sábado, 19 de enero de 2019

11-M


Libro sobre la infamia, sobre la preparación de los atentados del 11-M en Madrid, o más concretamente sobre cómo se obtuvo el explosivo empleado. Todo a cambio de drogas, con personajes de ese mundo que no vemos pero que existe. Trapicheos, robos, tráfico de drogas, contactos, confidentes. Y de repente la tragedia. Crónica periodística, ágil y directa. 

Nos vemos en esta vida o en la otra. Manuel Jabois. 2016

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Cosas que desconocemos o que se olvidaron. Colonialismo en África, en este caso con el rey Leopoldo de Bélgica como responsable. Es su negocio, es su empresa, el Estado del Congo. Acabará vendiendo la empresa al gobierno belga, antes de morir. Libro enriquecedor, duro y con su dosis de esperanza, la de presentar a aquellos que desafiaron a los poderosos para denunciar y seguir denunciado la explotación, la esclavitud y el enriquecimiento ilícito a costa del sufrimiento y la muerte. 

El fantasma del Rey Leopoldo. Adam Hochschild. 1998

domingo, 13 de enero de 2019

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Ruido de coches en la madrugada de Sevilla. No es el aislamiento el fuerte de este hotel. Desayunamos bien en el bar Galería, el pan es sabroso. Los niños van al colegio. Andando o en bici, o en bici de paquete, haciendo equilibrio de pie, con madre y hermano. Sin casco, ecologismo irresponsable. Quizás sea el adjetivo apropiado. ¿Hay ganas de volver? Apuesto que no, alguno llora. Frío y autobús a Itálica, de los articulados. Huele a bus mientras pasamos por rotondas, almacenes, huertas con cobertizos, caballos, casas inacabadas y carteles obsoletos. Camas parece un pueblo destartalado con escuela taurina y polígonos industriales donde duele la vista. Hay suelo en venta, me pregunto para qué. Hay naranjos de fruto amargo que parecen mezclarse con olivos. Ya llegando al destino, Santiponce parece más ordenado.
En las ruinas de Itálica hace mucho frío. No hay forma de guarecerse, ni en el anfiteatro ni en las estancias abiertas. Buscamos el sol. Hay mosaicos y piedras de otro tiempo junto a cipreses que jalonan las calles. Pisamos las piedras que otros pusieron y que el tiempo desgasta. Imaginamos bestias y luchadores, o condenados a morir. El albero tiene color de maestranza. En el autobús de vuelta descubro que hay multitud de placas solares en las casas y chalets. Buen acierto, el sol no falta aquí a su cita. Este viaje muestra otro Camas, no hay nada como tomar la calle concurrida, de comercios y de gente que vive el día a día. Descubrimos también otro río, el Guadaíra, afluente del Guadalquivir. Inmenso en su anchura.
Ya en Sevilla tomamos el urbano número 3 al parque de María Luisa. Allí  hay palomas que buscan comida y un Museo Arqueológico de obligada visita después de visitar Itálica. Gratuitas ambas visitas, en el Museo están las esculturas, objetos y mosaicos que se han ido encontrando en las excavaciones.
Comemos en la calle Adriano, en Jaime Alpresa, cantante y ahora restaurador que adorna su coqueto restaurante con fotos de sus amigos y conocidos. Los garbanzos con espinacas hay que probarlos. Por esta calle se entra a la Maestranza, parte de atrás, y sorprende encontrar estas puertas en lo que parece una calle más.
De ahí al Bellas Artes, a ver a Murillo, excepcional la exposición.
Después cansancio, recorremos otras calles y esperamos a que abra la capilla de San José. Nos sentamos y nos levantamos y ya abrió la capilla. Aun con andamios merece la pena verla, recargadas sus paredes.
Después visitamos Santa María la Blanca con una última cena de Murillo.
Camino de la estación el frío no se va. McDonalds no cambia, quizás el entorno, las formas, no el fondo. Dicen que no se hable con el móvil en el tren, como si oyen llover. Fuera la oscuridad. A toro pasado vemos un paisaje inexistente, asientos a contramarcha, antinatural parece. En algún momento tengo la sensación de ir en contra de la realidad, de seguir alejándome de aquello que veo llegar de frente. La falta de referencias en la noche me confunde. Quizás eso que pasó fuera un tren, se ven luces, raudas. Ella duerme, dijo que no lo haría.

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Ciudades que despiertan entre luces amarillas. Andenes de maletas y sueños interrumpidos. Viajar para buscar o sólo para ver que existen otros, tantos, que hacen inabarcable el planeta.
Más paradas, bajan y suben, guantes bonitos de lunares, móviles, bolsos, arrancamos, se cierran los ojos, nadie sabe si duermen. No ven el paisaje, no ven amanecer. No ven la neblina que aparece en el valle. Las montañas recortadas. Ella con tacones dorados, escarcha en lo que queda de hierba, la tierra agrietada. Los olivos blanqueados. Las cabezas que caen, por su propio peso.
No hace calor, no debería hacer frío en los trenes. Siguen viajando, todos. Donde van, o donde vamos. Rayos de sol, tímidos, como si fueran a hablar, aparte de todo lo que hacen.
Duerme, me quito las gafas y no veo. Adelantamos a otro tren, nos vamos, casas al borde, qué ven y sienten; trenes, ahora sí, mañana también. Es la luz que entra, son las montañas. Avanzamos sur, suroeste, llegamos a Sevilla.
Frío en el camino al hotel y en todos los caminos. Devoción en la Macarena, siempre. Ya de mañana, gente que reza, algunos se arrodillan. Andar para combatir las temperaturas. En la plaza de Armas, antigua estación ferroviaria, de preciosa silueta, o estación de Córdoba, parece que los negocios no prosperan. Locales destinados a exposiciones de arte o academias de lo mismo, con expositores, una lástima, el espacio no merece quedar olvidado. Cruzamos el río por el puente de Triana. Hay sol y piraguas, y también un barrio. Preciosa la Esperanza de Triana de la Capilla de los Marineros. Algunos fieles. La parroquia de Santa Ana tiene un bonito retablo. Dos euros cuesta la entrada. Allí hay un busto de Francisco Rodriguez Moreno, el mudo de Santa Ana, antiguo sacristán, acompañante de procesiones y que llamaba “guapa” a la virgen, cuando quería hablar.
Hace dos días pasaron los Reyes de Oriente y se limpia el suelo lleno de restos de caramelos que se pegan a los zapatos. Se venden calendarios de forma ambulante y también cartuchos de almendras fritas. Imposible contenerse. Comemos en la taberna Sol y Sombra, bien. Las paredes pobladas de ofertas y de carteles taurinos, colores rojos y grana. Buscamos el sol, paseamos, andamos, cola en la Maestranza, colores vivos rodeando el blanco reluciente. Café en Starbucks, puede parecer caro, pero no lo es, por cantidad y por calidad. Se escribe, se lee el móvil, cambiaron las tornas. Quizás copiamos lo que vemos en las películas, o éstas copian de la realidad. Algún encargado explica a los empleados el nuevo catálogo de bebidas, parece complicado. A veces me pregunto lo que hacemos los humanos. Y por qué. Y sin encontrar respuestas seguimos…andar…hotel…andar. No se apaga la Navidad ni sus luces. En Casa Paco cenamos, tapas. Son las 9 y 11 siempre. No se sabe si de día o de noche. Volver a la calle, la gente no se quiere recoger, aunque mañana sea día de trabajo.