lunes, 23 de diciembre de 2013

la llamada



Los musicales no necesitan a veces de grandes espacios ni de costosísimos montajes. La música puede sonar en un vagón de metro o en calle céntrica y bastan cuatro acordes o una voz rasgada para tocar la fibra del alma. El espacio del Teatro Lara es recogido, escaso, íntimo, de butacas duras y espacios poco dados a la expansión de nadie, el escenario no da para mucho más, y parece lleno de entrada, cuatro músicos que esperan que el público se siente, una litera ocupada ya de inicio y poco o nada más. Suficiente. El pasillo muestra una escalera que podría subir al anfiteatro o podría simular los pasos al cielo. Por ahí se desliza la voz de la llamada nada más apagarse las luces, en forma de canción, esa que nunca olvidaremos, I will always love you, de Whitney Houston. A partir de ahí se produce la expansión que no necesita espacio sino corazones que recojan el testigo y usted sabrá que la capacidad del alma para expandirse es infinita, y entonces se produce el milagro del directo, el tiempo vuela entre diálogos frescos, con humor, bien llevados y con interpretaciones musicales más que notables. Los actores, sobresalientes, el tema, de la fe, tratado con respeto, nada fácil. Todo ello para llegar a un final vibrante con una canción que horas después sigue resonando en los oídos. El público entregado, yo diría que sorprendido. La sonrisa del final es síntoma de haberlo pasado bien. Se consiguió lo menos fácil, hacer que el de abajo disfrute, y vuelvo al principio, los medios son escasos, pero como sucede siempre, es el artista el que salva la función y aquí no solo la salvan sino que la elevan,  a cotas de esos espectáculos que no se pueden dejar de ver, imprescindible.
La Llamada (en el Teatro Lara).

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