sábado, 27 de diciembre de 2014

irreales



Ser irreal incorpóreo de apariencia humana, definición de fantasma. El viaje a Vitoria transcurre entre nieblas que cubren kilómetros y kilómetros de nacional, donde sólo el coche delantero ofrece guía y donde las gasolineras aparecen como naves espaciales entre la bruma. Noche fantasmal para apariciones en curvas. Navidad sin nieve. Ya en la ciudad el mundo se despide antes de cenar. Besos y adioses en bares que cierran y coches que ocupan hasta las aceras. La noche se cierra y el silencio se hace. Los hogares en cena. La mañana de Navidad amanece fría y lluviosa. El Prado sigue siendo la cuerda favorita para correr de muchos vitorianos. Hierba y tierra compacta, vueltas iguales, pisando charcos y barro. Salgo de la monotonía subiendo a Armentia, y se me hace dura la ascensión. El santo siempre vigilando. Faltarán las fuerzas. Quizás sea el poco descanso. Mas fantasmas en la pasada noche. Suenan campanadas a destiempo en la casa de al lado. Horas que no son en momentos que no son. La dueña se murió. El muerto deja todo abandonado y los vivos a veces salen precipitadamente y no miran hacia atrás ni escuchan lo que han dejado. Una casa cerrada con sonido, se ven las cortinas desde la calle, sin persiana. Me imagino cosas. Incorporo los toques horarios a los sueños, sin recordar cómo. No se oyen pasos, dicen que esos seres se arrastran, no pisan. Quizás la mejor imagen que cuadra con la definición inicial sea la de un par de seres que dan tumbos por la calle, vaso en mano uno de ellos. Les pierde el que tienen cuerpo. La cara desencajada y el equilibrio perdido. Figuras solitarias, cada una por su lado, despidiendo una fiesta en noche que antes era sagrada, fiesta que se alargó. Ajenos al mundo, como los que ocupan la plaza de Correos en escenario, cantantes y músicos mirando al cielo. Coro de parroquia evangélica que engancha temas en plan gospel alabando a Cristo. Llevan colores azulgranas y parecen felices. Quizás sea otra forma de aislarse. No creo que puedan explicar lo inexplicable, parecen al margen, palmas al cielo. Leo las letras de sus canciones. Ninguna habla de justicia. Sólo loas y alabanzas. La gente pasa y se queda mirando, incredulidad en muchos. Para la reflexión o para todo lo contrario, para optar por vivir hasta desgastarse en vicios incontrolados o inconfesables, fuera de juicios y de opiniones. O quedarse en medio, pensando en qué sentido tiene todo esto. Lo de los unos y lo de los otros. Tercera vía, como Podemos, que rompe encuestas llegando en dos días para alterar el mapa político, incluso el del País Vasco, donde las caras de sorpresa también aparecen. Aunque los milagros en la gestión de la sociedad no existan, un poco de honradez será bienvenida. Porque el cambio real o es global o no será. Y se llamará reparto de la riqueza y no explotación de los otros. Es decir, sin arreglo y sin solución. Los fantasmas de los explotados no nos persiguen, tampoco. Lástima. Sólo aquel que todavía reconoce su conciencia en la oscuridad llega a atisbar un poco, sólo un poco, la miseria sobre la que construímos nuestro preciado mundo día a día. Quizás los irreales seamos nosotros.

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