lunes, 29 de diciembre de 2014

la sombra



La última obra que acabo en el año. Buen sabor de boca. Inmejorable. Segunda novela de Sampedro. Nuestra guerra, un soldado muerto. Se parte de un final para desarrollar el todo. Alrededor giran los amigos, algunos de la infancia, y su relación con el desaparecido. Pero también mostrando el presente de esos amigos que descubren la noticia, impactados. ¿Por qué leer lo que nos dicen? Ahora que acaba el año se suceden las listas de los mejores. Imposición o no siempre nos queda la libertad de elegir. Y volver la vista atrás. Y al azar descubrí este libro en mi estantería, y no sabía de su existencia. Y al leerlo, sin querer que termine, esperando que surgiera otro amigo y de ahí otra historia, me regocijo. Y el final me llena los ojos de agua, formas vibrantes. Relatos que suben y suben. Pasajes para el recuerdo. Yo diría que imprescindible.

La sombra de los días. Jose Luis Sampedro. 1947

la estatua



Viaje de la infancia a la infancia. El tren y el avión como lugares de exploración de lo pasado y de intuición de lo que vendrá. Viaje iniciático, esperando algo, el gran salto, el amor idealizado. Con miedos de juventud o adolescencia. Repetitiva a veces, primera obra del autor, con algunos momentos brillantes.

La estatua de Adolfo Espejo. Jose Luis Sampedro. 1939

discursos



Viajes en tren a Madrid, ocio y compras. Los vagones se llenan de discursos o de silencios. Los hay serenos, vocalizados, con explicaciones en voz alta, sobre el paro y todo lo demás. Los hay callados, escritos, multicopiados, él es mayor, pide para sus nietos, porte de señor, sombrero azul. Se apea en Chamartín para buscar otro tren, pasea por el andén. Los hay atropellados, casi no dichos, intuídos sólo, automatismos, gestos y tics, errante. Sin premio. Los hay plastificados, com imagen de virgen y angeles, texto y teléfono. Historias similares, singulares, inverosimiles, o no, ciertas, o no, cada una encierra un mundo. El Retiro de noche está frío, poco concurrido y todos muy abrigados. Alguno se atreve con las barcas. En la casa de vacas toca exposición de pintura, del concurso BMW. Coincido con el jurado en el primer premio. Obra sin título de Daniel Merlin Lewis, papel pintado sobre lienzo retratando a Samuel Beckett. Impactante desde el punto de vista visual. Predomina el rojo y el negro. Añado una obra, ésta de Chimo Perez, técnica mixta sobre hoja de algodón. El título sugerente, ¿todo irá bien?, el motivo es la mirada de un señor mayor, y la definición de su rostro, arrugado. También de gran impacto, en tonos grises y azules. Sobresalientes también otras obras, en un espacio acogedor. Ayer ví por primera vez a la chica de la curva. Se presenta pálida, en camisón, ojos blancos, de repente, tras la oscuridad. Leyenda de la infancia. De conversación de noche en acampada colegial. Citada en esas carreteras recorridas en la sombra, señalada por faros que apuntan a un bosque. Ayer la vimos en un lugar llamado Microteatro por dinero. Espacio diminuto, una habitación para trece espectadores, la mitad de pie, y dos actores, Julián Salguero y Verónica Polo. Bar teatro de la calle Loreto y Chicote, pareja de artistas, que ofrece seis obras distintas al precio de cuatro euros cada una. De duración express, un cuarto de hora largo, la chica de la curva canta, musical en breve, con sustos y apagones, se intuye la sorpresa. Interesante la experiencia, y la cercanía. Mas tarde a la Venencia, donde los finos siguen en barriles y la anchoa, no salada, es manjar. A veces me gustaría quedarme allí, el tiempo no pasa, los techos y paredes dan fé, y la distribución de las servilletas no para de evocar. Ya de vuelta Sol se llena de gente que habla sola, que ríe, llora y besa. También los niños lloran, observados. Y otra gente que mira, observa o juega con su móvil, la mayoría. Gacha la cabeza. Pasan trenes sin parada, veloces, se avisa por megafonía. Un sueño ese de viajar sin paradas y que el destino se alargue, viaje a medida, a voluntad. Vagar, en una palabra, sin mayor tarea que viajar y sentir, un sueño.

sábado, 27 de diciembre de 2014

irreales



Ser irreal incorpóreo de apariencia humana, definición de fantasma. El viaje a Vitoria transcurre entre nieblas que cubren kilómetros y kilómetros de nacional, donde sólo el coche delantero ofrece guía y donde las gasolineras aparecen como naves espaciales entre la bruma. Noche fantasmal para apariciones en curvas. Navidad sin nieve. Ya en la ciudad el mundo se despide antes de cenar. Besos y adioses en bares que cierran y coches que ocupan hasta las aceras. La noche se cierra y el silencio se hace. Los hogares en cena. La mañana de Navidad amanece fría y lluviosa. El Prado sigue siendo la cuerda favorita para correr de muchos vitorianos. Hierba y tierra compacta, vueltas iguales, pisando charcos y barro. Salgo de la monotonía subiendo a Armentia, y se me hace dura la ascensión. El santo siempre vigilando. Faltarán las fuerzas. Quizás sea el poco descanso. Mas fantasmas en la pasada noche. Suenan campanadas a destiempo en la casa de al lado. Horas que no son en momentos que no son. La dueña se murió. El muerto deja todo abandonado y los vivos a veces salen precipitadamente y no miran hacia atrás ni escuchan lo que han dejado. Una casa cerrada con sonido, se ven las cortinas desde la calle, sin persiana. Me imagino cosas. Incorporo los toques horarios a los sueños, sin recordar cómo. No se oyen pasos, dicen que esos seres se arrastran, no pisan. Quizás la mejor imagen que cuadra con la definición inicial sea la de un par de seres que dan tumbos por la calle, vaso en mano uno de ellos. Les pierde el que tienen cuerpo. La cara desencajada y el equilibrio perdido. Figuras solitarias, cada una por su lado, despidiendo una fiesta en noche que antes era sagrada, fiesta que se alargó. Ajenos al mundo, como los que ocupan la plaza de Correos en escenario, cantantes y músicos mirando al cielo. Coro de parroquia evangélica que engancha temas en plan gospel alabando a Cristo. Llevan colores azulgranas y parecen felices. Quizás sea otra forma de aislarse. No creo que puedan explicar lo inexplicable, parecen al margen, palmas al cielo. Leo las letras de sus canciones. Ninguna habla de justicia. Sólo loas y alabanzas. La gente pasa y se queda mirando, incredulidad en muchos. Para la reflexión o para todo lo contrario, para optar por vivir hasta desgastarse en vicios incontrolados o inconfesables, fuera de juicios y de opiniones. O quedarse en medio, pensando en qué sentido tiene todo esto. Lo de los unos y lo de los otros. Tercera vía, como Podemos, que rompe encuestas llegando en dos días para alterar el mapa político, incluso el del País Vasco, donde las caras de sorpresa también aparecen. Aunque los milagros en la gestión de la sociedad no existan, un poco de honradez será bienvenida. Porque el cambio real o es global o no será. Y se llamará reparto de la riqueza y no explotación de los otros. Es decir, sin arreglo y sin solución. Los fantasmas de los explotados no nos persiguen, tampoco. Lástima. Sólo aquel que todavía reconoce su conciencia en la oscuridad llega a atisbar un poco, sólo un poco, la miseria sobre la que construímos nuestro preciado mundo día a día. Quizás los irreales seamos nosotros.

lunes, 22 de diciembre de 2014

por el aire



Viernes, víspera de Navidad, día de gente y cenas, y de conciertos. Como el de la Iglesia de San Ignacio de Loyola, en el barrio de las letras, sede de la real congregación de naturales y originarios de las tres provincias vascongadas, institución del XVIII. La Iglesia, reformada, la presiden los tres patronos, la Virgen de Begoña, San Ignacio y San Prudencio, sobre paredes blancas o de tono beige, mas bien fría. Difícil de ver abierta salvo en festividades o domingos de guardar, quizás nunca misa conoció tal gentío como el de esta tarde. Lleno hasta la bandera, en bancos, sillas supletorias, y gente de pie por doquier. También de pie los cantantes del Orfeón Vasco, de la Euskal Etxea de Madrid. Dicen que orfeón deriva de Orfeo, dios griego que atemperaba caracteres con su lira. Sigue haciéndolo, silencio, interrumpido por toses y susurros, y el inevitable móvil. Tarjetas de navidad recién sacadas del cole. Las preside Rudolph, el reno, o el árbol o el Noel. Hasta los niños acuden para compensar la media de edad. Empiezan con el Agur Jaunak y el director de blanco pelo se lanza a cantar. La coral brilla tras las palabras de bienvenida, sonreír es una obligación, dice. Desgranando cancionero de Navidad vasco e internacional. Idiomas varios. Recuerdos de nanas de siempre, y de nanas en noches de mas de veinte años atrás. Susurros para dormir niños buenos en cunas de madera o en brazos seguros.  La segunda parte acoge a Carmen Bocanegra, soprano, que impresiona en el Ave María, la piel que crece y siente. El bis del Aleluya cierra. Público en pie, aplausos a rabiar. A la salida, Santa Ana llena de vida. El sábado la luz se va pronto y el Navarra, campo de fútbol y sueños de Alcobendas acoge escasa gente para ver a veteranos del Rayo y del Sporting. El argumento es tan sombrío como la tarde. Dos asociaciones locales recogen alimentos que repartirán antes de Navidad. Intentando poner luz en la sombra, parches de caridad donde la justicia no existe. A la par el gobierno sostiene su ilusa y desvergonzada mentira de que la crisis va mejor. La Navidad a veces no trae deseos buenos para todos. Que se vayan y no vuelvan mas. Ya queda menos para Mayo, las municipales. Dice la historia que en 1934 se fundó en el sur de Estados Unidos la STFU, unión de agricultores que agrupaba por primera vez a negros y a los blancos mas pobres. Precursora de futuros movimientos por los derechos civiles dicen que su himno era el famoso “No nos moverán”, canción folk que se remonta a la época de la esclavitud. Música para inspirar resistencia y testimoniar dignidad. Mas en Domingo, coro Vox Aurea en su veinte aniversario acompañado por el grupo de cámara Opera Omnia, en el Cristo del Olivar, con obras del XVII y XVIII. Presiden esculturas de renombre. Calma en recinto a rebosar. Sonidos para reposar. Y acabo con música, testimonio esta vez de amor. Los años 80, compuesta por Javier Krahe e inmortalizada en la voz diferente de Alberto Perez, “Nos ocupamos del mar”. Dicen que dice:
"Todas las cosas tratamos
cada uno según es nuestro talante
yo lo que tiene importancia
ella todo lo importante
Es cansado, por eso al llegar la noche
ella descansa a mi lado
y mi voz en su costado".
Imprescindible.