sábado, 12 de diciembre de 2015

segovia

Después de las revueltas de Navacerrada aparece la Granja y al rato Segovia. Son 84 km los que separan Alcobendas de ese otro mundo. A orillas del Eresma hace frío y el agua fluye continuamente. Espacio para pasear o salir corriendo, espectacular el paraje para el disfrute de los segovianos. La casa de la moneda a un lado y tras la cuesta, imponente, el Monasterio de El Parral. Los jerónimos dentro.  La fachada de acceso a la Iglesia parece inacabada, con dos escudos enormes. El sol se agradece allá donde llega. Se funda allá por 1447. Eugenio, el guía nos lo cuenta. Sólo quedan once monjes. Nos cuenta sus historias y edades. Nos habla de vocaciones y de fe. Todo eso al traspasar la puerta de madera que da acceso a la nave única de una iglesia alta y esbelta. Retablo de madera en el centro y alabastro a los lados. El malo de la serie Isabel, enterrado allí, Juan Pacheco. La Virgen de el Parral es pequeña y del siglo XI. Mucha historia y muchas historias. Las sargas que recubrían el retablo en semana santa a los lados. Enormes y grises. Obra de Diego de Urbina. En el interior del monasterio espectaculares vistas de Alcázar y de la ciudad. Estanque con percas que recibe agua de acuíferos subterráneos de los que se nutre la ciudad. En el recuerdo de hace unos minutos, el aspecto del embalse del Pontón era desolador. El claustro es coqueto, y ya en la despedida hablamos de los oficios de los monjes, carpinteros, su fuente de ingresos, de los belenes indultados y más sobre esa fe que mueve a los moradores y que sorprende a todos. En coche al centro. Decepcionante el Museo Diocesano que se sitúa en el Palacio Episcopal. Lo mejor es el edificio. Pocas obras y mucho espacio vacío en unas dependencias que dejaron de ocuparse en 1969. Mas interesante que el Diocesano es la colección de cerámica y pintura de Daniel Zuloaga. En el amplio patio del edificio se venden objetos antiguos y el dueño nos invita a visitar su tienda, almacén. Es hora de comer, en un patio de un antiguo palacio. El lugar se llama El Hidalgo y se come bien el menú del día. La única pega, pedí pudding de naranja y canela, y a cambio recibí un flan. Eso dice una señora, a viva voz, y yo también. La sorpresa del día llega al final. El comentario de una visitante de El Parral nos lleva al Monasterio de San Antonio el Real. A las afueras de la ciudad, el cartel de la entrada es de los años 60, cuando se abrió al turismo el recinto. Construido en terrenos de Enrique IV, donde se ubicaba su pabellón de caza, cedió el lugar a los franciscanos que poco después lo pasaron a las monjas clarisas. Mientras esperamos que empiece la visita admiramos la joya del lugar, un retablo que representa la crucifixión, con 120 figuras de diferentes tamaños. Anónimo hispano flamenco, realizado hacia 1460. La luz realza su visión y se perciben mas detalles. De madera de nogal, parece uno de esos belenes repletos de personajes donde esta vez el objeto de la escena se ha cambiado. Las monjas rezan, sólo hay ocho. Siguen haciéndolo desde 1468. Y la guía, con una ilusión que desborda, nos muestra el artesonado que cubre el altar. Oro de Sudán, de 24 kilates y madera. La iglesia decora sus paredes con enormes paños rojos. En el interior pasamos al claustro, cerrado y de techos con artesonado. Único, nos cuenta. Capillitas en los lados, pinturas,…, objetos de todo tipo. Tres joyas, mas, trípticos flamencos de tierra de pipa. En el refectorio, taquillas individuales para cada monja y frescos realizados por ellas, los mas antiguos fechados en 1487. Sorprendente. Mas artesonado en la sala capitular y mas frescos, estos sin restaurar, en la sacristía. El conjunto es de obligatoria visita para los interesados. Y la guía se merece mas visitantes. Nadie habla de esto en la oficina de turismo. Salimos rumbo a casa, mas revueltas y vueltas en una sierra triste, que espera la nieve.

burgos

Cuatro personas en un tren turístico. Padres, e hijos, ajenos y separados. Silencio en las Huelgas, afueras de Burgos, en una entrada con amplio patio, también desde ahí se accede al convento de las monjas. Hoy la visita es gratis, jueves tarde. No sé si esa será la razón de que de repente se llene la visita, gentío para seguir a una guía que nos acompañará durante una hora. Fundado por Alfonso VIII, que junto con su esposa Leonor de Inglaterra, hermana de Ricardo Corazón de León, se encuentran enterrados aquí, junto con más miembros de la realeza. Dicen que todo empezó en el siglo XII, tomando el nombre de “lugar para holgar” o de lugar donde pastaban animales de huelgo (los que no trabajan). Hoy quedan 30 monjas cistercienses. El rey Alfonso VIII es llamado también el de las Navas, por ser el ganador de tal batalla. Un enorme cuadro lo atestigua en una de las naves. La mayoría de las tumbas reales fueron profanadas durante la ocupación napoleónica y los restos que quedan de los ropajes se exponen en un pequeño museo. La iglesia es inmensa, con tres naves. En la central, en lo alto, una enorme escultura representando el descendimiento, desproporcionada, de madera, tallada en el XIII, y policromada en el XVII. Se visita claustro, otras salas, y una pequeña capilla donde se encuentra la solitaria figura de Santiago que con brazo articulado servía para ordenar caballeros, los que pasaban en vela o en blanco la noche anterior, sin dormir,  porque vestían de esa guisa y al lado de una vela. Velando armas. El museo de telas acoge el pendón de las Navas, arrebatado al ejército árabe así como la cruz que portaba el rey. Interesante visita, amena y llena de historia. Ya en Burgos paseamos con escasa luz. La navidad en forma de mercado en la plaza de la Catedral. Villancicos y algún tiovivo. Nosotros también damos vueltas, el centro es pequeño y se recorre enseguida. La Catedral a punto de cerrar al turismo; en las capillas de culto se ve el Cristo de Burgos. Paramos en San Nicolás de Bari tras largas escaleras. Iglesia eclipsada por la Catedral, acoge rosario, con letanías uniformes. El retablo enfrente. Se ilumina un poco antes de comenzar la misa. Quizás diez personas. Asombrados ante un espectáculo diferente. Encargo de un rico mercader para su enterramiento, lo realizó Francisco de Colonia, en piedra caliza, a primeros del XVI. Cuento 48 escenas y 126 ángeles en la escena principal, dedicada a la coronación de la Virgen. Algo diferente e irrepetible. Acaba la misa, breve y se inaugura exposición de pintura, de la artista Belen de la Parte. Algunas composiciones muy interesantes, de colores definidos. Pincho de tortilla de premio 2015 y tapas en Maricastaña. Patatas verdes y curiosos callos de bacalao. Burgos se anima y se pueblan los bares aún en jueves. En concierto, Monismáticos, dúo burgalés que se atreve a versionar todo, desde Edith Piaf a Moon river. Lástima de sonido. Ya en la calle cruzamos el Arlanzón. El PP prepara el inicio de campaña. España en serio. Parece una broma. El Hotel esplendido. Antiguo convento mercedario, el claustro es en la noche remanso de suave luz y paz.

martes, 8 de diciembre de 2015

tierras de burgos



Frío, no mucho. Inversión térmica. Ascendemos y sube el termómetro. En París dicen que se juega el futuro del planeta. Los campos, menos verdes, dejó de llover. Los campos, mas blancos, la escarcha de la noche. Zonas de umbría que contrastan con aquellos espacios que el sol ya bañó. Curvas fuera de la Nacional I, la carretera del norte que vira al este para llegar al antiguo Silos, ahora Santo Domingo de Silos. De nombre de granero a nombre de santo que apareció por allí en el siglo XI para reverdecer el monasterio benedictino. Fría la entrada donde se venden recuerdos y frío el señor que la atiende. Traspasando una puerta estamos en el famoso claustro e inmediatamente empieza la función. El guía viene hacia nosotros e inicia su charla. Es cantarina, suena a mil veces dicha. Suena casi a niño de San Ildefonso cantando números. Estamos solos, nosotros y él, en lo que dicen es el claustro mas bello del mundo. Pájaros que suenan, rayos de sol y relieves sin policromar. Ocho en total, maravillosos. Todo empezó en el siglo XI, y continuó en el XII y en el XIII. Abades enterrados aquí y allá. Piedras pisadas hace siglos. Columnas y doble altura, arcos y capiteles. El segundo piso es para los 30 monjes que aún perduran en su labor. Horror al vacío, dice el guía ante el primer relieve. Lo que sentía el artista ante los huecos que podían quedar entre figuras. Por eso, estas se juntan, para protegerse del frío y del vacío. Explicación convincente. El guía sigue cantando. Damos la vuelta al claustro, como si fuera un ruedo. En una sala expone la pintora María José Castaño. Burgalesa, pinta su tierra, verde y árida. Con árboles solitarios. Se titula “las verdes praderas del cielo”. El claustro se termina al pie del famoso ciprés, plantado en el XIX, intimida su altura. De repente el guía ya no habla, recita. Y por su boca canta Gerardo Diego, “enhiesto surtidor de sombra y sueño”. Pasamos a la botica, donde los monjes preparaban y aplicaban ungüentos, no para llevar, sino para sanar in situ, en aquella mesa de madera. Porcelana de Talavera, blanquiazul, para guardar la magia. De ahí a un pequeño museo, pocas piezas. De ahí se puede volver a visitar ya por libre el claustro. El guía se despide y a lo suyo, a seguir cantando y glosando para otros. Libertad para respirar y fotografiar y aspirar un poco de paz. La iglesia del monasterio, fría y gris, espera a los monjes que cantarán mas tarde, en horario de comida. Los gregorianos sonarán, pero no los oiremos. El pueblo se acaba ahí, negocios esperando tiempos mejores. Carretera y curvas para llegar a Covarrubias. Pueblo ya visitado hace años, de casas antiguas con vigas de madera que desafían el paso de los años. Empedrado y vacío a orillas del Arlanza. Los pocos habitantes que vemos nos saludan. Alguna tienda abierta. La princesa Kristina y su estatua, ella vino desde Noruega a casar con el infante Felipe, hermano de Alfonso X el Sabio. Vivieron en Sevilla, murió joven, sin descendencia, y luego veremos su tumba. Será en la ex-colegiata de San Cosme y San Damián, en su claustro, al que se accede desde la iglesia, donde bellos sepulcros jalonan las capillas. Individuos solos o parejas. También los restos del conde Fernán González y esposa, Doña Sancha, reposan en el altar. Silencio, yo escucho el silencio. Así esperamos al joven guía que nos deleitará con sus explicaciones, empezando al pie del sepulcro de piedra labrada donde el infante quiso que reposara su esposa del norte. El claustro queda enseguida a un lado y pasamos al museo diocesano, el mas antiguo de España, data de 1929. Sólo tres salas, pero repletas de obras. La gran joya, en la última sala, el llamado tríptico de Covarrubias, o relieve en madera de la adoración de los santos reyes. Figuras altas y esbeltas, de rostros serios, primera mitad del siglo XVI. De autor indefinido, algunos lo atribuyen al círculo de Gil de Silóe. Los vecinos no lo dejan sacar del pueblo. Aquí se talló y aquí sigue. A su lado otras obras que no desmerecen. Espectacular el milagro de la pierna de San Cosme y San Damián, obra de Pedro Berruguete, de finales del XV. Colores verdes intensos. Y otra obra maestra, el cuadro que representa a un triste Cristo resucitado, flanqueado por dos apesadumbrados ángeles. Es obra de Diego de la Cruz, hecha a finales del XV. El encargado del museo se ha propuesto mostrar el realismo de la escena haciendo una foto de la cabeza de Cristo que se sitúa a los pies de la tabla para apreciar los detalles. En la sacristía se acaba la visita, allí un cuadro del cura Merino, que batalló a los franceses y que habitó la Colegiata nos sirve para seguir hablando de historia. Afuera sigue el vacío y la hora de comer nos lleva al El Galín, donde la sopa caliente se agradece, al lado de un radiador y con vistas a la plaza mayor donde veo papeleras decoradas. Yo veo gente pasar, pocos. Yo veo la luz del sol, veo las sombras, no  siento el frío que nunca se fue de la sombra, y que arreciará mas tarde. Yo veo a la misma gente, la de iglesias y encuentros fugaces comer en el mismo lugar. Coche hacia Burgos. Siguiente parada.

domingo, 6 de diciembre de 2015

ya es tiempo



Yo veo a un señor comer sólo. Yo veo mascar la soledad. Quizás sea uno de esos clichés que hemos aprendido o que nos hemos fabricado. Un descorazonador engaño. Ya es navidad y nadie debería estar sólo. Yo veo las luces, lo dicen las tiendas, las películas de tarde y los anuncios. Y aunque luzca el sol, y el frío sea tibio y la nieve no exista, alguien se empeña, empezando por el calendario, en que es, se acerca, vendrá, llegará ese tiempo del año. Y la música que acompaña a Justino moverse entre maniquíes también lo anuncia. Yo oigo campanas, ángeles que escuchan. Melodías que avanzan, frenan, siguen y paran, nada es eterno. Sueños incumplidos. Yo veo al señor  que se levanta, paga y se va. Rutina para espantar a un fantasma solitario que yo imagino parece perseguirle y acompañarle sin habla.

sábado, 28 de noviembre de 2015

el paular

54 de 56 obras. Se perdieron dos entre los siglos. La desamortización de Mendizábal en 1835 se los llevó de su emplazamiento original. Y ahora volvieron, al monasterio de El Paular, a su claustro. La serie se realizó entre 1626 y 1632, por encargo, y el autor fue Vicente Carducho (1576-1638). La visita lleva tiempo, mas de hora y media, con audioguía, y es sorprendente, el entorno y el arte. La vida de San Bruno de Colonia (1035-1101), el fundador de la orden de los cartujos llevada a la pintura. San Bruno y los seis, se podría titular, sus seis acompañantes. Una vez muere el fundador la serie sigue con la historia de la orden para acabar en cuadros que representan el martirio de algunos miembros durante la reforma. Hugonotes, protestantes que persiguen cartujos. La palidez de San Bruno siempre presente. El lienzo de su muerte alcanza el punto de perfección en luces tenues y sombras. Hace frío y lo seguirá haciendo en la otra parte de la visita, que dirige el Padre Miguel, Benedictino. Ellos ocupan el Monasterio tras la guerra civil. Se visita la Iglesia, con sillería para padres y hermanos labrada en madera. Espectacular el retablo, la joya del centro. Alabastro policromado, atribuido a artistas del taller de Juan Guás, arquitecto de los Reyes Católicos, realizado en la última década del siglo XV. La vista sigue por la capilla, la antigua sala capitular, el refectorio y el transparente o sala excelsa con templo para custodia de mármoles rosados con antesala que alberga entre otras las esculturas de Pedro Duque y Cornejo (1677-1757) que representan a las cuatro mártires. Una hora de pasos callados, siete monjes quedan. Su trabajo es hospedar al que quiere vivir en paz unos días y compartir con ellos sus comidas y oraciones. De El Paular a Rascafría, a la Fanega de Roque, horno de asar de dos plantas, con decoración de aperos. Buena comida casera. De vuelta a la capital parada en Mavi, hotel de La Cabrera, recuerdos. Las letras de algún letrero se cayeron. Las del ticket de caja parecen querer llegar también al suelo.

el divino

Es día de aniversario, el Prado cumple años y la entrada es gratuita. Son las diez y veinte minutos de cola son necesarios para acceder a las salas. Mayoría de turistas. Derechos a la exposición del divino Morales. Inconfundible. Sus vírgenes jóvenes de ojos entornados mirando a la criatura son reconocibles. Ya los grados de belleza difieren. No así los niños, desmerecen sobre la creación de la madre. Rostros serenos o resignados en su mayoría, me sorprende la colección de vírgenes con sombrero o gitanas, como la de la colección Arango. Y para destacar también, dos obras del Prado, las tituladas Virgen de la leche y Virgen del huso. Otra exposición, la de Federico de Madrazo, muestra a un retratista excelso, casi fotográfico. Y ya en los lugares comunes recorremos las salas conocidas, con los cuadros ya vistos. El Bosco atrae multitud. El laberinto del Prado deja paso a un sol de otoño. Sonidos de carrillón en la carrera de San Jerónimo. Fotos con los leones. Gente y trasiego de jueves laborable. Trenes que silban y miradas furtivas. Cabalgar vías en caballos de acero, que diría un nativo.


 

nanaísmo

Modus Operandi, así se llama la galería. En calle Reina Mercedes. Espacio dividido en dos plantas que presenta Nanaísmo: Otoño. Dicen que este movimiento, Nanaísmo, “surge como protesta ante la degradación cultural, y sobre todo ética, de nuestra actual sociedad”. Tienen mandamientos, como éste, “nuestro leitmotiv es la búsqueda, más que la propia conquista”.
Se vende arte y más. Sorprende la estética de los bodegones de Rafael Jiménez y su plastilina de infancia trasplantada a la creación. Y el objeto de la visita, Lucie Geffré, deja dos retratos de perfiles definidos y sombras que llenan el espacio restante. Sugerente y atractiva la obra de una autora que reside en ese pueblo de artistas llamado Olmeda de las Fuentes. En el Quinto Vino de la calle Hernani las croquetas están buenas y debe estarlo también el cocido que es el menú del miércoles y al que llaman los comensales para reservar mesa. Todo completo por hoy y para los sucesivos se va llenando. El local es antiguo y profusamente decorado. Sigue el sol, constante. Y paseando, paseando, acabamos en la calle del escritor Perez Galdós. Ya es Chueca. Comida del norte en el Mesón Planeta donde la tele sigue el minuto de la masacre de París. La vida sigue o continúa, dicen algunos. Y no hay otra. Toca cercanías, las estaciones se suceden, Sol, Atocha, mucha gente, algunos policías. En Delicias, en su esquina, una iglesia y un lema, “mis delicias son estar con los hijos de los hombres”, del Libro de los Proverbios. Paseando al Matadero, ya no hay degüello. Hay espacio para actuar, para mostrar, para sentarse o para leer. Naves donde las paredes ya no muestran sangre, sólo ficticia. Espacio para sentarse al sol en una hamaca de madera. La casa del lector acoge una exposición, La oficina de San Jerónimo. Curioso espacio dividido en varias salas. Arte y literatura de la mano. Dicen que tradujo la Biblia del griego y del hebreo al latín. El comisario de la exposición, uno de ellos, Eduardo Arroyo, ha querido eliminar información sobre los artistas que presentan al santo. Nos lo dice el cuidador de la sala. Ha sido deliberado, no entiendo el por qué. “San Jerónimo se nutre del texto que traduce” dice la primera sala, con 17 obras. Una es reconocible, de Ribera, no hay duda y nos lo confirman. El resto quedan indefinidas. Se suceden las salas, con mas pintura o fotografía, sorprende esta colección titulada “estilita” o como nunca los dos pies estuvieron sobre la tierra a la vez. Hay óleos de Carlos García Alix llenos de libros o colores de Rafael Cidoncha o despedidas en una guerra que pinta Alfred Courmes. Diferencias con lo establecido. En la segunda planta de la casa se puede ver otra pequeña exposición dedicada a Giuseppe Tomasi di Lampedusa, escritor italiano, famoso por su obra el Gatopardo. Las vitrinas y expositores giran alrededor de esa obra, llevada al cine por Visconti y donde deslumbra la veinteañera Cardinale. Afuera la vida no para, los niños salen y entran, ya no trabajan el maíz, y mas pronto que tarde se hizo de noche entre túneles y estaciones, y sólo la luz que llega por cable permite atisbar sombras.

guillén

No entiendo a Jorge Guillén, o quizás sea mejor decir que no conecto. No saco jugo a la lectura de unos versos que se me escurren. Es una pequeña antología. Sólo Vida urbana me dice algo, entendible con palabras que crean imágenes, asociación clara y precisa. El resto fue leer como niños en la escuela, como cuando juntábamos sílabas, y luego palabras, y luego frases, y luego el sin sentido, y el olvido de lo recién leído.

Desnudo. Jorge Guillén. 1998

 

sábado, 7 de noviembre de 2015

desengaño


Es en la sala Espositivo, en calle Loreto y Chicote, homenaje a Loreto Prado y Enrique Chicote, dúo teatral que empezó a trabajar a finales del XIX. Pareja artística y real aunque nunca llegaran a casarse. A primeros del 36 se dio nombre a la calle actual. Allí se ha abierto recientemente esta galería, espacio para nuevos creadores. Es Desi Civera la joven artista que ocupa las paredes con un título sugerente, Desengaño. Las paredes son blancas, con cal tapando piedras bastas, algunas maderas. Recinto que se acopla perfectamente a lo expuesto. También una televisión emite un video. El que tomó la creadora filmando de frente a vecinos y habitantes de la calle cercana de tal nombre. Ante el video, libertad para reír o llorar, o simplemente para mirar. Y decir una palabra, lo que les sugiera desengaño. Esa palabra y un fotograma sirven para identificar a los retratados. Retratos en óleos sobre tabla, indefinidos, incompletos, diferentes, pequeños, y alguno grande. De mirada firme o tapada. El retrato como arte supremo de la pintura. El alma y algo más, aquello que solo ve el autor. Mi desengaño viene después, a escasos metros una muchedumbre hace cola, inmensa, para entrar a una de esas cadenas de ropa barata, se llama Primark. Nunca habrá colas para ver arte a pequeña escala, alejado de los grandes museos, pero arte mayúsculo en su idea y ejecución. No saben lo que se pierden.

tiempos


Cuenta Vallejo Nájera en sus memorias que uno de sus profesores, el Padre Medina, les daba tres normas para escribir bien, a saber, leer, simplificar el estilo e imitar a Azorín. Leo yo ahora a este último, y quedo prendado a través de sus pequeños ensayos. Sale a la calle y observa, describe, y reflexiona. Viaja y filosofa. Estudia y crea. Se pregunta y deja abiertas respuestas, pero augura que algún lejano o cercano día desecharemos la idea de que somos el centro de la creación. Llegará en un instante de reposo o silencio, como aquel otro en que desempolvamos libros de la casa vieja, que ojeamos, “libros que no dicen nada y lo dicen todo, puesto que es nuestro espíritu, atosigado por la soledad y el silencio, quién habla en ellos…”

Tiempos y cosas. Azorín. 1971

sábado, 31 de octubre de 2015

poesía


No hay referencias en google. El buscador no contiene todo. Nunca lo tendrá. Ni siquiera se puede saber si todavía habita este mundo. Nació en Manzanilla, provincia de Huelva, en 1921. Y le gustaba escribir. Y en editorial desconocida lo hizo y bookcrossing hizo el resto. Su libro de poemas habla de aquello que habla el ser humano, de amor, vida y muerte. De recuerdos y de añoranzas también. Y no la hay mayor que la que busca la infancia.

Yo quiero ser niña, por qué habré crecido,
yo quiero ser niña y volver al nido.

Caricias de seda. Francisca Carrasco Fuentes. 2000

juan XXIII


Biografía al uso. Relato cronológico. Echo en falta cosas. Viajero y diplomático en su labor de nuncio. Negociador, paciente. Echo en falta la mirada al interior. Quizás sea de difícil de plasmar. Dicen que era buena persona. De él dijo el político francés Robert Schuman que “es el único hombre en todo París junto al cual se tiene la sensación física de la paz”. Quizás en esa frase se resuma todo. Y lo demás sobre.

Vida de Juan XXIII. Gino Lubich.1965

asunto de familia


La familia como objeto de estudio. Los personajes se presentan y se dibujan antes de la fiesta. Luego llegan al lugar donde celebran el cumpleaños de quien parece ya estar fuera del mundo. El padre invalido, ausente en espíritu. Quizás oiga las maledicencias y demás. Llegan más invitados. Escenas de reencuentros no azarosos. Interesados. Ser alguien, consecuencia de pertenecer a una familia. Lo dice una niña, inocente y ajena al drama. Conversación con su primo, que asiente sin más, ya no es inocente. No quiere despertarla de su sueño. Conciso y preciso ejercicio de análisis de eso llamado familia.

A family matter. Will Eisner. 1998

domingo, 25 de octubre de 2015

platón



En este mundo donde todo se aplaude, estupidez incluida, con programas de tv donde se aplaude más que se habla, donde el aplauso es estridente, desaforado, de idiota feliz, me fascina Emilio Lledó  y su sencillo análisis de la realidad. Dice que Platón se planteaba si el político podía ser feliz y lo hacía porque no está claro que el que se ofrece a los demás pueda permitirse el lujo de la felicidad.
No se entiende a Platón. No se lee a Platón, los políticos cierran legislatura y se hacen fotos y selfies delante de los leones. A algunos no se les conoce palabra ni voz, y parecen orgullosos después de que las cosas sigan más o menos igual, después de hacer poco o nada. Todo teatro. Puro teatro, silbidos y aplausos de pantomima, me quedo y me estimula más el otro mundo, que no se retransmite, que camina entre sombras, que navega calles pobladas y desiertas, que se esconde en bares, que incluso juega a expresarse, que aprovecha un espacio, un momento, un minuto, incluso en el baño, con rotulador en puerta, para gritar en silencio, “Yo ya no lo tomó cada ocho horas”. Mi aplauso para él o ella.

sábado, 17 de octubre de 2015

espectador


Espectáculo 27 años después. Mismo pabellón remozado y reconstruido, mismos equipos y mismo resultado. Cuarenta y ocho minutos dan para meter las mismas canastas, unos y otros. De Boston vienen los Celtics para enfrentarse al Real Madrid. Un recinto a rebosar. Idas y venidas en la cancha. De jugadores, de los que lo fueron, de bailarinas y de saltarines de colchoneta. Música y sonidos de zapatillas sobre madera. Y aplausos. La NBA visitó Madrid de nuevo. Que la siguiente espera no sea tan larga. Volvió Amenábar en forma de Regresión al cine. Correcta nada más. Decepcionado quizás. Película de poli que investiga oscuros hechos. Colores grises en cielos plomizos de tierras americanas. Demonios reales o inventados. Es sábado y mucha gente en las salas. También en el Lara que en su sala off muestra Aislados. Obra de dos y para dos actores que no paran de hablar intentando hacer reír al público. Y a fe que lo consiguen. No hay nada más difícil. Aplausos para ellos. Las calles siguen animadas en la madrugada de un domingo que no lo será tal, víspera de festivo. Es la fiesta de la hispanidad, o nacional, no se sabe cómo llamar a las cosas para no herir susceptibilidades y levantar pasiones. Síntoma de nación de naciones o de país que no se pone de acuerdo ni en lo básico. Y el Museo de América, alejado del mundanal ruido, en Ciudad Universitaria, que despierta libre de alumnos, es un buen sitio para pasear, al que ni siquiera la gratuidad de la visita lleva más público. El museo tiene de todo y bien puesto. Ideal para niños o jóvenes o para adultos que quieran aprender. Organizado temáticamente en dos plantas repletas de espacios y vitrinas que descubren historia, sociedad y realidad de aquel continente. Me sorprenden las escenas de mestizajes que se repiten en diversos autores que retratan en lienzos escenas de hombre, mujer y descendientes, y que pretendían mostrar y nombrar las diferentes mezclas raciales que se iban estableciendo. Modelos para estratificar la sociedad y también para reflejar costumbres y usos de la época. También espacio para descubrir que en la expedición de Malaspina, de 1788, viajaba el pintor Juan Ravenet, italiano, encargado de plasmar gráficamente aquello que se fuera viendo. Un par de trabajos aparecen entre las vitrinas. Uno de ellos es el de la Mulata de Manila. Lápiz de otro tiempo sobre papel, dos siglos hace ya de aquello, pero el resultado es espectáculo, también.

sábado, 10 de octubre de 2015

sida


Fue noticia y ya no lo es. La enfermedad es noticia hasta que los medios deciden que así sea. No sólo eso, los medios controlan la deriva que toman nuestras mentes. Nos generan preocupaciones que luego se diluyen. Y detrás de los medios hay personas, interesadas, siempre, en alienar, más o menos, en asustar, más que menos. En desinformar, muchas veces. Leo un libro sobre el sida. Sale a la luz la enfermedad en junio de 1981. Los primeros casos. Se suceden. Miedo, investigación, competencia entre doctores y laboratorios, siempre el yoísmo. 78 millones de casos, más de 39 millones de muertos. Sigue la lucha, ahora hay terapias que retrasan el desarrollo de la enfermedad, que reducen la carga viral. Terapias que no alcanzan a todos los países. La prevención como arma ideal. Vacunas en el horizonte. Todo ello fuera de los medios. El libro habla de luchadores, de médicos y enfermos. De cuidadores y hermanas de la caridad, “más grandes que el amor”, que dejan en ridículo la definición teórica de una palabra que solo conoce de hechos.

Más grandes que el amor. Dominique Lapierre. 1990.

vidas


La acusada tuvo ganas de morir. Quizás las tiene ahora también. Su hija asesinada, ella juzgada. Luces y sombras en una figura de negro. La muerte llegó también para otra niña, quién no pudo casi ni vivir, sólo luchar, a su lado sus padres, peleando para que su hija tuviera una muerte digna. Música y conversaciones en consulta de dentista, y el sol que no se retira a ningún cuartel de invierno u otoño mientras la luz languidece o palidece y los mismos asuntos ocupan una vida política intrascendente y monótona donde sobran pasados y faltan responsabilidades, donde no se conoce al que era amigo, ahora delincuente. Decía Baltasar Gracián que las etapas de la vida se dividían en tres, la que había que vivir con los muertos (leer), dejando paso a la que había que vivir con los vivos, para acabar dedicándose a uno mismo, o etapa de filosofar. Cada uno sabe dónde está y donde no quiere estar,  o al menos debería saberlo, si no, es que tiene un problema, suyo, particular, propio, al fin y al cabo, no hay más vida que la de cada uno, las demás se respetan y observan, para aprender, olvidar, soñar o regocijarse, o para nada. La televisión nos trae vidas y mentiras, o medias verdades, menos que medias, incompletas, emociones falsas, delante de cámaras que rara vez filman la verdad, salvo cuando los caníbales del morbo esperan pateras o camiones repletos de seres humanos explotados. En las vidas reales suele haber dignidad y portazo a la exposición. Y el silencio, el gran silencio no llega, salvo en cumbres remotas y nevadas donde es difícil subir. De los muertos se aprende, de los vivos también, y yo aprendo, una palabra nueva, propiocepción, o de la percepción de cuerpos extraños en nuestro organismo, como un implante dental, insensible. Hay otros entes extraños incrustados en nuestra sociedad, que nos llaman a deshoras y que generan miles de desempleos. Son máquinas que hacen encuestas o nos preguntan cosas, engendros sin capacidad de responder a nuestro saludo, que se pierde estúpidamente al descolgar el teléfono. Me niego a hablar. Tras colgar, el silencio, al menos mío y libre.

sábado, 3 de octubre de 2015

historia


Ya lo decía Blanco White en los albores del siglo XIX, “los españoles deben comprenderse y convivir, si no quieren destruirse por principios y pasiones”. Acertó. Hay historia y mucha en este libro, obra que bucea en los olvidados, en los que no hicieron historia de estudiar, pero sí la suya. En los que no forman parte de textos pero vivieron su tiempo de gloria efímera o no, o simplemente miseria. Personajes olvidados, ya lo dice Juan Eduardo Zúñiga, “pasarán los años y lo olvidaremos todo, y lo que hemos vivido nos parecerá un sueño, y será un tiempo del que no convendrá acordarse”. Personajes que no salen tampoco en conversaciones o tertulias. El olvido los alcanzo antes de tiempo. Desentrañar brumas de la historia, eso hace el historiador, con papel y arrestos para bucear en papeles y legajos, y luego plasmar, pero no con estilo de academia en este caso, sino con prosa que vibra y se recrea, tanto que a veces asusta. Y para finalizar, una oda al puente, o al diálogo, o a la palabra como sustituto de la barbarie que tiñe la historia.


¡Si consiguiéramos hacer un puente! Pero a veces uno pregunta, si las orillas quieren y no prefieren el abismo que las separa. (Salvador Madariaga)

Los perdedores de la historia de España. Fernando García de Cortázar. 2006

una puerta


Desgranar en dos meses una vida parece complicado y mas cuando el que narra está enfermo de muerte, sabedor de un desenlace próximo. Y entereza respira la conversación que bucea en la vida y obra del doctor. Se exploran todas sus facetas, la profesional, la de escritor y la de pintor. Y sobre todo la de ser humano, volcado en su familia. Hombre de profunda convicción religiosa, quizás la fe le sostiene en esas últimas semanas de vida. Queda sobre todo el reflejo de un hombre de bien capaz de hacer eso que él titula como proyección sentimental, o capacidad de contagiar sentimientos al interlocutor. Simpatía, dicen de él, algo gratuito.

La puerta de la esperanza. Juan Antonio Vallejo-Nágera-Jose Luis Olaizola

domingo, 27 de septiembre de 2015

la gran belleza



El arte según Pessoa. Ir al final. El arte según Sorrentino. Vea "La gran belleza". Película italiana de 2013. Diferente. Novelista de una sola novela como protagonista. Fiestas con vistas al Coliseo en una Roma nocturna. Bailes que no van a ninguna parte. Vacuidad y mezquindad en personajes. Al borde de la desesperación algunos. La esconden en la noche. Vivir para seguir viviendo. Diálogos incisivos. Y mucha música y mucho baile. E imágenes que alternan simetrías y belleza. La diferencia de que te guste “el olor de las casas de los viejos”. El mar por techo imaginario con sonido de olas y gaviotas. Y la nostalgia que asoma al final de la vida. A cámara lenta a veces, se filma como recurso para alargar el tiempo y creer que todo dura para siempre. En busca de la gran belleza, un hombre solitario, inalcanzable. Imprescindible. 

El arte es un excusarse de actuar o de vivir (Pessoa)