sábado, 26 de abril de 2014

florencia-pisa-día 6



Dejamos Florencia temprano por la mañana y tomamos el tren a Pisa. El mundo viaja, las nacionalidades diversas se agolpan en estaciones. Es sábado, ocho y treinta minutos. Una pareja de argentinos no consiguen que les aclaren sus dudas en castellano. Los inconvenientes de los idiomas. La vida está hecha de referencias, idiomáticas o no. Adelantamos a un tren y pareciera que estuviéramos casi parados si miramos a nuestra derecha, la vida en cámara lenta, pero si miramos a la izquierda observamos nuestro movimiento y su velocidad. Todo es relativo. Llegamos a Pisa y no necesitamos andar mucho para alcanzar el hotel, justo enfrente de la estación, un NH con habitación 504, curiosamente la misma que teníamos en Florencia. Toca pasear. La arquitectura parece similar, con la variante de los soportales y que el colorido en las fachadas parece ser mayor. Las iglesias son mas modestas. Faltan los frescos y la decoración no es tan exuberante. Llegamos a la plaza de los milagros. La torre inclinada impresiona. Las fotos o imágenes no concuerdan con la realidad. Pieza blanca hermosa y con una inclinación sobresaliente, es objeto de infinidad de fotos y de personas que intentan inclinarla o sostenerla en poses variopintas. La plaza en sí mismo es una preciosidad, el conjunto de blancos y verde césped da una imagen de postal. El sol la engrandece. Varias zonas verdes permanecen vedadas al asiento del público. La catedral combina mármoles grises y blancos en el exterior con interior que muestra aire de mezquita, también por la alternancia de colores. Un gran Pantocrator ocupa gran parte de la alta cúpula y un extraordinario púlpito de Pisano, 1302, labrado, es la pieza mas fotografiada por los turistas. El camposanto tuvo como origen el de iglesia que albergaba en su pasillo central sin techo tierra santa traída con la segunda cruzada. Hoy es un edificio que alberga infinidad de tumbas y frescos que rodean el claustro rectangular. En gran parte fue reconstruido tras un incendio provocado por una granada el 27 de julio del 44. Esplendidos los frescos de Buffalmaco (activo en 1315–1336) que pinta el juicio final y muestra a los malditos a la derecha y a los bendecidos a la izquierda y el triunfo de la muerte representada en forma de mujer con hoz. El batisterio, austero, sin frescos ni decoración, acoge otro magnífico púlpito. Visitamos también el museo de la Sinopia con diferentes muestras de lo que quedó después de despegar los frescos, algunas de ellas espectaculares. Ya dentro del Museo del Duomo recorremos varias salas y observamos la torre inclinada desde infinidad de ángulos. El museo alberga pocos visitantes pero quizás muestre otra forma de fotografiar el objetivo mas buscado. Una de las salas alberga un espectacular crucificado en madera del siglo XII, policromado, con un brazo despegado de la cruz y cuya desproporción aumenta de cintura para abajo. En otra sala encontramos una espléndida escultura de madre e hijo o Virgen del coloquio, de Giovanni Pisano (1250-1315). También de Pisano un crucifijo de madera de finales del XIII.
Saliendo de la plaza de los milagros paseamos y encontramos la plaza de los caballeros de planta en forma de concha donde se alternan los palacios e iglesias. Si dejamos la calle principal la ciudad parece estar muerta. El Arno sigue su curso y muestra a ambos lados sacos terreros.
Cenaremos mas tarde en L’etichetta, sugestivo local, bien decorado y con ambiente de intimidad donde tomamos spaghettis, fillete funghi porcini y cantuccini e vin santo. Pensamos que la torre estará iluminada en la noche, pero el paraje antes bullicioso se encuentra ahora solitario, casi vacío y con escasa luz. La vida sigue y bulle en la calle principal que nunca partirá el Arno que prosigue hacia su desembocadura en el mediterráneo. Final o principio de algo. Ya en el avión, día siguiente, termino de leer a Auster y su invención de la soledad. Emocionante, la vida está hecha de recuerdos y quizás eso nos mantenga vivos. Para el recuerdo, éste viaje, y todos los anteriores reflejados en él. El estado natural puede ser el de nómada, viajero en busca de algo. Buscar, ver y observar, pasión por el conocimiento, pasión por la belleza que alberga el planeta. Algunos dicen que solo es una escapatoria, irreal, dentro del mundo que nos ha tocado vivir. Pero esta escapatoria es real, la puedo sentir, disfrutar y volver a sentir, y está hecha de pequeños escalofríos, será una contemplación de lo retratado o esculpido, será un color o una vista, o una flor, será un latido, un despertar, o será, definitivamente, el roce de una piel, de tu piel, una mano, mejor dos, enlazadas, dos cuerpos en movimiento a través de esos mundos.

No hay comentarios: