Viajes en tren a Madrid, ocio y compras. Los vagones se llenan de
discursos o de silencios. Los hay serenos, vocalizados, con explicaciones en
voz alta, sobre el paro y todo lo demás. Los hay callados, escritos,
multicopiados, él es mayor, pide para sus nietos, porte de señor, sombrero
azul. Se apea en Chamartín para buscar otro tren, pasea por el andén. Los hay
atropellados, casi no dichos, intuídos sólo, automatismos, gestos y tics,
errante. Sin premio. Los hay plastificados, com imagen de virgen y angeles,
texto y teléfono. Historias similares, singulares, inverosimiles, o no,
ciertas, o no, cada una encierra un mundo. El Retiro de noche está frío, poco
concurrido y todos muy abrigados. Alguno se atreve con las barcas. En la casa
de vacas toca exposición de pintura, del concurso BMW. Coincido con el jurado
en el primer premio. Obra sin título de Daniel Merlin Lewis, papel pintado
sobre lienzo retratando a Samuel Beckett. Impactante desde el punto de vista
visual. Predomina el rojo y el negro. Añado una obra, ésta de Chimo Perez,
técnica mixta sobre hoja de algodón. El título sugerente, ¿todo irá bien?, el
motivo es la mirada de un señor mayor, y la definición de su rostro, arrugado. También
de gran impacto, en tonos grises y azules. Sobresalientes también otras obras,
en un espacio acogedor. Ayer ví por primera vez a la chica de la curva. Se presenta
pálida, en camisón, ojos blancos, de repente, tras la oscuridad. Leyenda de la
infancia. De conversación de noche en acampada colegial. Citada en esas
carreteras recorridas en la sombra, señalada por faros que apuntan a un bosque.
Ayer la vimos en un lugar llamado Microteatro por dinero. Espacio diminuto, una
habitación para trece espectadores, la mitad de pie, y dos actores, Julián
Salguero y Verónica Polo. Bar teatro de la calle Loreto y Chicote, pareja de
artistas, que ofrece seis obras distintas al precio de cuatro euros cada una. De
duración express, un cuarto de hora largo, la chica de la curva canta, musical
en breve, con sustos y apagones, se intuye la sorpresa. Interesante la
experiencia, y la cercanía. Mas tarde a la Venencia, donde los finos siguen en
barriles y la anchoa, no salada, es manjar. A veces me gustaría quedarme allí,
el tiempo no pasa, los techos y paredes dan fé, y la distribución de las
servilletas no para de evocar. Ya de vuelta Sol se llena de gente que habla
sola, que ríe, llora y besa. También los niños lloran, observados. Y otra gente
que mira, observa o juega con su móvil, la mayoría. Gacha la cabeza. Pasan
trenes sin parada, veloces, se avisa por megafonía. Un sueño ese de viajar sin
paradas y que el destino se alargue, viaje a medida, a voluntad. Vagar, en una
palabra, sin mayor tarea que viajar y sentir, un sueño.
Berenjenas rebozadas
-
Asar las berenjenas enteras en el horno. Dejar que se enfríen y quitarles
la piel dejando la parte de arriba como en la foto. Hacerles unos cortes y
estend...
Hace 4 semanas
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