Prosa poética, aderezada de flores, libros escritos desde el exilio. Conocí
a Albertí cuando regresó a España en el 77, en esa tele incipiente de color,
hombre de pelo cano largo elegido diputado. Uno de los comunistas denostados
por muchos. Parte de esa división perdedora de la España que había marcado a
los exiliados para siempre. El tiempo me trajo a un poeta apartado y este libro
me trae a una persona, humana como la mayoría. Alejado en estos recuerdos de la
política, cubre hasta 1931, el poeta reconoce en el 29: “poco sabía yo de
política, entregado a mis versos…”. Pintor inicialmente, descubre la pasión en
la escritura, después de una infancia en colegio de curas donde hacer rabonas o
piras era su escapatoria para buscar el mar y la arena. Hace su primer poema al
padre muerto, en 1920. Ya en Madrid sigue pintando pero el gusanillo de las
letras le carcome. Los problemas de salud y el reposo necesario le fuerzan a
leer y a escribir. Gracias al libro conozco a su amigo y pintor Servando del
Pilar y al poeta Salvador Rueda. Las visitas a su hermana a Rute, provincia de
Córdoba, dejan episodios memorables como el de la “encerrada”. Siempre con los
bolsillos vacíos, así se reconoce. Después
encuentra el amor, el que todo lo cambia.
La arboleda perdida. Memorias. Rafael Alberti. 1959