lunes, 29 de diciembre de 2014

discursos



Viajes en tren a Madrid, ocio y compras. Los vagones se llenan de discursos o de silencios. Los hay serenos, vocalizados, con explicaciones en voz alta, sobre el paro y todo lo demás. Los hay callados, escritos, multicopiados, él es mayor, pide para sus nietos, porte de señor, sombrero azul. Se apea en Chamartín para buscar otro tren, pasea por el andén. Los hay atropellados, casi no dichos, intuídos sólo, automatismos, gestos y tics, errante. Sin premio. Los hay plastificados, com imagen de virgen y angeles, texto y teléfono. Historias similares, singulares, inverosimiles, o no, ciertas, o no, cada una encierra un mundo. El Retiro de noche está frío, poco concurrido y todos muy abrigados. Alguno se atreve con las barcas. En la casa de vacas toca exposición de pintura, del concurso BMW. Coincido con el jurado en el primer premio. Obra sin título de Daniel Merlin Lewis, papel pintado sobre lienzo retratando a Samuel Beckett. Impactante desde el punto de vista visual. Predomina el rojo y el negro. Añado una obra, ésta de Chimo Perez, técnica mixta sobre hoja de algodón. El título sugerente, ¿todo irá bien?, el motivo es la mirada de un señor mayor, y la definición de su rostro, arrugado. También de gran impacto, en tonos grises y azules. Sobresalientes también otras obras, en un espacio acogedor. Ayer ví por primera vez a la chica de la curva. Se presenta pálida, en camisón, ojos blancos, de repente, tras la oscuridad. Leyenda de la infancia. De conversación de noche en acampada colegial. Citada en esas carreteras recorridas en la sombra, señalada por faros que apuntan a un bosque. Ayer la vimos en un lugar llamado Microteatro por dinero. Espacio diminuto, una habitación para trece espectadores, la mitad de pie, y dos actores, Julián Salguero y Verónica Polo. Bar teatro de la calle Loreto y Chicote, pareja de artistas, que ofrece seis obras distintas al precio de cuatro euros cada una. De duración express, un cuarto de hora largo, la chica de la curva canta, musical en breve, con sustos y apagones, se intuye la sorpresa. Interesante la experiencia, y la cercanía. Mas tarde a la Venencia, donde los finos siguen en barriles y la anchoa, no salada, es manjar. A veces me gustaría quedarme allí, el tiempo no pasa, los techos y paredes dan fé, y la distribución de las servilletas no para de evocar. Ya de vuelta Sol se llena de gente que habla sola, que ríe, llora y besa. También los niños lloran, observados. Y otra gente que mira, observa o juega con su móvil, la mayoría. Gacha la cabeza. Pasan trenes sin parada, veloces, se avisa por megafonía. Un sueño ese de viajar sin paradas y que el destino se alargue, viaje a medida, a voluntad. Vagar, en una palabra, sin mayor tarea que viajar y sentir, un sueño.

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