domingo, 27 de julio de 2008

los juegos olímpicos

Imaginemos algo menos tremendista que una de las catástrofes que han asolado Asia a lo largo de este año. No hay Juegos Olímpicos, éstos se suspenden, boicot internacional. Los miles de deportistas que llevan años soñando con esta cita se quedan en casa. Seguirán compitiendo unos, otros no, porque la edad ya haya pasado, pero habrá otras oportunidades, campeonatos mundiales, europeos, continentales, ligas y copas que paliarán la terrible decepción, una depresión más de nuestro mundo de acá, esas que son más importantes que las verdaderas tragedias, las que suceden allá. Como parte del sentimiento de compasión universal que surge tras un desastre natural como el acontecido en Asia, las voces discordantes con el orden establecido se han ido diluyendo hasta llegar a que ya nadie se acuerde de los tibetanos, algunos de los cuales no parecen estar pasándolo demasiado bien.
¿Tendría sentido un boicot a los Juegos? , o mejor, ¿valdría para algo? Yo creo que la respuesta es sí. Un ejemplo, para que nuestros gobernantes tomen una iniciativa real de posicionamiento contra un país que no respeta los derechos humanos y donde no existe libertad de opinión ni libertad de prensa. No para seguir una línea de coherencia que no abunda por no decir que no existe. Pero sí para fundar esa base que sirva para que esa olvidada coherencia encuentre recipiente donde crecer y perpetuarse. Dirán que el problema empezó cuando se otorgaron los juegos. Así es, no se debería haber llegado hasta aquí. Dirán que hay otros campeonatos o actos de todo tipo que se celebran en países irrespetuosos con los derechos humanos y no se hace nada. Así es también, ejemplo de la falta de un cimiento sólido para la coherencia. A la falta de pilares contribuye en gran medida el olor del dinero, por el cual, cientos de de multinacionales invierten en China y en otros países sin preocuparse por la situación real, olvidándose muchas veces de los derechos de los trabajadores que manufacturan sus productos en condiciones poco edificantes, denunciadas afortunadamente cada vez más. El beneficio ante todo. Si no hubiera juegos, habría pena, frustración y despidos en muchas empresas de esas que dejarían de ganar ingentes cantidades de dinero. El mal menor es celebrar los juegos, piensan muchos, que los chinos arreglen a su ritmo sus problemas políticos, es decir, la falta de libertad, esa de la que se nos llena la boca cuando la citamos. Pero nosotros no estamos aquí para eso, el deporte está por encima de la política. Qué mala prensa tiene ésta y que buena prensa tiene aquel. Entretenimiento, sillón, zapatillas y deporte mundialmente retransmitido. El nuevo opio de un pueblo que quizás no soporta ver las tragedias y no quiere reflexionar sobre las raíces verdaderas que las provocan. Ya, dirán que es complejo y que no se soluciona en un día ni en dos ni con el boicot. Y tienen razón. Pero algún día habrá que empezar, ¿no? La hipocresía y la coherencia son valores enfrentados e incompatibles a menos que uno nunca abandone la hipocresía.
Semanas después del terremoto del 10 de Abril de 1933 en Los Angeles, California, durante el cual se derrumbaron 70 escuelas, se aprobó la Field Act, una ley que recogía normas estrictas para la construcción de los recintos escolares. Esta ley se fue exportando al resto del país y sirvió de punto de partida para prevenciones similares en otros países. Desde aquella fecha, dice la historia que nadie ha resultado herido en un recinto construido siguiendo esas normas.
El 12 de Mayo de 2008 un devastador seísmo en el suroeste de China dejó casi 100.000 victimas, muchos de ellos en recintos escolares. Todo el mundo ha alabado la implicación de las autoridades chinas y su aperturismo a la hora de permitir ayudas exteriores, en contraste con la posición de la junta birmana ante las inundaciones, oscura y deshumanizada. Faltaría más que las autoridades chinas no se implicaran, ¿no? No hay que olvidar que los dirigentes deben de estar al servicio del pueblo. Lo que no parece tener una crítica generalizada es la comparativa con Japón, que sufre terremotos de magnitud similar, pero donde los muertos se cuentan con los dedos de una mano, donde no se caen los hospitales, las escuelas y las viviendas. Está claro que las autoridades gubernativas chinas están lejos de implicarse en ese servicio al pueblo que tanto dicen amar.
¿Qué opinan los chinos? Por una parte, nos llega por los medios la imagen de un pueblo entusiasmado con la celebración de los juegos, con recepciones masivas al paso de la antorcha, con ganas de demostrar al mundo quienes son realmente. Pero otros medios hablan de silencio, de detenciones masivas de disidentes, de silencio informativo, de intentos de silenciar las webs y blogs más críticas,…En las Olimpiadas de México, en 1968, los llamados estudiantes “antipatriotas” gritaban: “No queremos olimpiadas, queremos revolución”. Diez días antes de la inauguración de los juegos, el 2 de Octubre del 68, en la Plaza de las Tres Culturas de la capital, un número indeterminado de personas murió, tras la actuación policial y del ejército, sin ver los frutos de esa revolución que estaban iniciando. En Pekin parece difícil que veamos manifestaciones como aquellas; no es de esperar que el régimen totalitario existente lo vaya a permitir.
Será que el humo de la contaminación que dicen que cubre las instalaciones chinas no es el que ciega nuestros ojos, no, hay algo más que los ciega.

gante

Dice la información turística de Gante que ésta, capital del mundo en su momento, tiene más que ofrecer que Brujas. Uno se encuentra menos turistas que allí, quizás menos espectáculo, pero lo que uno puede admirar es igualmente espectacular, un sitio verdaderamente acogedor para pasear y admirar su enjambre de casas y canales. Lugar de nacimiento del monarca Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, uno encuentra en su recorrido importantes bellezas arquitectónicas, una de las cuales, una minúscula casa, presenta en su fachada una representación de seis de las obras de misericordia, faltaría una. Si uno ya no se acuerda de sus orígenes de educación cristiana, merece la pena recordar las cuatro primeras, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo y dar posada al forastero. Esto es precisamente lo que hicieron, allá por el siglo pasado, año 1937, unos cuantos ganteses, y otros muchos belgas, acogiendo a muchos de los llamados niños de la guerra, los que fueron evacuados de España para no ver los horrores de la contienda, algunos de los cuales no fueron repatriados tras el final, quedando sus días inmersos para siempre en esa tierra de acogida llena de agua.

viernes, 25 de julio de 2008

brujas

Todos los cocheros que en sus coches de caballos pasean a los turistas por la ciudad de Brujas aflojan el paso al llegar al lago del amor. El ensanche de los canales forma un rincon acogedor y romántico al que los cocheros se refieren en múltiples idiomas para explicar que una joven, cuyo amor no era aprobado por su padre, se escondió por aquí y murió. El joven separó las aguas del lago y enterró a su imposible amor bajo las aguas. Después de recuperar el trote normal, el conductor seguirá recorriendo los múltiples recovecos del casco antiguo de una ciudad que no tiene desperdicio en cuanto a su estética arquitectónica, el cuidado del entorno y el gusto por lo bello que parecen tener los habitantes del lugar. Las leyendas se suceden en una ciudad que parece el escenario de un cuento de hadas o de una película medieval, donde los turistas somos extras del rodaje de miles de fotos y de películas diarias. Otro rincón que muchos visitarán será la Iglesia de la Santa Sangre que alberga una reliquia con restos de la sangre de Cristo. Fue Thierry de Alsacia, uno de los caballeros de la época, quién al termino de la segunda cruzada, en el siglo XII, trajo a Brujas las gotas que Jose de Arimatea guardó, según cuenta la leyenda. La iglesia no siempre presenta la reliquia para su observación; si ese día toca que sí, verá un cilindro con algo dentro que no se puede definir, mientras los altavoces hablan en múltiples idiomas invitando a los presentes a que besen la reliquia y a que dejen su donativo para el mantenimiento del templo. Múltiples e intricados recovecos siguen a la vera de unos canales navegables desde los que la perspectiva cambia. Seguro que a más de un cochero de esos que conducen bajo sombrero de paja, les preguntarán los turistas que cómo era Brujas cuando el conde Thierry llegó de Tierra Santa. Uno dificilmente puede imaginar esta ciudad sin la pulcritud de sus calles, que refleja la luz del mediodía, y sin los extras, que soñamos con una máquina del tiempo reversible, que nos lleve a noches oscuras bajo las estrellas en oscuros rincones donde sólo se escucha el ruido de cascos de caballos que vuelven de una guerra lejana trayendo consigo el cansancio, los muertos y las leyendas que perdurarán por los siglos de los siglos.

bruselas

La pequeña región de Bruselas, que incluye la capital del país, es una de las tres en las que se divide el país de Bélgica. Enclavada en la frontera entre las otras dos regiones, ofrece al visitante el multiculturalismo que tanto Flandes como Valonia, o al menos algunos de sus habitantes, parecen rechazar. Diferencias idiomáticas, culturales y como no, económicas hacen que los que ahora son más prósperos, los norteños de Flandes, incidan en las diferencias, acompañando el ruido sobre una posible división del país. Resulta también curioso que Bruselas sea la oficiosa capital de esa entidad llamada Europa, que alberga el parlamento europeo y desde donde miles de personas trabajan para seguir construyendo un futuro común para los habitantes de este continente. El ansia nacionalista de los vecinos contrasta con el afán integrador europeo y con los aires de ciudad cosmopolita de la capital. Uno encuentra en sus calles a muchos africanos, originarios de las diferentes colonias que Bélgica tuvo. Leopoldo II, rey del país en los albores del siglo XX se convirtió en dueño y señor del Congo, donde se enriqueció a costa de los de siempre. Mario Vargas Llosa, en el prólogo al libro El fantasma del rey Leopoldo, de Adam Hochschild, dice que es una injusticia que no se equipare a este rey con Hitler o con Stalin a la hora de juzgar las mayores salvajadas de nuestra última historia. Quizás sea el fantasma de este rey el que persigue a los belgas para hacer que no se quieran sentir como tales, que aborrezcan de un pasado no tan lejano, colonial y sangriento. El barrio de Matongue de Bruselas es el barrio africano que alberga a muchos de los que la vida ha ido poniendo desde ahí abajo aquí arriba en busca de un futuro mejor, buscando sólo vivir, en la ciudad que busca ser la avanzadilla de un nuevo país llamado Europa que haga olvidar fronteras. Lástima que otros las quieran poner.

domingo, 20 de julio de 2008

las abuelas

Me sorprende la extraordinaria lucidez de alguien que en 2003, a los 83 años, es todavía capaz de escribir y publicar esta colección de cuatro relatos, no siendo el último libro publicado. Debe de persistir la ilusión por contar cosas o por expresar lo que uno lleva dentro para que a esas edades donde el cansancio infinito parece ser omnipresente haya voluntad de seguir. Un estilo escueto la mayoría de las veces, directo, traza narraciones independientes y ambientadas en entornos y épocas diferentes pero con algunos temas comunes.

Como no, el amor en sus diferentes versiones, el amor paternal hacia los hijos, el amor de pareja, el imposible, fugaz, mantenido y revivido cual película a través del tiempo y la distancia, amor no materializado que mata la vida actual, hasta llegar a una confesión en alto delante de un desconocido: "es que no estoy viviendo mi propia vida". También hay amores casi prohíbidos y escondidos tras cortinas pero que también son verdaderos.

Las diferencias sociales, que parece que no se acortan nunca, el servicio fiel y cumplidor, la multiculturalidad que sólo interesa y sólo se acepta si se dan lazos parentales, la sordidez de las vidas que transcurren en pozos imposibles de ascender.

Los cambios en el acontecer de la vida que nos vuelve mayores, la falta de comunicación, quizás excusa para no entender a nuestros hijos, que tampoco nos entienden a nosotros, algo que sucedía ayer y probablemente sucederá el día de mañana.


Las abuelas (Doris Lessing 2003)

sábado, 19 de julio de 2008

colonia


Cuando se observan las fotos de la ciudad tras el paso de los aviones aliados se puede pensar en varios factores para explicar que el edificio más alto de la ciudad permaneciera levantado teniendo a sus pies un escenario tan devastado donde sólo algún edificio adyacente parece no estar dañado. Las explicaciones son varias. Descartando la mala puntería de los atacantes, parece ser que los habitantes de Colonia se afanaron en iluminar notablemente el espacio de la catedral para evitar que fuera bombardeada y también que sus altas torres servían de referencia a los pilotos, los cuales no estaban por la labor de desperdiciar una señalización tan magnífica. Otros atribuyen su buena fortuna al hecho de que el relicario más grande del mundo alberga los supuestos restos de los tres Reyes Magos, en honor de los cuales se construyó este templo, el monumento gótico de mayores dimensiones y el espacio más visitado de Alemania. Trapiñados en Milán y traídos a Colonia en el siglo 12, estos restos convierten a la ciudad alemana en uno de los lugares más visitados por los peregrinos de medio mundo. Sea lo que fuera, ahí está la construcción, majestuosa, como simbolo para recordar lo que nunca debe volver a suceder.

transfiguración

Hay libros donde el final nos deja perplejos, resoluciones que nadie espera nos dejan un poco fuera de sitio aunque la trama nos haya llenado o despertado sensaciones gratas. Hay otros libros donde el final es antológico, no tanto por lo que sucede sino por cómo se describe. Este es uno de ellos. Stanislaw Lem, escritor polaco, publica ésta, su primera novela, en 1948. Su país ha pasado la guerra, ha estado invadido y él ha sufrido en primera persona toda ella. Los muros del hospital donde transcurre la mayor parte de la narración parecen mantener a salvo a pacientes y personal médico de lo que sucede ahí afuera, año 1940, Polonia ocupada por sus vecinos alemanes. Los muros, altos, en la espesura del bosque, no evitarán que perciban la transfiguración, ese fenómeno que describe la transformación de algo, en este caso personas, revelando su propia naturaleza. Primero la ajena, esa que no esperan y no entienden, después la suya, como reacción ante la primera. De ahí hasta el final, sólo queda leer y esperar.

El hospital de la transfiguración (Stanislaw Lem) 1948

lo raro es vivir

A través de las andanzas de dos aventureros del pasado sobre los que la protagonista intenta escribir una tesis, se trazan idas y venidas de personas que pululan alrededor de la voz narradora, unos periféricos, otros vitales, unos que aparecen y desaparecen, otros que parecen ser importantes para acabar en intrascendentes. Magnífica novela de relaciones humanas y busqueda de lo de siempre, de ese sentido de una existencia cotidiana en lugares normales y corrientes, donde habitan los personajes, uno de los cuales, atormentado e indescifrable, dice que vivir y morir son dos caras de una misma moneda, y que lo raro es vivir. Carmen Martín Gaite publicó este libro en 1996 y falleció cuatro años más tarde.

Lo raro es vivir (Carmen Martín Gaite 1996)

el animal moribundo

Thomas Morton, allá por 1600, fué uno de los ingleses que cruzó el oceáno para convertirse en colonizadores de los hoy llamados Estados Unidos. Espíritu transgresor, se enfrentó a los peregrinos puritanos de Plymouth y fundó un lugar llamado Merry Mount donde la vida parece que era un poco más alegre y menos encasillada que en la colonia original. En su libro, La nueva Canaan inglesa, Morton dice que los puritanos "hacen mucha gala de religión pero carecen de humanidad". El protagonista de El animal moribundo, pone este ejemplo para hablar de esos personajes diferentes que en el mundo ha habido y a los que de alguna forma se suma para reclamar "Una utopía de franqueza". Así que siguiendo esa franqueza para consigo mismo, busca una independencia personal, que no soledad, huyendo del compromiso en el amor y en la familia, mientras que el sexo y la obsesión con la desaparición final fluyen por todos los rincones de la novela.
El animal moribundo (Philip Roth) 2001

amsterdam

Resulta sobrecogedor el tomar las escaleras, que estrechas y en elevada pendiente, suben a las habitaciones de una casa donde se escondieron ocho personas, huyendo de la persecución de los judíos por parte de las autoridades nazis durante la ocupación alemana de Holanda en la segunda guerra mundial. Es la casa de Ana Frank, en Amsterdam, hoy convertida en un museo para describir a través de la historia de Ana el horror de la barbarie. Museo de extraordinaria acogida, con gran afluencia de público, resume entre paredes semi vacías el legado de un diario en el que aflora la esperanza infantil y el miedo a la muerte. Frases sueltas de ese libro se suceden en una muestra sencilla pero en la que sobran casi las palabras. La oscuridad, las cortinas siempre cerradas y el silencio no sirvieron de nada. Alguien delató su presencia y activó la cadena de acontecimientos que les llevó a los campos de exterminio donde sólo el padre de Ana sobrevivió. Padre que contestó miles de cartas tras la publicación del diario y que las solía acabar con estas palabras: "Espero que el libro de Ana te inspire el resto de tu vida y que te impulse a luchar, en la medida de tus posibilidades y dependiendo de las circunstancias, por la paz y la solidaridad".

el derecho a la verdad

El artículo que a continuación aparece lo publiqué en Diciembre de 2005. Casi tres años han pasado y podríamos cambiar el nombre del desafortunado protagonista por alguno de los que en el Tour de Francia actual siguen dando positivo en los controles antidoping. Algo ha cambiado en los últimos tres años; la ley del silencio se va resquebrajando y por entre las grietas asoman comentarios que hace algunos años eran impensables. En el año 1998, pareciera que los culpables del dopaje eran los policías y la organización. Ahora a los verdaderos culpables y responsables ya se les empieza a llamar tontos. Menos mal.

EL DERECHO A LA VERDAD
Corría el año 1919 y en las series mundiales de béisbol, ocho jugadores de los Chicago White Sox se dejaron comprar para entregar el título a sus rivales. Una vez descubierto el asunto, a la salida del juicio, un niño se acercó a uno de los implicados, Joe Jackson, y le dijo: "dime que no es así, Joe".
Esta frase, "Say it ain’t so Joe" la convirtió Murray Head en 1975 en una canción desgarrada en busca de la verdad. Tengo el derecho a saber la verdad, Joe, decía la canción.
Nuestros hijos también se hacen preguntas en su mundo de modelos e ídolos, y le preguntarían a Roberto Heras, ciclista acusado de dopaje en la última Vuelta a España si eso es verdad. Los expertos dicen que sí y el inculpado dice que no. Sería bueno que se aclarase, por el beneficio de todos, pero sobre todo por el de los niños, que necesitan modelos llenos de virtudes, de humildad, de verdad, de juego limpio y de hábitos deportivos sanos. Si es verdad Roberto, que mejor forma de acabar esta historia que siendo modelo de arrepentimiento sincero.

lunes, 7 de julio de 2008

deseo infantil

Cuando uno es pequeño no sabe lo que es la muerte, aunque se juegue con ella en peleas imaginarias o reales y se crea uno morir después de darlo todo sobre un terreno de juego. Hay muchas cosas por las que yo vendería mi alma al diablo. Y una de ellas sería el poder tener no sé cuantos pocos años y estar en un campo de fútbol, corriendo como un poseso, comiéndome la hierba y luchando por la victoria. En el fondo, lo que el niño desea es ser feliz y lo busca a cada paso y en cada minuto. El encuentro con la finitud de la existencia nos cambia la cara, pero seguimos buscando felicidad allá donde se puede. Porqué no ahora, en la Eurocopa, como meros espectadores pasionales. El fútbol, tan denostado por muchas cosas, tiene su parte buena: generar pequeñas dosis de felicidad, ilusión o satisfacción. Si dentro de unas horas no ganamos la copa, el viaje hasta la final habrá merecido la pena. Y si la ganamos, miel sobre hojuelas, ese niño oculto y lejano chillará, saltará y se olvidará de la muerte una vez más.