Si abandonó la botella hace escasos segundo nunca lo sabremos. No tuvo
que llamar al timbre, la puerta estaba abierta, siempre lo está. Tan irreal que
parece real. La antigua entrada da paso a un fondo negro. Gesto resignado el
del caminante parado que piensa lo que no necesita traducción. Quizás recordando,
quizás anhelando. No se sabe a dónde irá ni lo que encontrará mas allá, si se
avanza en la estancia, nunca se sabe. Es Lisboa, 2015, mayo, primera foto.
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