sábado, 30 de mayo de 2015

en el aire


Sólo porque la historia va sobre aviones decido seguir. Leer rápido para llegar a un desenlace inesperado que explique el incidente de un avión en pleno vuelo. Hay libros que es mejor no empezar pero son ya muchos años escondido en una biblioteca del que saldrá hacia otros espacios para negarle una oportunidad. Leer rápido como mero entretenimiento, o casi ni eso, para desentramar averías, piezas, luchas por el poder y periodistas sin escrúpulos.

Punto crítico. Michael Crichton. 1997

en el quicio


Si abandonó la botella hace escasos segundo nunca lo sabremos. No tuvo que llamar al timbre, la puerta estaba abierta, siempre lo está. Tan irreal que parece real. La antigua entrada da paso a un fondo negro. Gesto resignado el del caminante parado que piensa lo que no necesita traducción. Quizás recordando, quizás anhelando. No se sabe a dónde irá ni lo que encontrará mas allá, si se avanza en la estancia, nunca se sabe. Es Lisboa, 2015, mayo, primera foto.

sábado, 23 de mayo de 2015

bessie


No suenan las páginas con la música de la emperatriz del blues. Muerta en accidente de coche a los 43 años dejó una carrera inacabada. Pasó por lo mejor y lo peor en una vida convulsa, con unas circunstancias externas de tiempos de depresión económica que hizo decaer el negocio musical y con un carácter que le llevó a relaciones tempestuosas y al abuso del alcohol. Pero por encima de todo queda la música, la voz y el canto desgarrador de una figura que hay que buscar entre grabaciones antiguas, recuperarlas y escuchar, en la penumbra y a media voz.
Bessie. Chris Albertson. 1973

la invención del amor


Un libro no leído. Imposible cuando las hojas aparecen pegadas. O leyeron otras y esas no. todo es posible. El estado de la cubierta no lo diría. Se acumulan manchas. Colección Austral, impreso en el 47. Edición argentina, ha viajado hasta llegar a la cuesta de Moyano. Un euro es su valor. Temas dispares, la vida en las galeras, el vestido y el adorno, la ciencia en el pasado. Y el primero, Soledad y libertad que da vida al volumen. Titulado en su conjunto  Vida e Historia. El insigne médico, Marañón, lo borda en ese primer ensayo. De cómo se inventó el amor, se podría titular, en una mañana remota y memorable…

Vida e Historia. Gregorio Marañón. 1940.

calais


Los burgueses de Calais, seis ciudadanos que ofrecen su vida para salvar al resto, asediados en la ciudad francesa por las tropas británicas. Guerra de los cien años. Siglo XIV. El monumento original que homenajea a los seis valientes está en Calais. A partir del molde original se hicieron mas copias de la obra de Rodin. En Stanford las figuras se han desagrupado y se preguntan con gestos de manos o de rostro el por qué. Quizá arrepentidos de su decisión u orgullosos pero temerosos de la muerte. Dice la historia que se salvaron de ser colgados por la intercesión de la reina, esposa del monarca Eduardo. Ejemplo de heroicidad, de gente ordinaria, dice la placa conmemorativa. Cae la tarde y la luz provoca reflejos en las arrugadas figuras.

michael k


Huyendo de la guerra, cuidando de su madre. Buscando lo simple, lo sencillo. Sin necesitar nada. Haciendo preguntas simples, que de tan elementales nadie puede contestar. La declaración de Michael K es de sencillez. De empezar por lo elemental. De seguir el curso de la vida a través de una semilla. Un poco de agua y se produce el milagro. Todo es asombro a veces en Michael. Encerrado y escapado, ajeno casi a todo. Sorprendente el capítulo del médico que cuida de él. Él que no quiere comer. Él que es más de lo que parece, dice el doctor. Ahí se resume todo. Poesía y emoción en las letras. Inclasificable e imprescindible.

 

Vida y época de Michael K. J.M.Coetze. 1983

apuntes de california


California es diversidad. De gente y sus culturas. Se nota en la comida. Todo lo que se busque. Y las mezclas buscando los fogones. Si quieres comida mexicana la tienes como en Los Charros, en Mountain View, de sillas multicolores y buena cena. Como taquerías a pie de Camino Real que ofrecen grandes raciones a módico precio. El tradicional Fish Market, desde 1976, también en el Camino, en Palo Alto, sigue ofreciendo pescado y marisco, y escasean las mesas. San Jose presenta una calle de lujo, Santana Row, con tiendas, hoteles, terrazas, coches a la última y algunos restaurantes. Sino es uno de ellos, comida asiática, con poca luz en local cuyos techos parecen inacabados. Buena calidad a un precio mejor del esperado entre ese glamour. Todo es limpieza en la zona. Y en casi todas. Una diferencia con nosotros. Las cunetas de la carretera no son basureros improvisados.  En Stanford la limpieza ya es de otro orden. Ciudad universitaria y campus verde donde se puede pasear, practicar deporte y hasta estudiar. La galería de arte presenta obras contemporáneas. Las palmeras lo inundan todo y las bicis llevan estudiantes de un sitio a otro. No hay ruido y las ardillas no huyen. La Iglesia está profusamente decorada por fuera. Dentro también, y un sacerdote de espaldas al público dirige una ceremonia. Canta un coro ante escaso público. La librería ya no tiene tantos volúmenes como antaño. Hoy se vende mas merchandising que libro. También hay espacio para la diversión en un viaje de trabajo. Billar y cerveza en bares oscuros de puerta roja o en Fred’s donde hay karaoke los jueves y juego de palos y bolas para disputar con los parroquianos. Buscamos también un museo de la Nasa, que cerró antes de nuestra llegada. Un espacio de divulgación todavía está abierto. Trajes, objetos y una roca lunar como principal atractivo. Los niños van de aquí para allá. Lo mejor, la cámara térmica o infrarroja que desvela la temperatura de nuestro cuerpo. Cercanos los enormes hangares. También hay tiempo para un poco de naturaleza. Pasando por Facebook y su gran complejo de edificios llegamos al parque natural de Don Edwards. Refugio de naturaleza en plena bahía. Buenas vistas, mar y colinas que acogen animales. Paseo agradable, con brisa. Pocos paseantes, hasta los perros van atados. Una cabaña que se conserva. Un pescador vivió ahí. Tras la puerta la casa. Al otro lado la inmensidad del océano y la luz. Cabría preguntarle si fue feliz.

la pastora


Dos libros en uno. Uno atractivo y otro menos. La realidad supera a la ficción. El monólogo de la Pastora es crudo y descarnado. Narrado desde la inocencia y desde la resignación. Una vida diferente. De pastora acosada por todos. De sexo errado. Pasó a ser reconocido como hombre ya al final de su vida. Se le acusó de muchos crímenes y asesinatos. Cuando se echó al monte a luchar contra la dictadura. Robando para vivir. El último maquis del Levante. Esa narración está basada en un libro del periodista Jose Calvo. El otro libro, ya ficción, se entrecruza y presenta a dos personas que buscan a la Pastora. Y no pararán hasta encontrarla. Entre medias, recelos, disputas, camaradería y sospechas. Todo ello sin llegar al profundo alegato de soledad del gran protagonista.

Donde nadie te encuentre. Alicia Giménez Bartlett. 2011

SF


Hasta cinco carriles para viajar a San Francisco, el cielo es azul. Algún perro asoma la cabeza en coche ajeno. Grandes carteles verdes anuncian salidas y desvíos. Una sucesión de enrevesados puentes con asfalto estriado deja ver la silueta de un downtown reconocible. Es domingo, y hará calor. Y la calle que lleva a los muelles ya parece atascada. Aparcamos en uno de esos sitios al aire libre donde parece que alguien puso un cartel de parking y podría quitarlo esa misma noche. Cristales en el suelo. Caminamos los muelles. Despiertan entre desayunos y tiendas que abren. Suelos regados. Fotos de la bahía. Es imposible contar el número de leones marinos que habitan en el muelle 39. Se llega a ellos por el ruido que hacen. Juegan o duermen. O buscan alimento. Quizás se peleen por el espacio o por las hembras. Se han llegado a ver hasta 1700. Dicen que llegaron después del terremoto del 89. Me pregunto si buscando seguridad. Allí deleitan a los humanos que no paramos de hacer fotos de ellos y delante de ellos. Las gaviotas también miran y parecen posar. También Alcatraz. Varios museos alrededor. El de máquinas recreativas antiguas o el de buques de guerra como el submarino Pampanito. El Golden Gate como objetivo. Y por qué no en bici. La alquilamos y la distancia que se antoja cercana no es tal. El día es espectacular. Calles y parques albergan caminantes, corredores y usuarios de bici. El puente en la distancia. Paradas de foto y alguna subida para alcanzar la masa de metal coloreado. Huele a mar. Se cruza por la parte izquierda, entre el vértigo de la velocidad de la bici, y el ruido de los coches. Otra experiencia. El océano y la bahía ahí abajo. El sol que todo lo cubre. Las vistas son reconocibles en la memoria. Al otro lado un espacio que se ha quedado pequeño para los coches. Todos quieren hacer la misma foto o parecida. La vista final de puente y ciudad. La brisa al volver a cruzar disipa el calor. Más gente disfrutando del sol. Pequeños espacios de arena aprovechados. Reponer fuerzas es obligatorio tras dos horas y medio de pedaleo. Los muelles dejan olores y vistazos de mariscos. Fishermen’s Grotto abrió en el año 1935 y fue el primer restaurante en los muelles donde se podía comer sentado. Fundado por un pescador siciliano ya son cuatro las generaciones familiares que se vienen ocupando del negocio. Es hora de andar por las calles cuadriculadas que vistas desde el cielo ofrecen una perfecta programación. Chinatown conserva sus tiendas de comida con frutas y verduras irreconocibles y sus bazares gigantescos,  sus patos laqueados colgados y los músicos callejeros que buscan unas monedas. También las busca un señor que nos saluda y quiere conversar. Ofrece las mejores vistas de la ciudad desde un hotel donde también hay señoritas que pueden hacer compañía. Se presenta como guía con un tono pausado y voz escasa. Sigue siendo San Francisco ciudad donde las calles se convierten en casas de gente. Con carros que se mueven con pertenencias y con bancos que sirven para dormir a cualquier hora. El contraste de este mundo. Seguimos caminando y nos llegamos hasta Union Square y alrededores donde bulle el turismo. Los cable car vienen y van. Parques con arte al aire libre. Tomamos el coche para subir cuestas imposibles y luego bajarlas o para recorrer la famosa Lombard Street poblada de jardines, curvas sinuosas y turistas. El día va quedando atrás. Todo suma para el cansancio de un cuerpo que acumula viajes, desfases horarios, bicis y andares. SF atrás. Volvemos a los carriles flanqueados por palmeras.
 

viernes, 1 de mayo de 2015

malentendido



Me decepciona un tanto la novela. Quizás por la fama que le precede y por los comentarios que adornan la contraportada. Dos adultos ya jubilados visitan a su hija en Moscú. Surge la decepción, surge algo que parece limar todo un pasado juntos. Una desilusión mezclada con lo que vislumbran los personajes, una vejez que parece de repente anticiparse, que pone en comparación lo anterior y lo venidero. Al final de la novela, corta, todo queda en un malentendido. Correcta, nada más. Quizás sea hora de no dejarse llevar por los vientos de cierta crítica.

Malentendido en Moscú. Simone de Beauvoir. 1992

limónov



Novela de aventuras. O biografía novelada. Eso es lo que parece la historia de Limónov. Personaje que recorre la historia de Rusia de los últimos años. Personaje que escribe y salta a Estados Unidos en busca de reconocimiento para volver a su patria después, desengañado. Escritor y activista político en su tierra natal sin acabar de encontrar el premio al que parece aspirar. No es un personaje de ficción, digámoslo, es alguien que ha vivido de forma exuberante, que ha viajado y buscado amores, encontrándolos a veces. Hoy en día el escritor Limónov es ya un anciano que sigue escribiendo y narrando quizás todo aquello que ha vivido en exceso.

Limónov. Emmanuel Carrére. 2011

peñaranda


En Peñaranda de Bracamonte la tarde es silenciosa y sólo la alteran los pájaros. La iglesia está cerrada y la plaza Mayor casi desierta. Compramos unas pastas y nos regalan un pastel. La chica nos indica que vayamos al Museo de los Carmelitas. También está cerrado. Al lado empujamos la puerta de la Ermita del humilladero. Nos sentamos en la penumbra y al poco aparece un señor que nos invita a pasar al otro lado de la reja que separa a fieles del altar. Humilde ermita con historia. Y es eso lo que nos cuenta Tito que así se llama quien gobierna la cofradía del Cristo que lleva el nombre de la ermita. Y lo que empieza como un simple comentario acaba convirtiéndose en todo un buen rato que compartimos con esta persona a la que se nota que le gusta hablar y dar a conocer lo bueno de este pueblo y lo que en él se hace. El Cristo es de hoja de maíz y dice la leyenda que allá por el XVII venía de México en carreta de bueyes rumbo a un monasterio cercano. Embarrancado en el barro al lado de un pajar, se descargó el Cristo y los bueyes se marcharon. Los vecinos ante semejante imagen decidieron que debía permanecer allí y se erigió la ermita. La figura es hermosa y esbelta, presidiendo el altar. Mas imágenes al lado como la Soledad o la moderna Dolorosa, o el San Miguel. También un cuadro de la Anunciación que merece restauración. O la Trinidad con cabeza de múltiples ojos y bocas en la que se pueden vislumbrar las tres caras. Tito también reparte alimentos y ropa a los mas necesitados de una población que ha perdido parte de su tejido industrial y que sufre como todas. Tradiciones de Semana Santa nos llegan de boca del cofrade que sigue contando hechos y dichos de una población venida a menos pero que mantiene vivas tradiciones heredadas de un pasado lejano. Las tres cruces de la entrada, de un románico añejo, presiden la entrada. Allí nos despedimos de Tito que nos anima a venir en Semana Santa o a alguno de los múltiples eventos que él organiza, concentraciones de motos o coches, eventos que mantienen activo a una persona de esas que no sabe estar quieta. Sigue cerrada la iglesia principal de la localidad y ya nos vamos rumbo a casa. El pueblo sigue sin gente, encerrada en día festivo, son escasos aquellos que pasean algún niño por sus aceras.

el primer hombre



Novela autobiográfica. Inconclusa, la encontraron en un maletín en el lugar del accidente de coche que acabó con su vida. Recuerdos de infancia en Argel. La búsqueda de un padre casi desconocido muerto en la gran guerra. La relación con su madre es emocionante y constante. Siempre en su búsqueda. A ella está dedicada la obra, dedicatoria breve y humilde. Una madre que ve la vida tras una ventana alta en su silencio. Prosa descriptiva. Como hacer una vida soportable, o la debilidad ante la belleza. El final se antoja no final. Pero lo parece. Habla de una vejez que nunca llegó para el gran Camus.

El primer hombre. Albert Camus. 1960

alba de tormes-2


En la plaza de Santa Teresa, adosado al convento de los Padres Carmelitas está el museo Teresiano que presenta una breve historia de la presencia de los Padres en África. De visita gratuita presenta pintura, escultura, reliquias de Santa Teresa y San Juan de la Cruz y arte africano procedente de las misiones. A su lado la iglesia consagrada al santo. Acaba la misa y se lleva en procesión una cruz bajo el cántico de Nada te turbe. Se va a la Anunciación. Se baila jota en la plaza al son de tambor y dulzaina. De plaza a plaza Mayor, coqueta, con palmeras en círculo, y fuente con agua. Al lado la Iglesia de San Juan, la comparten el Bautista y el Evangelista y es hoy recinto que alberga arte en una bella construcción románico-mudéjar. Se expone obra del escultor local Venancio Blasco, escultura religiosa de corte moderno. Pero a su lado también se recogen fondos que hacen obligada la visita. Como el apostolado románico de piedra que data hacia el 1200. Impresionante muestra de hieráticos personajes policromados. O como la talla del crucificado, anónima del XIV de cuyo costado brota la sangre a borbotones. Y para finalizar, la increíble pintura atribuida a Vicente Macip (1475-1545) quizás con la colaboración de su hijo Juan de Juanes. Prodigio de expresión en un Cristo atado a una columna de sorprendente mezcla de colores. Cruzamos el Tormes antes de comer sin saber casi para donde va un río ancho y poco caudaloso donde los peces, enormes, descansan en su fondo verdoso. Tomamos algo a la vera y a la sombra mientras las oleadas de turistas se suceden acompañados por la música lejana. Para terminar visitamos la única torre del Castillo de los Alba que recibe a los visitantes deseosos de escalar. Fue el Gran Duque, 1507-1582, el que dio esplendor a un lugar que hoy sólo conserva esa torre de un total de seis y que gracias a sus victorias en los campos de batalla logró parabienes y riquezas que llegan hasta nuestros días. Se sube a un mirador por escalera de madera para divisar Gredos de cumbres nevadas y alrededores. Los amarillos campos de colza ponen una nota de gran color, en contraste con ocres, verdes y el azul de un cielo con hilos blancos, no pleno. Una pequeña visita guiada al interior nos permite acceder al piso de arriba donde nos sorprende un espacio abovedado con frescos del XVI que plasman la batalla de Mühlberg y la fragua de la coraza del duque. Son obra de Cristobal Passini y el duque aparece en gesto guerrero en campos del norte de Europa donde todavía se habla de él a los niños que se portan mal. Tomamos el coche para volver sin prisa.