sábado, 24 de septiembre de 2016

last kiss



Conducir con música como costumbre. Hubo un tiempo que era la radio. Llegaban emisoras nuevas, una de ellas M80. Mediodía o tarde, llegando a casa. Suena en un programa que conduce Julián Ruiz, ya pasado. Productor discográfico, locutor radiofónico, ahora escribe sobre fútbol. De escritura afilada, descarnada a veces. Crítica, hasta despiadada. Suena la canción y me quedo con lo suficiente para buscar. En un Internet incipiente. El título “The last Kiss”, el último beso. La versión escuchada es de Pearl Jam. Queda un rescoldo. Repetirla y querer escucharla de nuevo. Es una versión potente, de desgarrada voz, la de Eddie Vedder. Batería inconfundible la del grupo de Seattle. La historia es triste. Una cita, un accidente, el coche. El último abrazo, el beso. Hay dudas sobre si la canción se escribe sobre un hecho real, o sobre una mezcla de incidentes de tráfico, pura ficción. Desgraciadamente, el tráfico genera eso y más. Incluso hay dudas sobre la autoría. A todos los efectos, Wayne Cochran, ene 1961. Luce rubio, exagerado, parece una peluca desproporcionada. No puedo imaginar los calificativos que podría recibir hoy su aspecto. Después la inmortaliza J. Frank Wilson and the Cavaliers. Es una versión mas suave, menos amplificada que compré en CD. Grupo éste de los 60, de estética cuidada. Así hasta llegar al 98. Y esa casi última versión. Otras versiones, en versión mexicana. La canción merece mas intentos.

un vinilo



Dando vueltas, el vinilo, en forma de policloruro. O lo que es lo mismo, un plástico. En su interior, redondo, una espiral que surca desde el exterior hasta el centro. Revoluciones y tamaños que concuerdan. Agujas que saltan y a veces repiten lo mismo. Un disco rayado. Un desastre. Automáticos o manuales, los tocadiscos de entonces. Los platos de mas tarde. Pulso, bueno, para llevar la aguja a su punto o para salvar canciones. De sencillos o LPs. Sonido analógico, lo digital estaba lejos. Ruidos que parecen hacer crujir el altavoz. Llega la música y el ruido de fondo desaparece. Una y otra vez, surcos repetidos, pasados y repasados. Hasta el fin. Formato que se olvidó. Ahora dicen que algunos coleccionistas vuelven a él.  Yo no. Tengo muchos o unos cuantos. Pero no donde tocarlos. He visto paredes enteras llenas de ellos. Acaparadores. Yo no llego a tanto. Saco uno, 1979, Hispavox fue la compañía. Tiempo de Otoño lleva por título. Apropiado a la época, que no el día de hoy. Guitarra en mano, sentado, árboles. Sierra al fondo. Maleta de vieja y funda de guitarra. Podría recitar de memoria algunos temas. “Me llamas” es uno de ellos. El otro, antológico. Quién no ha tarareado, cantado, silbado esa canción. “Un velero llamado libertad”. Letra y música de quién pierde la mirada en medio de la sierra. Cantautor, a su bola. Jose Luis Perales. Siempre pareció fuera del tiempo, incluso en el suyo. Sigue cantando. Ajeno a modas. Hablando de lo que mueve al mundo y a la gente. Historias de todos los días. Y acompañante de muchas tardes, de muchas sentadas para estudiar, dibujar o simplemente soñar. Mi homenaje a quién es capaz de conmover guitarra en mano.

curro



De Serrat está casi todo dicho. Sus canciones hablan por él. Relativamente nueva para mí. De esos temas que pasan desapercibidos en su momento. Para mí. Quizás por mi falta de interés por la copla en otros tiempos. El “romance de Curro el palmo”. Amor no correspondido. Sin palabras. Hay silencios que rompen, que quiebran el corazón. Pausas que anticipan el climax. Y luego una frase, “Ay, mi amor, sin ti no entiendo el despertar…” No la encuentro en su antología de cuatro vinilos. Pero es antológica. Del 84. En el 95 la graba Antonio Vega. No puedo recordar, quizás fuera ese el punto de enganche. La voz del malogrado artista suena con ese tono apagado que pone si cabe mas agonía a la historia de Curro. Sonido de fondo. Guitarra que empieza. Luego vendrán percusiones. Parece tener prisa por acabar las frases. No hay silencios como con Serrat, pero sí los mismos escalofríos, los  que me agitan con años de diferencia, los mismos.