domingo, 20 de abril de 2014

el interno 16



Empezó la semana santa con fútbol si hablamos de miércoles y con sobredosis de realidad para el equipo que perdió tres competiciones en ocho días. El Barcelona ya no engaña a nadie, aunque lo peor es que se engaña a sí mismo. Falta autocrítica en un club donde sobran muchos y faltan los que pusieron la inteligencia. Hasta Messi perdió lo último que debe perder un futbolista, la dignidad sobre el terreno de juego. El jueves santo es sinónimo de atascos, sobre todo si no se piensa. Empieza la procesión de coches, concentrados en pocas horas. Las zonas de servicio se atestan al calor de abril, parece verano. Los hosteleros aplauden el tiempo. Que voten por dejar la semana santa fija, más cerca de Mayo que no. El lento peregrinar de vehículos se sobrelleva mejor con música, siempre la música. El desgarro en la voz de Bruce y su armónica en la tierra prometida o la dulzura en los sueños de Allison Krauss como compañeros de viaje. De repente son las dos de la tarde y en medio de Castilla suena aquella cuyo nombre es propio de estos días, Soledad Gimenez, a ritmo de jazz, dulce también, habla de la locura, del que se escapó de Ciempozuelos, y la piel se torna sensible. Un rato después recorro el paralelo de la N1, la antigua carretera olvidada en el tiempo, y atravieso Fuentespina, pueblo que no dice nada aunque a mí me diga mucho. El restaurante perdió su nombre y casi su forma, pero el alrededor es reconocible. Dice Graham Greene que la infancia es la capital del escritor, yo diría que de todos. Parada de infancia, adolescencia y mas. Comida en carretera. Sensaciones. Vitoria no es sinónimo de Semana Santa, aunque el turismo haga acto de presencia. Terrazas y sol. Muere García Márquez, lo mejor que se puede decir de él es que he disfrutado de su lectura. Lenguaje novedoso y forma narrativa inesperada. Un genio de la creación. Me esperan mas obras de él. Los ocho apellidos vascos hacen furor en forma de película. El cine se llena, aún en viernes santo. Risas y sonrisas. Comedia de situaciones, simpática, bien llevada y resuelta. Ha funcionado. Lo que me sorprende es que la gente acuda al cine a verla. ¿Se pararon las descargas? ¿Ganas de reír en comunidad? La pasión se acaba el domingo con nuevos atascos y vuelta a la realidad. No creo en la resurrección de las almas, si creo en la de las conciencias. Imprescindible y necesaria. Sólo que esta requiere pensar, cambiar esquemas y echar a andar, y eso siempre cuesta. No deja de ser otra forma de locura. Me acuerdo de Sor Lucía, monja que vive en Manresa. Le llaman revolucionaria. Yo la encuentro ideal, como ella a cientos, se necesitan. Agitadora de almas y de conciencias adormecidas o embotadas, rebosantes de aplastante realidad. Pero no hay nada que pare al ser humano, todo es proponérselo.

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