domingo, 18 de febrero de 2024

cebolla

Capas de cebolla, que no lloro aunque estén cerca de mi boli que las pinta, caras que no conozco, antaño, me dan miedo, ¿lloré?, que no vengas, para qué, y ella que no me ve, ni a la lágrima furtiva. Ocurre en el día seis al que le sigue el siete en el que no descanso, tampoco he creado el mundo. Ahora que ella me ve, recién peinada, ya no hay congoja, ni mía ni suya, luego lo de siempre, nada nuevo bajo el sol, la cama atada al somier, disgusto, uno más, el tiempo nada cura, el tiempo quita tiempo, heridas sin restañar, sangran, lástima que las palabras no curen.

sábado, 17 de febrero de 2024

acomodador

Quizás llevara 25 años en la estantería, esperando. Sorprendente el primer relato, El acomodador, y así sigue el volumen, deparando alegrías aquí y allá. Apacienta mis ovejas es otro relato que impacta por su crudeza. No hay corrección, es realidad en estado puro.
Leo una entrevista a este periodista que escribe diariamente en el periódico balear Última Hora, que ha escrito obras tan cortas como la que tengo entre manos y ninguna novela y pienso que es una lástima que no haya seguido más por esta línea de crear ficción.

Con esta recopilación obtuvo el segundo premio en el certamen de 1997.


Noche de relatos. Premios NH. Enrique Lázaro. El acomodador. 1998

sábado, 10 de febrero de 2024

carnaval

Y yo que hasta ayer nunca me disfracé, hoy tampoco, vivo el carnaval con la indiferencia que da llevar un paquete de pavo en el bolsillo, el que va a sustituir al caducado que perdura en la nevera, sin abrir, a saber cuando llegó. Veo los preparativos, las carrozas, los niños y niñas con sus padres, unos ilusionados, otros menos. Entro a un bazar chino, él bebe algo de una taza enorme con tapa, el idioma es ininteligible, su castellano a veces también. Me gustaría ver la película Chinas, habla de trastiendas y de adopciones, nunca está de mal conocer como viven los semejantes aunque sea a través de una ficción que iguala realidades tantas veces. Todo para entenderlos. Más ficción es este disfraz, o aquel, o aquellos, o los de más allá, también parece ficción que un público jalee y aplauda a una narcolancha que embiste a la guardia civil, allá donde tanto gustan de chirigotas, asesinando a dos de ellos. No es una película ni una serie. Gastar neuronas en entender la barbarie, no, soy mayor ya y tengo que cenar un sándwich, o dos.

jueves, 8 de febrero de 2024

IA

Un domingo, un sol, la IA que escribe, de momento mal, la IA que sabría describir otro sol naciente, no el mío, el nuevo Dios que no todo podrá (añadir mayúscula no amplía su poder). Miro y duermo, actos repetitivos, con manta que puede ser verde y con cuadros. Luego despierto, todo nubes, seguirá el día y al acabarlo aunque no haya visto el sol sabré que estaba ahí. Mañana las andadas volverán, es difícil que no lo hagan, y yo empezaré a utilizar ordinales y cardenales según me plazca. Veré a una persona que busca algo sin saber qué en el contenedor de papel, lleva puestos unos ojos azules y un habla que se interrumpe. Si ayer hubo un beso nadie sabe lo que habrá hoy, todavía no escucho susurros y lamentos, no acecha la locura. No le pregunten a la IA por el futuro, no lo sabe, en eso se parece a nuestra humilde inteligencia.

coloniales

Ella, una niña nacida en Mozambique, ella, parte del sistema colonial, ella que recuerda y escribe por y para su padre, el otro gran protagonista de esta historia de colonialismo, de racismo y de explotación. Allí pasó los doces primeros años de su vida para retornar a la metrópoli, los padres se quedaron. Lenguaje duro, directo, que habla de todo lo que les rodeaba, sin filtros, testimonio que lucha con las contradicciones, que lucha contra su padre, sin entender todavía como encajan las piezas; aprende a leer, un asidero. Le dicen que cuente todo a su llegada a Portugal, lo que pasó tras la independencia, el miedo y el terror, la pérdida, ella no contará nada, lo contará después escribiendo, y además hablará de cómo fue vivir con su abuela, cómo fue conocer a otros familiares o soportar las burlas y el desprecio de sus nuevos compatriotas, todo esto y mucho más en un libro que interroga a las conciencias de algunos que pensaban que su colonialismo no podía ser tan malo como el de los demás.


Cuaderno de memorias coloniales. Isabela Figueiredo. 2009

campo

Con agua o sin agua, con o sin velas, con palabras o sin ellas, algunas valen poco (los dueños de ellas las cambian movidos por sus intereses, lo que da risa o da pena), con todo la vida sigue corriendo, hasta se cambia de mes. Todo eso pasa de día o cuando dormimos, tantas cosas pasan entonces, también cuando sale el sol y se inicia y aparece en tonos rojos, o cuando veo ese pequeño banco de niebla, ahí en una esquina del campo que cortó la carretera, querría pararme e ir a ver cómo desaparecen mis pies y no ver lo que hay debajo de esa nube, una vida seguro que diminuta, todo pasa en cualquier momento, como cuando despierto y no sé dónde dormí.

mundo

De momento nada, luego tampoco, me refiero al principio, todo cambia cuando llega Rosa Montero y su Noche de Reyes o cuando aparece Luis Landero y sus deliciosos Viajes al pasado.


Este mundo, diez relatos y un poema. 1995