jueves, 19 de junio de 2008

tráfico y toreo

Todos conocemos a conductores que al volante de un automóvil son capaces de sentir un auténtico desprecio por la vida, la suya y la de los demás, cuando adoptan conductas temerarias en las carreteras. Nunca lo reconocerán. No suelen pensar que el azar, en forma de múltiples variables, puede aparecer para romper la “normalidad”, y en forma de obstáculo imprevisto, somnolencia, despiste o estado de la vía, hacer que eso que solo le pasa al otro le pase a ellos. Imagino que si uno vive para contarlo, una experiencia de ese tipo hará recapacitar a algunos. Otros, desgraciadamente, reinciden, y su aparente poco aprecio por esta existencia continúa a pesar de los pesares sufridos.
Cuando uno ve imágenes de cómo torea José Tomás, lo primero que le viene a la cabeza es la idea de su poco aprecio por su vida. Primera diferencia con los conductores, sólo pone en peligro la suya. Desvalido delante de un animal, que sólo con su peso y mediante un topetazo puede aniquilarte, se enfrenta a las diversas suertes del toreo con un grado de abandono que produce miedo. Quiero imaginar que mucho antes del paseíllo, la decisión ya está tomada. El diestro va a salir a darlo todo, quizás entregado en manos de un ángel de la guarda al que se le reza con pasión, con los sentidos plenos para reconocer el peligro, pero con la convicción de que lo que se pretende ofrecer no está al alcance de cualquiera, se trata de un espectáculo casi único. Igual que hay deportistas que se entregan más que otros y a los que los espectadores alabamos ese esfuerzo fuera de lo ordinario, al torero de Galapagar hay que agradecerle ese plus que le convierte en alguien que ejecuta los lances como si fueran los últimos de su vida, porque aquí también se puede presentar el azar, en forma de toro bravo de conducta imprevisible, para poner punto final a todo. Algunos dirán que por ese dinero también lo harían. Asoma la segunda diferencia, en la carretera no hay dinero en juego, no hay carreras, perdón, si las hay, imaginarias, pero contra conductores desconocidos, de los que sólo se percibe que estorban, que interrumpen una marcha hacia la nada. Carreras sin premio que muchas veces acaban en la cuneta.
Pero al igual que en el deporte, o en cualquier tarea que se desarrolle, profesional o no, el plus de entrega puede no tener que ver con el dinero, hay otros factores a tener en cuenta, como el simple deseo de hacer bien las cosas, de ser el mejor, de pasar a la historia, o simplemente de tener la conciencia tranquila y no engañar a nadie, incluido uno mismo, de ahí que el conductor que desafía a la vida se convierta en un estúpido y José Tomás en alguien que no engaña a nadie.

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