Cuenta Vallejo Nájera en sus memorias que uno de sus profesores, el
Padre Medina, les daba tres normas para escribir bien, a saber, leer,
simplificar el estilo e imitar a Azorín. Leo yo ahora a este último, y quedo
prendado a través de sus pequeños ensayos. Sale a la calle y observa, describe,
y reflexiona. Viaja y filosofa. Estudia y crea. Se pregunta y deja abiertas
respuestas, pero augura que algún lejano o cercano día desecharemos la idea de
que somos el centro de la creación. Llegará en un instante de reposo o
silencio, como aquel otro en que desempolvamos libros de la casa vieja, que
ojeamos, “libros que no dicen nada y lo dicen todo, puesto que es nuestro
espíritu, atosigado por la soledad y el silencio, quién habla en ellos…”
Tiempos y cosas. Azorín. 1971
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