Colombia, de amarillo en
la grada, se vuelve loca con el gol. Y el entrenador parece quedarse huérfano
de abrazos. Goles de goleadores, goleadas y palizas. Y goles milagrosos,
alemanes, en descuento que no acaba. Y penaltis fallados y acertados,
clasificaciones en el último suspiro. Quizás no nos acordemos de lo que pasó
hace cuatro años pero parece que la emoción es mayor. Y el VAR decidiendo. Sorprende
el sol de Rusia y aparece la tormenta de agua. Pasan cosas. Un gol que canta
todo un país. Argentina en la grada es pasión. Argentina en el campo es
impredecible. Ser niño y marcar cuando todo se acaba. Delirio. El niño en la
grada no se lo cree, busca a su padre. Alemania se va, tragedia. La primera
sorpresa, real. Los de rojo corrían mucho. A pesar de todo, la vida sigue en
Alemania y allá donde nos paremos. También hay clasificados por tarjetas, por
menor número, por juego limpio. Deshacer el empate sin que tiremos monedas. Esto
se acaba, la primera fase y empieza lo mejor, el todo o nada.
Y en ese momento yo me
quedo parado. No voy a tirar un penalti. Sí, el fútbol es lo más importante de
lo menos importante. A veces, todavía baja un poco en la escala de prioridades.
Y me quedo parado, escuchando a un hijo que me mira y cuenta lo que yo no
quiero escuchar. Y no sé cuándo podré volver a cantar goles.