martes, 3 de junio de 2008

el viento

Si no se hubiera levantado el viento, no habría visto moverse tu pelo mientras las pelusas de los chopos dibujaban piruetas en el aire; no habría visto como cerrabas los ojos para evitar que el aire ciegue tu mirada. Si en aquel momento, en que te levantaste y alguien te quitó el sitio, te hubieras sentado a mi lado, quizás tu vida hubiera cambiado al igual que la mía. Si hubieras elegido quedarte conmigo en vez de marcharte, quizás el diálogo hubiera sustituido al silencio de una espera interrumpida por tu presencia, aburrida sin ti, incierta contigo, deseo no escondido de lo inesperado. Las circunstancias se hicieron presentes, el azar se hizo presente y nuestras decisiones marcaron un camino en la mano de cada uno.
Te fuiste y volviste. Y te volviste a sentar en el mismo sitio, vacío de nuevo, nerviosa, escaleras arriba, escaleras abajo, el pelo recogido, los labios cerrados, te sentabas treinta segundos, un minuto, levantabas el vuelo otra vez. Cerraron las puertas y las pelusas dejaron de dar vueltas. El frescor dio paso al calor de lo cerrado y te marchaste escaleras arriba, para siempre. Ya no te vi más, ya sólo queda el mudo recuerdo de tu imagen, esa que se irá, que volverá quizás un amanecer, o que esperará a ser recuperada una tarde cualquiera de primavera.

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