domingo, 13 de abril de 2014

florencia-día 5



Quinto día, nuevo desayuno con vistas, el día amanece radiante. Aunque ya hemos agotado el bono de 72 horas para visitas madrugamos porque Florencia tiene todavía mucho que ver. Paseamos temprano por calles y plazas diferentes, ajenas al turismo. La ciudad inicia su actividad, abren las tiendas y los mercados reciben mercancías. Aparecen plazas escondidas y césped sin cortad en escaso parque. Seguimos descubriendo un sinfín de establecimientos basados en la creatividad y sensibilidad, bien de moda, artesanía, regalos o estudios de arte.
Y volvemos a Santa Felicita y encendemos la luz con moneda para ver de nuevo el descendimiento de Pontormo y escuchar la explicación. La capilla es de Bruneleschi y las once figuras que conforman el cuadro siguen mirando a los visitantes. Un grupo de estudiantes italianos entran a la iglesia y se sientan directamente, escuchan al maestro y se van. No ven el cuadro. Quizás ya lo conozcan. Si no, sería pecado contra la sensibilidad hacer lo que han hecho. Pasamos por la Iglesia de Orsanmichelle donde destaca una talla de un crucificado, con volumen y expresión realista, obra de Andrea Orcagna (1308-1368). El claustro de San Lorenzo alberga un bello naranjo, realzado bajo el sol. No se acaba el arte, los tabernáculos presentes en muchas esquinas lo recuerdan, o también el cenáculo de Santa Apolonia, con un inmenso fresco de la última cena, obra de Andrea del Castagno (1419-1457), que se ubica en uno de los frontales del antiguo refertorio del convento. También aquí aparece una gran talla de un Cristo crucificado, obra de Rafaello de Montelupo (1505-1569). El claustro de este lugar es hoy sede de un complejo universitario donde las pintadas han sustituido a los frescos y donde la hierba crece libremente. Lo que fue el  convento de Santa Orsola aparece revestido de billetes de dólar que han desaparecido en sus alturas más bajas. Dicen que ahí pueden estar enterrados los restos de la modelo que sirvió a Leonardo para su Mona Lisa.
Es hora de comer y tomamos un panini de Lesso o ternera, picante y sabroso, comprado en un puesto callejero. Aumenta la presencia de turistas, escolares y adultos, me invade esa sensación de que todo el mundo está en unas perpetuas vacaciones. Decepcionante el helado de vainilla al precio de 6,50 euros. Decepciona el precio y la calidad. Los niños pintan en la calle, sentados en un bordillo, la estatua de frente, la ciudad es una inmensa oportunidad para ello. Se suceden las tiendas de venta de piel, bolsos y prendas de vestir tanto en locales como en mercadillos. La plaza de la Anunciatta se muestra vieja con ese encanto que da lo que no ha sido restaurado. Con fachadas de antaño y porticada a trozos es un remanso de paz a esa hora de la tarde. Esperamos la apertura de la basílica y en esas, a nuestra izquierda, se abre una pequeña puerta que da paso a una Iglesia. Pasamos y la persona al cargo nos sirve de guía improvisado de lo que es un Oratorio. Prolija explicación sobre el origen del lugar y sobre la labor actual de los religiosos que lo llevan que dicen misa en latín y que dan de comer diariamente en local cercano a mas de doscientas personas. No cuentan con ninguna ayuda oficial, nos muestra para finalizar la que piensan es la única escultura de del Castagno, un San Jerónimo que nos dice acaba de llegar del Louvre. La Anunciatta por dentro es espectacular también. Contiene una Anunciación que dicen fue pintada por Fra Bartolomeo. Dicen que se durmió intentando terminar la cara de la virgen. Al despertar estaba acabada. Eso llevó a que el pueblo quisiera que el lugar quedara intramuros y se convirtiera en lugar de peregrinación. El claustro también alberga frescos, pozo y silencio. En él destaca la Virgen del saco, fresco de Del Sarto. 
También hay iglesias modestas en Florencia, como la de San Ambrosio, donde dos mujeres rezan el rosario y los niños se dirigen a catequesis. En la plaza, ya fuera, un cartel enorme, silencio, gracias, sueño en curso. Nos sentamos a descansar, a nuestra izquierda un señor mayor fuma un puro y a nuestra derecha una señora no sabe cómo deshacerse de una vendedora china de pañuelos. De hecho no lo hace y tras múltiples ofertas y ofrecimientos, que la señora no acaba de rechazar, termina comprando mas pañuelos de los que necesita, lo que según la vendedora es la mejor oferta hecha nunca. El arte de ganarse la vida. Existe una especialización en el negocio ambulante pirata. Los árabes venden posters que nadie quiere, los africanos exhiben gafas y bolsos, y las chinas se han quedado con los pañuelos. En la Abadía Fiorentina siete monjas y cuatro monjes entonan salmos en un ambiente de recogimiento previo a la misa. Cenamos en la Ostería Gusta, orighenne y albóndiga gigante. Y para finalizar asistimos a una gala lírica en la iglesia de Santa Mónica, ahora desacralizada. Arias de ópera en un bonito entorno, con no mucha gente e interpretadas por la cantante y el pianista. Florencia toca a su fin.

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