sábado, 26 de abril de 2014

desencuentros



Los desencuentros de Luis Sepúlveda son un conjunto de relatos que hablan de encuentros y soledades, también de desencuentros y sueños. El tren forma parte de algunos de ellos. El tren como símbolo de viaje hacia lo desconocido y como escenario para todo lo demás. Es precisamente ese entorno el que me atrapa en dos de ellos, el titulado “Pequeña biografía de un grande del mundo”, que se nutre de la espera en la estación, y el espléndido “Acerca de algo que perdí en un tren”, viaje, encuentro y pérdida.

Desencuentros. Luis Sepúlveda. 1997

pontormo



Ya en Madrid, de vuelta de Florencia, descubro por casualidad, en el periódico, que la Fundación Mapfre del paseo de Recoletos alberga una exposición de Pontormo, de sus dibujos. No tardamos mucho en visitarla, es domingo por la tarde. Compite con otra de Picasso que se lleva el público y deja la de Jacopo Carrucci en el sótano, un tanto solitaria. Mejor, Picasso tiene su audiencia fija pero la mayoría de éstos no conoce al maestro de Florencia y la visita es tranquila, pudiéndose uno parar en cada uno de los 70 dibujos que componen la muestra. No hay mejor calificativo que el de digna de ver. Bocetos para obras posteriores, figuras inacabadas, de contornos irregulares unas veces y simples otras, cuerpos que muestran volumen, rostros que imploran o miran al cielo, o simplemente miran, ojos que vagan en busca de respuesta. Técnica exquisita, hace fácil lo difícil, o el captar el alma a través del rostro. Al final se muestra su diario en vitrina, sus palabras, de ser solitario, inconformista, lo que lleva asociado el epíteto de incomprendido. Único e irrepetible.

florencia-pisa-día 6



Dejamos Florencia temprano por la mañana y tomamos el tren a Pisa. El mundo viaja, las nacionalidades diversas se agolpan en estaciones. Es sábado, ocho y treinta minutos. Una pareja de argentinos no consiguen que les aclaren sus dudas en castellano. Los inconvenientes de los idiomas. La vida está hecha de referencias, idiomáticas o no. Adelantamos a un tren y pareciera que estuviéramos casi parados si miramos a nuestra derecha, la vida en cámara lenta, pero si miramos a la izquierda observamos nuestro movimiento y su velocidad. Todo es relativo. Llegamos a Pisa y no necesitamos andar mucho para alcanzar el hotel, justo enfrente de la estación, un NH con habitación 504, curiosamente la misma que teníamos en Florencia. Toca pasear. La arquitectura parece similar, con la variante de los soportales y que el colorido en las fachadas parece ser mayor. Las iglesias son mas modestas. Faltan los frescos y la decoración no es tan exuberante. Llegamos a la plaza de los milagros. La torre inclinada impresiona. Las fotos o imágenes no concuerdan con la realidad. Pieza blanca hermosa y con una inclinación sobresaliente, es objeto de infinidad de fotos y de personas que intentan inclinarla o sostenerla en poses variopintas. La plaza en sí mismo es una preciosidad, el conjunto de blancos y verde césped da una imagen de postal. El sol la engrandece. Varias zonas verdes permanecen vedadas al asiento del público. La catedral combina mármoles grises y blancos en el exterior con interior que muestra aire de mezquita, también por la alternancia de colores. Un gran Pantocrator ocupa gran parte de la alta cúpula y un extraordinario púlpito de Pisano, 1302, labrado, es la pieza mas fotografiada por los turistas. El camposanto tuvo como origen el de iglesia que albergaba en su pasillo central sin techo tierra santa traída con la segunda cruzada. Hoy es un edificio que alberga infinidad de tumbas y frescos que rodean el claustro rectangular. En gran parte fue reconstruido tras un incendio provocado por una granada el 27 de julio del 44. Esplendidos los frescos de Buffalmaco (activo en 1315–1336) que pinta el juicio final y muestra a los malditos a la derecha y a los bendecidos a la izquierda y el triunfo de la muerte representada en forma de mujer con hoz. El batisterio, austero, sin frescos ni decoración, acoge otro magnífico púlpito. Visitamos también el museo de la Sinopia con diferentes muestras de lo que quedó después de despegar los frescos, algunas de ellas espectaculares. Ya dentro del Museo del Duomo recorremos varias salas y observamos la torre inclinada desde infinidad de ángulos. El museo alberga pocos visitantes pero quizás muestre otra forma de fotografiar el objetivo mas buscado. Una de las salas alberga un espectacular crucificado en madera del siglo XII, policromado, con un brazo despegado de la cruz y cuya desproporción aumenta de cintura para abajo. En otra sala encontramos una espléndida escultura de madre e hijo o Virgen del coloquio, de Giovanni Pisano (1250-1315). También de Pisano un crucifijo de madera de finales del XIII.
Saliendo de la plaza de los milagros paseamos y encontramos la plaza de los caballeros de planta en forma de concha donde se alternan los palacios e iglesias. Si dejamos la calle principal la ciudad parece estar muerta. El Arno sigue su curso y muestra a ambos lados sacos terreros.
Cenaremos mas tarde en L’etichetta, sugestivo local, bien decorado y con ambiente de intimidad donde tomamos spaghettis, fillete funghi porcini y cantuccini e vin santo. Pensamos que la torre estará iluminada en la noche, pero el paraje antes bullicioso se encuentra ahora solitario, casi vacío y con escasa luz. La vida sigue y bulle en la calle principal que nunca partirá el Arno que prosigue hacia su desembocadura en el mediterráneo. Final o principio de algo. Ya en el avión, día siguiente, termino de leer a Auster y su invención de la soledad. Emocionante, la vida está hecha de recuerdos y quizás eso nos mantenga vivos. Para el recuerdo, éste viaje, y todos los anteriores reflejados en él. El estado natural puede ser el de nómada, viajero en busca de algo. Buscar, ver y observar, pasión por el conocimiento, pasión por la belleza que alberga el planeta. Algunos dicen que solo es una escapatoria, irreal, dentro del mundo que nos ha tocado vivir. Pero esta escapatoria es real, la puedo sentir, disfrutar y volver a sentir, y está hecha de pequeños escalofríos, será una contemplación de lo retratado o esculpido, será un color o una vista, o una flor, será un latido, un despertar, o será, definitivamente, el roce de una piel, de tu piel, una mano, mejor dos, enlazadas, dos cuerpos en movimiento a través de esos mundos.

domingo, 20 de abril de 2014

el interno 16



Empezó la semana santa con fútbol si hablamos de miércoles y con sobredosis de realidad para el equipo que perdió tres competiciones en ocho días. El Barcelona ya no engaña a nadie, aunque lo peor es que se engaña a sí mismo. Falta autocrítica en un club donde sobran muchos y faltan los que pusieron la inteligencia. Hasta Messi perdió lo último que debe perder un futbolista, la dignidad sobre el terreno de juego. El jueves santo es sinónimo de atascos, sobre todo si no se piensa. Empieza la procesión de coches, concentrados en pocas horas. Las zonas de servicio se atestan al calor de abril, parece verano. Los hosteleros aplauden el tiempo. Que voten por dejar la semana santa fija, más cerca de Mayo que no. El lento peregrinar de vehículos se sobrelleva mejor con música, siempre la música. El desgarro en la voz de Bruce y su armónica en la tierra prometida o la dulzura en los sueños de Allison Krauss como compañeros de viaje. De repente son las dos de la tarde y en medio de Castilla suena aquella cuyo nombre es propio de estos días, Soledad Gimenez, a ritmo de jazz, dulce también, habla de la locura, del que se escapó de Ciempozuelos, y la piel se torna sensible. Un rato después recorro el paralelo de la N1, la antigua carretera olvidada en el tiempo, y atravieso Fuentespina, pueblo que no dice nada aunque a mí me diga mucho. El restaurante perdió su nombre y casi su forma, pero el alrededor es reconocible. Dice Graham Greene que la infancia es la capital del escritor, yo diría que de todos. Parada de infancia, adolescencia y mas. Comida en carretera. Sensaciones. Vitoria no es sinónimo de Semana Santa, aunque el turismo haga acto de presencia. Terrazas y sol. Muere García Márquez, lo mejor que se puede decir de él es que he disfrutado de su lectura. Lenguaje novedoso y forma narrativa inesperada. Un genio de la creación. Me esperan mas obras de él. Los ocho apellidos vascos hacen furor en forma de película. El cine se llena, aún en viernes santo. Risas y sonrisas. Comedia de situaciones, simpática, bien llevada y resuelta. Ha funcionado. Lo que me sorprende es que la gente acuda al cine a verla. ¿Se pararon las descargas? ¿Ganas de reír en comunidad? La pasión se acaba el domingo con nuevos atascos y vuelta a la realidad. No creo en la resurrección de las almas, si creo en la de las conciencias. Imprescindible y necesaria. Sólo que esta requiere pensar, cambiar esquemas y echar a andar, y eso siempre cuesta. No deja de ser otra forma de locura. Me acuerdo de Sor Lucía, monja que vive en Manresa. Le llaman revolucionaria. Yo la encuentro ideal, como ella a cientos, se necesitan. Agitadora de almas y de conciencias adormecidas o embotadas, rebosantes de aplastante realidad. Pero no hay nada que pare al ser humano, todo es proponérselo.

domingo, 13 de abril de 2014

florencia-día 5



Quinto día, nuevo desayuno con vistas, el día amanece radiante. Aunque ya hemos agotado el bono de 72 horas para visitas madrugamos porque Florencia tiene todavía mucho que ver. Paseamos temprano por calles y plazas diferentes, ajenas al turismo. La ciudad inicia su actividad, abren las tiendas y los mercados reciben mercancías. Aparecen plazas escondidas y césped sin cortad en escaso parque. Seguimos descubriendo un sinfín de establecimientos basados en la creatividad y sensibilidad, bien de moda, artesanía, regalos o estudios de arte.
Y volvemos a Santa Felicita y encendemos la luz con moneda para ver de nuevo el descendimiento de Pontormo y escuchar la explicación. La capilla es de Bruneleschi y las once figuras que conforman el cuadro siguen mirando a los visitantes. Un grupo de estudiantes italianos entran a la iglesia y se sientan directamente, escuchan al maestro y se van. No ven el cuadro. Quizás ya lo conozcan. Si no, sería pecado contra la sensibilidad hacer lo que han hecho. Pasamos por la Iglesia de Orsanmichelle donde destaca una talla de un crucificado, con volumen y expresión realista, obra de Andrea Orcagna (1308-1368). El claustro de San Lorenzo alberga un bello naranjo, realzado bajo el sol. No se acaba el arte, los tabernáculos presentes en muchas esquinas lo recuerdan, o también el cenáculo de Santa Apolonia, con un inmenso fresco de la última cena, obra de Andrea del Castagno (1419-1457), que se ubica en uno de los frontales del antiguo refertorio del convento. También aquí aparece una gran talla de un Cristo crucificado, obra de Rafaello de Montelupo (1505-1569). El claustro de este lugar es hoy sede de un complejo universitario donde las pintadas han sustituido a los frescos y donde la hierba crece libremente. Lo que fue el  convento de Santa Orsola aparece revestido de billetes de dólar que han desaparecido en sus alturas más bajas. Dicen que ahí pueden estar enterrados los restos de la modelo que sirvió a Leonardo para su Mona Lisa.
Es hora de comer y tomamos un panini de Lesso o ternera, picante y sabroso, comprado en un puesto callejero. Aumenta la presencia de turistas, escolares y adultos, me invade esa sensación de que todo el mundo está en unas perpetuas vacaciones. Decepcionante el helado de vainilla al precio de 6,50 euros. Decepciona el precio y la calidad. Los niños pintan en la calle, sentados en un bordillo, la estatua de frente, la ciudad es una inmensa oportunidad para ello. Se suceden las tiendas de venta de piel, bolsos y prendas de vestir tanto en locales como en mercadillos. La plaza de la Anunciatta se muestra vieja con ese encanto que da lo que no ha sido restaurado. Con fachadas de antaño y porticada a trozos es un remanso de paz a esa hora de la tarde. Esperamos la apertura de la basílica y en esas, a nuestra izquierda, se abre una pequeña puerta que da paso a una Iglesia. Pasamos y la persona al cargo nos sirve de guía improvisado de lo que es un Oratorio. Prolija explicación sobre el origen del lugar y sobre la labor actual de los religiosos que lo llevan que dicen misa en latín y que dan de comer diariamente en local cercano a mas de doscientas personas. No cuentan con ninguna ayuda oficial, nos muestra para finalizar la que piensan es la única escultura de del Castagno, un San Jerónimo que nos dice acaba de llegar del Louvre. La Anunciatta por dentro es espectacular también. Contiene una Anunciación que dicen fue pintada por Fra Bartolomeo. Dicen que se durmió intentando terminar la cara de la virgen. Al despertar estaba acabada. Eso llevó a que el pueblo quisiera que el lugar quedara intramuros y se convirtiera en lugar de peregrinación. El claustro también alberga frescos, pozo y silencio. En él destaca la Virgen del saco, fresco de Del Sarto. 
También hay iglesias modestas en Florencia, como la de San Ambrosio, donde dos mujeres rezan el rosario y los niños se dirigen a catequesis. En la plaza, ya fuera, un cartel enorme, silencio, gracias, sueño en curso. Nos sentamos a descansar, a nuestra izquierda un señor mayor fuma un puro y a nuestra derecha una señora no sabe cómo deshacerse de una vendedora china de pañuelos. De hecho no lo hace y tras múltiples ofertas y ofrecimientos, que la señora no acaba de rechazar, termina comprando mas pañuelos de los que necesita, lo que según la vendedora es la mejor oferta hecha nunca. El arte de ganarse la vida. Existe una especialización en el negocio ambulante pirata. Los árabes venden posters que nadie quiere, los africanos exhiben gafas y bolsos, y las chinas se han quedado con los pañuelos. En la Abadía Fiorentina siete monjas y cuatro monjes entonan salmos en un ambiente de recogimiento previo a la misa. Cenamos en la Ostería Gusta, orighenne y albóndiga gigante. Y para finalizar asistimos a una gala lírica en la iglesia de Santa Mónica, ahora desacralizada. Arias de ópera en un bonito entorno, con no mucha gente e interpretadas por la cantante y el pianista. Florencia toca a su fin.