domingo, 25 de octubre de 2015

platón



En este mundo donde todo se aplaude, estupidez incluida, con programas de tv donde se aplaude más que se habla, donde el aplauso es estridente, desaforado, de idiota feliz, me fascina Emilio Lledó  y su sencillo análisis de la realidad. Dice que Platón se planteaba si el político podía ser feliz y lo hacía porque no está claro que el que se ofrece a los demás pueda permitirse el lujo de la felicidad.
No se entiende a Platón. No se lee a Platón, los políticos cierran legislatura y se hacen fotos y selfies delante de los leones. A algunos no se les conoce palabra ni voz, y parecen orgullosos después de que las cosas sigan más o menos igual, después de hacer poco o nada. Todo teatro. Puro teatro, silbidos y aplausos de pantomima, me quedo y me estimula más el otro mundo, que no se retransmite, que camina entre sombras, que navega calles pobladas y desiertas, que se esconde en bares, que incluso juega a expresarse, que aprovecha un espacio, un momento, un minuto, incluso en el baño, con rotulador en puerta, para gritar en silencio, “Yo ya no lo tomó cada ocho horas”. Mi aplauso para él o ella.

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