Vivimos
gracias al agua, la que viene de allá y vemos acá, la que salta de las entrañas
de la tierra para partir el pueblo en dos dejando musgos de belenes y aguas
turquesas. Es Orbaneja del Castillo, la que espera a los turistas y que también
espera las lluvias y las nieves que cubrirán todo, aún más. Paseamos y vemos
casas rematadas con expolios del románico. Eran otros tiempos. No tan lejanos
como los que formaron el cañón que el Ebro surca. Más miradores para hacer
fotos, padecer de vértigo o simplemente mirar. El río silencioso, abajo. No
parece moverse, estático.
Y seguimos
rondándolo, de Pesquera de Ebro a Cortiguera, en ruta donde descubrimos que el
río habla más o menos, que se retuerce en algún rápido, que subimos y se aleja,
y subimos tanto que llegamos al pueblo, pasamos de verdes a atisbar una casa,
integrada en la naturaleza. Casi deshabitado. Casa rural y algunos alternativos
con perros curiosos. La iglesia se quiere caer. Alguien compró otra, la de San
Pedro de Tejada, románico en privado. Cerrada hoy, esbelta, vallada, protegida
de curiosos y robos. Lástima, buscábamos la cercanía y se quedó lejana.
Más
río, se puede tocar, el camino del Ebro, un GR a contracorriente, buscando una
pasarela colgante que no alcanzamos. Camino sombrío y precioso. El cauce
siempre a la vista.
Y cerca,
todo parece estar cerca en las Merindades, hay carreteras, caminos, que
atraviesan páramos, puertos, entre árboles, las que unen pueblos y vidas, las que
se vuelven circulares. Y decía que cerca está el Monasterio de Santa María de
Rioseco, del XIII, del Císter, en ruinas, con voluntarios que lo enseñan para
convertir la tarde en sesión de historia, con ecos de pasos en claustro, con
otros de visitantes que antaño se hospedaban, de iglesias, de vidrieras y de
piedras que no quieren caerse. Visita que se explica con la ilusión de mostrar
lo que se tiene, de responder preguntas, de enseñar aunque todo se vuelva
olvido. Tiempo de imaginar vidas diferentes, antiguas, que bajaban la cuesta
empedrada, envueltas en hábitos blancos y encontraban el mismo rumor, el mismo
cauce, otras aguas de otras lluvias, pretéritas, de ese río que hoy quisimos
descubrir.
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