California es diversidad. De gente y sus culturas. Se nota en la
comida. Todo lo que se busque. Y las mezclas buscando los fogones. Si quieres
comida mexicana la tienes como en Los Charros, en Mountain View, de sillas
multicolores y buena cena. Como taquerías a pie de Camino Real que ofrecen
grandes raciones a módico precio. El tradicional Fish Market, desde 1976,
también en el Camino, en Palo Alto, sigue ofreciendo pescado y marisco, y
escasean las mesas. San Jose presenta una calle de lujo, Santana Row, con
tiendas, hoteles, terrazas, coches a la última y algunos restaurantes. Sino es
uno de ellos, comida asiática, con poca luz en local cuyos techos parecen
inacabados. Buena calidad a un precio mejor del esperado entre ese glamour. Todo
es limpieza en la zona. Y en casi todas. Una diferencia con nosotros. Las
cunetas de la carretera no son basureros improvisados.En Stanford la limpieza ya es de otro orden. Ciudad
universitaria y campus verde donde se puede pasear, practicar deporte y hasta
estudiar. La galería de arte presenta obras contemporáneas. Las palmeras lo
inundan todo y las bicis llevan estudiantes de un sitio a otro. No hay ruido y
las ardillas no huyen. La Iglesia está profusamente decorada por fuera. Dentro también,
y un sacerdote de espaldas al público dirige una ceremonia. Canta un coro ante
escaso público. La librería ya no tiene tantos volúmenes como antaño. Hoy se
vende mas merchandising que libro. También hay espacio para la diversión en un
viaje de trabajo. Billar y cerveza en bares oscuros de puerta roja o en Fred’s donde hay
karaoke los jueves y juego de palos y bolas para disputar con los parroquianos. Buscamos también
un museo de la Nasa, que cerró antes de nuestra llegada. Un espacio de
divulgación todavía está abierto. Trajes, objetos y una roca lunar como
principal atractivo. Los niños van de aquí para allá. Lo mejor, la cámara
térmica o infrarroja que desvela la temperatura de nuestro cuerpo. Cercanos los
enormes hangares. También hay tiempo para un poco de naturaleza. Pasando por
Facebook y su gran complejo de edificios llegamos al parque natural de Don
Edwards. Refugio de naturaleza en plena bahía. Buenas vistas, mar y colinas que
acogen animales. Paseo agradable, con brisa. Pocos paseantes, hasta los perros
van atados. Una cabaña que se conserva. Un pescador vivió ahí. Tras la puerta
la casa. Al otro lado la inmensidad del océano y la luz. Cabría preguntarle si
fue feliz.
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