En la
plaza de Santa Teresa, adosado al convento de los Padres Carmelitas está el
museo Teresiano que presenta una breve historia de la presencia de los Padres
en África. De visita gratuita presenta pintura, escultura, reliquias de Santa Teresa
y San Juan de la Cruz y arte africano procedente de las misiones. A su lado la iglesia
consagrada al santo. Acaba la misa y se lleva en procesión una cruz bajo el
cántico de Nada te turbe. Se va a la Anunciación. Se baila jota en la plaza al
son de tambor y dulzaina. De plaza a plaza Mayor, coqueta, con palmeras en
círculo, y fuente con agua. Al lado la Iglesia de San Juan, la comparten el
Bautista y el Evangelista y es hoy recinto que alberga arte en una bella
construcción románico-mudéjar. Se expone obra del escultor local Venancio
Blasco, escultura religiosa de corte moderno. Pero a su lado también se recogen
fondos que hacen obligada la visita. Como el apostolado románico de piedra que
data hacia el 1200. Impresionante muestra de hieráticos personajes policromados.
O como la talla del crucificado, anónima del XIV de cuyo costado brota la
sangre a borbotones. Y para finalizar, la increíble pintura atribuida a Vicente
Macip (1475-1545) quizás con la colaboración de su hijo Juan de Juanes. Prodigio
de expresión en un Cristo atado a una columna de sorprendente mezcla de
colores. Cruzamos el Tormes antes de comer sin saber casi para donde va un río
ancho y poco caudaloso donde los peces, enormes, descansan en su fondo verdoso.
Tomamos algo a la vera y a la sombra mientras las oleadas de turistas se
suceden acompañados por la música lejana. Para terminar visitamos la única
torre del Castillo de los Alba que recibe a los visitantes deseosos de escalar.
Fue el Gran Duque, 1507-1582, el que dio esplendor a un lugar que hoy sólo
conserva esa torre de un total de seis y que gracias a sus victorias en los
campos de batalla logró parabienes y riquezas que llegan hasta nuestros días. Se
sube a un mirador por escalera de madera para divisar Gredos de cumbres nevadas
y alrededores. Los amarillos campos de colza ponen una nota de gran color, en
contraste con ocres, verdes y el azul de un cielo con hilos blancos, no pleno. Una
pequeña visita guiada al interior nos permite acceder al piso de arriba donde
nos sorprende un espacio abovedado con frescos del XVI que plasman la batalla
de Mühlberg y la fragua de la coraza del duque. Son obra de Cristobal Passini y
el duque aparece en gesto guerrero en campos del norte de Europa donde todavía se
habla de él a los niños que se portan mal. Tomamos el coche para volver sin
prisa.
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