domingo, 21 de septiembre de 2014

alberti



Prosa poética, aderezada de flores, libros escritos desde el exilio. Conocí a Albertí cuando regresó a España en el 77, en esa tele incipiente de color, hombre de pelo cano largo elegido diputado. Uno de los comunistas denostados por muchos. Parte de esa división perdedora de la España que había marcado a los exiliados para siempre. El tiempo me trajo a un poeta apartado y este libro me trae a una persona, humana como la mayoría. Alejado en estos recuerdos de la política, cubre hasta 1931, el poeta reconoce en el 29: “poco sabía yo de política, entregado a mis versos…”. Pintor inicialmente, descubre la pasión en la escritura, después de una infancia en colegio de curas donde hacer rabonas o piras era su escapatoria para buscar el mar y la arena. Hace su primer poema al padre muerto, en 1920. Ya en Madrid sigue pintando pero el gusanillo de las letras le carcome. Los problemas de salud y el reposo necesario le fuerzan a leer y a escribir. Gracias al libro conozco a su amigo y pintor Servando del Pilar y al poeta Salvador Rueda. Las visitas a su hermana a Rute, provincia de Córdoba, dejan episodios memorables como el de la “encerrada”. Siempre con los bolsillos vacíos, así se reconoce. Después encuentra el amor, el que todo lo cambia.
La arboleda perdida. Memorias. Rafael Alberti. 1959

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