezcla de pasión y arrebato en gradas, que no en camas. Amantes poco amados, o poco amantes, despechados, gritan a coro e insultan al de corto, al de negro, o al trencilla, o al de la banda, y se mentan los muertos, y se mezcla pera y manzana, con el beneplácito de los que consideran el deporte como opio que no mata pero que disgrega y atonta. Tardes en la memoria de la inocencia, tan lejanas y de tan inocentes tan irreales. Quizás siempre fue así, eran mis ojos, velados por una manta virgen, como el sol de esta tarde, velado, no enterrado, oculto entre nubes, esas que se disiparon dentro de mí hace tanto tiempo.

la granja-feb 2013

En La Granja el frío se hace intenso. Afuera los termómetros marcan los menos cinco y dentro del Palacio el calor brilla por su ausencia. Lo recorremos despacio pero el final se hace largo, en planta baja el frío se intensifica, será la visión de unos jardines donde el agua se ha congelado y muchas estatuas se encuentran tapadas para evitar el deterioro, por alguna asoma lo que parece una hoz. El jardín, blanco y verde, quedará para otra ocasión de primavera. El palacio alberga un impresionante museo de tapices, de dimensiones enormes, los que fueran en su día propiedad de reyes y reinas se muestran hoy, colgados de paredes inclinadas para evitar el rasgado y bajo una luz tenue, para evitar su deterioro. Oro, plata, seda y lana dan vida a escenas bíblicas y no, llenas de personajes. Se enciende la oscuridad al acabar esa sección y entrar en salas y más salas repletas de mobiliario, objetos de todo tipo y pinturas. Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V, también pintaba y se guardan unos cuantas de esas obras, de pequeño tamaño. Pasamos por infinitos relojes, todos en hora, de tic tac incansable. Llegan las esculturas, destaca la Fe velada, de Antonio Corradini, realizada en 1720, donde el velo parece querer ondular. Al lado del palacio está la Colegiata, donde descansan los restos de Felipe V y su segunda mujer. Un relieve en estuco representando a Cristo resucitado preside la capilla, obra de Luis Salvador Carmona.
Afuera los visitantes degustan el fin de semana de la tapa del judión. La mezcla con chipirón y alioli con violetas no deja indiferente. Ya dentro de los confines del Palacio de Ríofrío los gamos parecen ajenos a coches y vida moderna. La visita interior es guiada y muy interesante. Palacio poco ocupado, también repleto de obras de todo tipo, alberga también el museo de la caza donde dioramas presentan escenas con especies disecadas que atraen sobre todo la atención de los más pequeños. Entre las pinturas destaca una colección de 150 obras que representan la vida de Jesús, todas pintadas por Giovanni del Cinque en un solo año. Me quedo con el cuadro de Isabel Bernier que representa a Alfonso XII de niño con sus hermanas y con el que representa al monarca con su segunda esposa María de la Mercedes, cuadro inacabado, de anónimo autor, debido a la temprana muerte de ella, de hecho el rey se retiró a Ríofrío para pasar el duelo. A la salida de palacio sí que nieva de verdad, no hay carruajes antiguos ni caballeros ni reyes, pero sí campo de árboles y más gamos, confinado, y cielos libres que anuncian nieve en cumbres y otras cotas, y carretera sin manta hasta el hogar.

segovia-feb 2013

Todos los arcos del mundo caben en el Acueducto de Segovia. Siempre hay alguien inmortalizándolo, aún más, así como a sí mismo, sonrisas en pareja o en grupo. Desde arriba o con la perspectiva que da la visión a pie de calle donde el frío es intenso y pequeños copos blancos bailan al son del aire de la tarde. La oscuridad se cuela por las callejuelas de una ciudad que conduce a un Alcázar solitario y apagado. La luz es tenue en los jardines, y el silencio va calando. Se intensifica en una pequeña iglesia de paredes encaladas y techo plano que alberga a unas doce personas, a la espera de misa, sin rosario previo. El silencio todo lo puede, sólo lo interrumpe el carraspeo y la tos, propias de épocas o edades. Dan ganas de quedarse. Afuera, se rompe la noche, es sábado, y asociaciones y grupos políticos de la ciudad se unen para ocupar la calle principal y llegar a la plaza donde habrá mítin. Se suceden los eslóganes, con el gobierno y sus personajes en el punto de mira de la indignación. Nosotros cambiamos la algarabía por otra ración de silencio, esta vez interrumpido por el monótono hablar del sacerdote y por las respuestas consabidas y tenues de los asistentes. Es misa vespertina, de ocho de la tarde, ya empezada, en parroquia románica, de San Millán. De oyente que no de practicante, asisto escuchando la propuesta muy esperanzadora pero poco directa que nos ofrecen. Todo parece alejado de la realidad, y más de esa manifestación que reclama soluciones ya y ahora. A pesar de eso, el templo se encuentra casi lleno e incluso sorprende la presencia de familias al completo. Entonan una canción y no puedo resistir un nudo en la garganta al escucharla, “el auxilio me viene del señor…” Recuerdos de infancia y de mi tía que la cantaba en sus tareas diarias. Al acabar tenemos tiempo suficiente, antes de que las luces oscurezcan las naves, de pasear por el templo. Destacan algunas pinturas murales sobre la piedra. Un calvario donde los rostros se han difuminado y a su lado la enorme figura de lo que parece un peregrino. Dos tallas de gran belleza resaltan. Las dos son del escultor segoviano Aniceto Marinas, 1866-1953, el Cristo en su última palabra y la Soledad al pie de la Cruz, ambas desfilarán en la Semana Santa. Cenamos en La Oja Blanca, en un extremo de la plaza mientras una pareja de ancianos con manos enlazadas, pintados a lápiz nos observan desde la pared. Ya afuera, la ciudad se recoge o se expande, según se mire, los copos se resisten a irse, el frío suma negativos y la balada triste del saxo desafía a todo y a todos.