viernes, 31 de enero de 2020

son


Pasión y amor a raudales, al borde del mar. Costa levantina, barcos, aguas y montañas. Y todo desbordado. Interesante, para leer de un tirón.

Son de mar. Manuel Vicent. 1999

sábado, 18 de enero de 2020

cera


Algún día encontraré el artículo que leí de Edwards hace ya algunos años en el País, debe de estar guardado en alguna carpeta de recortes. Y ahora leo este interesante, curioso libro. Parece que no hay mucho que sacar de esta historia pero al final me engancha. Personaje de otro tiempo, o personajes, en el mundo de hoy o de hace ya algunos años. Contrastes, ambiciones, siempre el dinero. Y un poquito de amor o cariño.

El museo de cera. Jorge Edwards. 1981

sábado, 11 de enero de 2020

tranvía


Solía leer a Vicent en columnas de El País pero nunca había leído una novela suya. Descubro que tiene 84 años, desconozco si escribe. Me gusta este tranvía de iniciación, novela de sentidos que se abren al sol y a los olores del Levante. Retrato de una época de colegios y curas, de miedos y de miradas prohibidas. De arenas que albergan cuerpos y de búsquedas que nunca acaban.

Tranvía a la Malvarrosa. Manuel Vicent. 1994

Flandes


Tenía ganas de leer un libro sobre el imperio español en los Países Bajos. Y no me defrauda. Me encuentro con una guerra de 80 años, intermitente, con causas religiosas y más, con motines y hambre. Con reyes que gobiernan a miles de kilómetros y con leyendas que forja el tiempo. Uno no puede llegar ni siquiera a atisbar un poco tal cantidad de sufrimiento.

The Dutch Revolt. Geoffrey Parker. 1977

neón


Libro que lleva por subtitulo Fin de siglo en Madrid, 1981-2001. O qué fue eso de la movida, o más. Recorrido por personajes de la noche, artistas, políticos, etc. Con incisos que se alejan de la capital. Libro con ambición, quizás desmesurada. Se deja leer, fácil, pero a veces cansa. Descubro templos de aquellos años, que no pisé, como el Sol, el Rock-Ola o el Jardín. Yo, nosotros, estábamos ahí, pero éramos más de bares, de Bravo Murillo y más calles, sí, de esos que hoy serían cutres, de cañas y de calamares apresados contra el cristal. Y de más cosas que no contaré aquí.

Ángeles de Neón. Juan Carlos de Laiglesia. 2003

parásitos


La película transcurre apacible, sin más, y de repente el sobresalto, el giro, la tuerca que se deja mover y todo se transforma. Dicen que los guiones dan vida y aquí sucede. Vidas de sobra para moverse por terrenos pantanosos, para mezclar géneros, para que venga el diluvio, para que todo cambie, para que nadie se sienta seguro ni satisfecho, ni medianamente tranquilo. Buena película, inclasificable, Parásitos. El cine se llena de lengua que nadie entiende, pienso. Un perfecto coreano, quizás, subtitulado, en letras blancas sobre fondos que cambian. Y un inciso, será que soy mayor, pero cada vez soporto menos al prójimo en el cine, que se mueve, que carraspea, que tose, que cambia su cabeza, que da patadas por detrás, que bebe o que come. Por eso, el hogar, sin oscuridad, se transforma en la pantalla ideal. Ahí veo El Autor. Una Sevilla diferente, alejada de tópicos, de calma chicha y ventilador, de calor que se siente, es el escenario para otro sutil guion que también termina por descuadrar al espectador, que esta vez escucha nuestra lengua sin letras añadidas, sin más.

decirte


Te diré que empezó el año, que los días pasan, que el sol sale cada mañana y se pone cada tarde, que ya se nota que la noche llega un minuto más tarde, que el invierno todavía tiene que dejar su fruto. En fin, te diré que todo es como siempre aunque lo queramos disfrazar. Te diré que quiero hacer lo que ahora no puedo hacer como quisiera y todo por culpa del tiempo que se escapa de las manos como agua que encuentra resquicios. Te diré que cada día aprendo cosas nuevas, ayer hablaban de eclipse penumbral. Era la luna que se apagaba, que dejaba de brillar. Y suele ser habitual, y yo sin saberlo, puede ser que nadie haya reparado, o habiendo reparado, que nadie lo haya considerado digno de ser noticia. Más conocimiento que añadir, más datos al cajón. Así vivimos, a merced de golpes de agencia, de últimas horas, de lo que nos quieren contar. No saben que tenemos la potestad de olvidar.