sábado, 12 de abril de 2014

tony judt



Escrito durante su enfermedad y finalizado sólo un mes antes de morir de ELA, esa enfermedad que no paraliza la mente, Tony Judt da muestras de una lucidez intensa en su conversación con Timothy Snyder. Quizás sea uno de los grandes pensadores del pasado siglo, al que la enfermedad no perdonó en edad aún temprana, pero el hecho de que no pudiera ya hacer uso de sus manos no invalida el excelso conocimiento y su forma de expresarlo de forma que llegue al público. Son sus impresiones atrevidas y certeras, con razonamientos que a veces sorprenden, fruto de la meditación y la reflexión. Ejemplo de persona cuya familia provenía de orígenes diversos, su padre tenía el pasaporte Nansen que se expedía a los refugiados y que servía de documento de viaje en la Europa de entreguerras, con ramas de diferentes lugares de Europa, las que generaron la mezcla de diversidades y culturas que muchos se empeñan en no reconocer. Detractor de esa ignorancia mutua que conduce al aislamiento y al resquemor hacia los otros. Intelectual que se pone el “entender como objetivo más importante y perdurable, antes de tener razón” para “saber de lo que se habla y tener algo que aportar”. Su recorrido por el siglo incluye economía y política, habla de Keynes y su afirmación de que “el capitalismo no genera las condiciones sociales necesarias para su propio sustento”. Él se convierte en un ejemplo de lo que predica, buscando “el grado de lucidez e independencia para juzgar”, diciendo no al “recuerdo de la historia desde la ignorancia, con afán de manipulación. Existe el deber de conocer los hechos”.
Sobre la política: “Todas las teorías políticas me parecían entonces, por naturaleza propia, versiones parciales e incompletas de las complejidades de la condición humana”. Quizás por eso llega a la conclusión de que “la socialdemocracia permite una vida decente”, que el objetivo es “evitar que el mundo empeore, hay que defender lo ganado” y que la “democracia se corroe porque la mayoría de la gente no se preocupa mucho de ella”. Por eso son importantes los intelectuales y el periodismo serio. “El problema es que muchos están tan preocupados en su deseo de tener influencia que han perdido la autonomía moral”, porque perciben que pertenecer a la mayoría lleva asociada una legitimidad completa.
Para concluir, el pecado intelectual del siglo: “emitir un juicio sobre el destino de los demás en nombre de su futuro, tal y como tú lo ves…sobre el cual afirmas poseer una información exclusiva y perfecta” y el  defecto humano universal: “la tendencia a hacer excepciones con  uno mismo”
Imprescindible.

Pensar el siglo XX. Tony Judt con Timothy Snyder. 2012

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