Piden verdad, justicia y
responsabilidades políticas. Han pasado dos años. Son los familiares de las
víctimas del accidente del tren que buscaba Santiago la víspera de la fiesta. Dos
años pidiendo algo es mucho tiempo. Y mientras, se nos va la vida en el respeto
a las instituciones. Se ha puesto de moda, respetar los bustos, los cuadros o
una misa mas o menos. El respeto a las personas se olvida. Y cada día que pasa
mas se olvidan. Y eso es un ejemplo de la marca España, de como se pueden hacer las cosas mal, de ese país que se quiebra, en el que nadie cree, que se rompe por egoísmo e ineptos. Por sinverguenzas y
corruptos. Sin intereses comunes, aparentes. Salvese el que pueda. Yo me salvo
andando, con música en auriculares que transmiten sensaciones y ponen música a
un paisaje urbano caliente al sol. Música para una foto lejana que parece
bautizo en pórtico de iglesia. Música para coches que molestan o a perros que
ladran a mi paso o a caras que se esconden en paseo de tarde desde esa
residencia. O para padre e hijo pequeño que no saben qué hacer juntos,
aburridos. O para una suciedad manifiesta. Pero sobre todo, música para la
soledad de los pocos que pasean. Los que se sientan, esperando a nadie, o los que
no saben donde ir, pero van. El sin sentido, quizás, de la vida, musicalizado. Es
mas llevadero. Es diferente, trastoca los sentidos y los aleja de la falacia y
del absurdo, aunque la soledad de la tarde me recuerde la de aquellos que piden
algo, esperando que la mezquindad de la política se evapore, con rabia en los
ojos. Que no se olviden los que mandan de a quién tienen que servir.
domingo, 26 de julio de 2015
domingo, 19 de julio de 2015
moscas
Libro recibido en 1998, como regalo de cumpleaños. Acumula años en la
estantería. Fino e ideal para un verano de tardes largas. De letra gorda y de
pocas páginas, de ambiente detectivesco sin detectives. De ambiente policial
con agentes al margen. De amnesia como telón de fondo. De querer conocerse a sí
mismo a medida que lo que parece una familia se rompe y el amor escondido
renace para acompañar al protagonista en su auto identificación. Tramas donde
las pistolas dejan huellas de sangre y el misterio se resuelve en final trabado
y un tanto confuso. Pero el objetivo se cumplió. Dejar rastro de algo que
sirvió para matar las horas de esas tardes perezosas.
El criterio de las moscas. Luis Manuel Ruiz. 1998
nanking
Como parte de la invasión de China por parte de Japón nos encontramos
en la ciudad de Nanking con un buen alemán. Es octubre de 1937 y él, John Rabe,
trabajador de Siemens en China se enfrentará a la labor más ardua de su vida. Intentar
proteger las vidas de miles de civiles atrapados en la ciudad en la barbarie de
la invasión japonesa. Presidente del comité formado por extranjeros que creó
una zona de seguridad en la ciudad arriesgó todo para intentar evitar el
sufrimiento de los más afectados. A pesar de ello no pudo evitar los asesinatos
en masa y sobre todo la violación sistemática de las mujeres chinas por el ejército
japonés. Sin creer lo que veía escribe en su diario y vía la embajada de su
país quiere que el horror alcance a ser público y llegue a ser conocido por
Hitler. Ahí perderá una de sus batallas. Alemania y Japón estaban jugando otra
partida. Reconocido por todos en China, Rabe vuelve a su país en la primavera
del 38 y allí, a pesar de pertenecer al partido nazi en el poder, al cual se
afilió para poder crear una escuela alemana en China, es interrogado por la
Gestapo y conminado a no dar cuentas de lo que ha visto. La segunda parte del
diario es igual de interesante. Los últimos días del cerco aliado sobre Berlín,
1945, primavera. Vienen los rusos, y los ingleses y americanos. También se
viola a las mujeres y se pasa hambre. La guerra la escriben los vencedores y
los perdedores anotan en su diario. Testimonios de superación de un hombre bueno
que solicita no ser catalogado como nazi. Pone como prueba su papel en Nanking.
No le vale. Le valdrá mas tarde en apelaciones. Él mismo lo dice, “no me
hubiera unido al partido si hubiera sabido de las atrocidades…”. Le echan en
cara que no se borrara cuando regresó a Alemania. “Idealista de primera ola”,
se define. Todo eran rumores. Muere en 1949. Su labor en Nanking,
desinteresada, fuera de los grandes focos, poco conocida, es reconocida años
después. Dice Confucio que el concepto de humanidad se limita a amar al
prójimo.
The good German of Nanking. The diaries of John Rabe. 1998
por segovia
Sueños sobre almohada en
hotel de Sepúlveda, el Villa de. A un kilómetro del pueblo. Habitación abuhardillada,
limpia y sencilla. Desayunamos en el bar del hotel, de ambiente taurino. Trato muy
amable y bizcocho casero. El kilómetro se antoja largo, en subida y con poca
sombra. Los vecinos se quejan de calor. Villa de calles estrechas y plaza que se me hace pequeña comparada en la memoria. Siguiendo las calles el pueblo se acaba al borde del Duratón
cuyas primeras hoces se atisban desde un mirador. Ausencia de ruidos, sólo los
pájaros dicen algo, golondrinas. Sol y cuestas. Se vende la casa de Victoriano
de la Serna, que fue torero, y tiene calle. La Iglesia del Salvador está en
penumbra que nos ilumina el chaval que acaba de abrirla. Románica y presidida
por un Cristo tallado en madera, que puede ser del XIII. Paño de pureza verde y
decorado, y borde rojo. Nos habla de la misa de Minerva, el tercer domingo de
cada mes. Tradiciones enraizadas con ritos paganos. Al final del pueblo se
encuentra la iglesia de la Virgen de la Peña cuya imagen dicen que se encontró
en una gruta cercana. Ésta preside el retablo barroco y el silencio. Buscando
comida volvemos a Riaza y en la Iglesia de Nuestra Señora del Manto se preparan
para misa de Domingo. Excepcional Piedad en capilla anexa al altar. Talla de
ropajes exuberantes con figuras voluminosas, ella sujetando al Cristo por los
hombros. En el anonimato queda su autor pero no su especial atractivo. Comemos al
aire libre en plaza que aún mantiene escenario dispuesto para el country. El menú
hecho a propósito para el festival musical. Las moscas se acercan a la comida. Y
el sol inunda el albero elíptico de un sitio con encanto. A la salida del
pueblo suena Rodney Crowell y su Oh, what a beautiful world. Deliciosa balada
para seguir caminando.
maus
Puede parecer otro libro
sobre el holocausto pero no lo es. No es sólo el hecho de que se trate de una
novela gráfica. El autor recrea la historia de sus padres, supervivientes de
Auschwitz, y lo hace a través de las entrevistas con el padre, simpático
cascarrabias que busca desesperadamente la atención de su hijo y de su nuera. Quizás
sea ese el punto que engancha a una historia mil veces contada y escuchada,
novelada y representada. Aquí el blanco y negro pinta rostros de animales en la
barbarie. Sigo la historia con interés. Con el padre buscando al hijo y
viceversa, con intereses opuestos, egoístas ambos, humanos. Al final una foto de verdad muestra al padre,
con traje de preso, foto de estudio, de recuerdo de lo que no se quería
recordar pero era indeleble. Primera novela gráfica en ganar un Pulitzer. Para no
perdérsela.
Maus. Art Spiegelman. 1991
clásico
Discoplay era un sueño. Llegar
a sus tiendas y buscar era uno de aquellos placeres de antaño que muchos
conocimos. En los sótanos de Gran Vía o en otras ubicaciones siempre ajustaban
precios y siempre había ofertas. Música que también llegaba en forma de
catálogo mensual, revista con cientos de referencias que se podían recibir en
casa. También vendían libros y otras cosas, también en oferta. Y uno de ellos
aparece en mis manos haciendo limpieza de estanterías. No leído, comprado en
Discoplay en el 98. Las páginas amarillean. El título es sugerente para los
futboleros. Hay fútbol pero mucha historia. El autor no sigue un estricto orden
cronológico y a veces no se entiende el porqué de tanto desvarío en el tiempo
pero los datos son jugosos. Leer para entender o para descubrir que de aquellos
barros vienen estos lodos. Fue en Marzo del 25 cuando la dictadura de Primo de
Rivera disolvió la Mancomunidad Catalana. El 14 de junio de ese mismo año, en
un partido amistoso, Barcelona-Jupiter, de homenaje al Orfeó Catalán, se silba
la Marcha Real española. Seis meses de suspensión para el club fue la
consecuencia. Llegó la Guerra Civil y las dos Españas. Y el exilio, y la
amnistía para algunos futbolistas o no. El club catalán intervenido. Se hace
limpia. Y esa división afectando al deporte. En el 43, posguerra, semifinales
de copa, Real Madrid-Barcelona. La ida en la ciudad condal. Tres a cero. Pitos y
coacción a árbitros y jugadores rivales. La vuelta, once a uno. Se reparten
pitos en taquilla en Madrid. Más de lo mismo. Escándalo. Samaranch estuvo años
sin poder publicar prensa por la crónica de aquel partido de vuelta denunciando
el ambiente de Madrid y el arbitraje. No se sabe de qué hablamos, si de pasión
o de fútbol, o de revanchas o de venganzas. Pero lo cierto es que aquella
división sigue, a pesar de que en otoño del 43 se jugaron dos partidos de la
paz, con los presidentes Vendrell y Bernabéu apostando por la cordialidad. Fue pasajero,
un espejismo. Luego vino el fichaje de Di Stefano que volvió a dividir. Y luego
los partidos de cada año y luego las reivindicaciones políticas, y luego el
ansia de libertad. Y nadie sabe que nos deparará el futuro. Nadie quiere ver
otro partido. Se agotan los calificativos cada año. Pero no inventamos nada. El
deporte como excusa para por unas horas pensar que todo está mejor. Que los
problemas ya no existen, que las banderas y los colores lo tapan todo. Y todos
sabemos que no es así.
Madrid-Barca. Historia de
un desamor. Julián García Candau. 1996
emmylou
Colas, calor y gradas para
resguardarse. Riaza, provincia de Segovia. La ola de calor nos persigue incluso
a las alturas, casi los 1200 metros. Segunda edición del Festival Country
Huercasa. Y segundo día. La marca, segoviana, empresa de productos del campo.
El recinto, un campo de fútbol, donde el escenario ocupa la parte enfrentada a
la modesta tribuna. Gradas que se llenarán para albergar a los más mayores. Hay
jóvenes pero abunda la madurez y más que eso. Media de edad que se eleva. Palco
con bancos de paseo de pueblo. Banquillo también ocupado. Y country en
vestimentas, en sombreros y en faldas de flecos. O en vaqueros. O lo que
quisimos ser. Suenan los banjos. Prohibido entrar comida y bebida, un error. Y
un mal detalle no anunciarlo. Y a esperar. Murmullos, colas para comprar
tickets de comida y bebida. Colas asimétricas. Expectación. Urinarios
portátiles propios de competición deportiva. Moscas que se solazan al calor.
Música de ambiente. Luego llega Manolo Fernández y pincha discos. Bocadillos de
tortilla y cerveza, más gente. Se van acercando al escenario. Poco baile. Pasa
el tiempo y llega el HCF All-Stars Band. Grupo de músicos formado para la
ocasión. Cumplen con sus versiones. Después el infatigable Manolo presenta a US
Rails. Poderosos en guitarras. También hay balada. Interesantes. Entre unos y
otros se mueve casi todo el escenario. Cables que van y vienen. La expectación
en aumento. Llega la estrella, ella es Emmylou Harris, pelo blanco, blusa si
mangas, falda larga. La gran dama del Country. A su lado Rodney Crowell. Ella
68, él 64. Músicos de gira, su primer concierto en Europa. La banda arropando y
haciendo sus solos. Él con su voz especial. Hay algo de mitomanía en querer ver
a los que cantan. A los que alumbran emociones. Ella dice que su música va
dirigida a mover corazones. La conocí hace muchos años y se me escapan los
detalles. Fue en un single de tocadiscos en casa de un tío mío. La oí y quise
seguirla. Desde entonces, casi toda su discografía me ha acompañado. Música de
sueños y más cosas. Emociones. Su voz siempre fue angelical. Hoy lo es menos.
Pero está ahí. La vemos muy de cerca. A escasos metros. Intenta animar al
respetable. Asistimos mezclados entre público que atiende de forma diferente.
Los hay ensimismados, los hay que están por estar. Quizás sea el poco
conocimiento del inglés o el exceso de alcohol o las ganas de otra cosa. Pero
debería ser un delito ponerse a hablar cuando suena “Dreaming my dreams with
you”. Dos bises para cerrar. El público no insiste más. Se me antoja una
despedida fría. Menos mal que sale Manolo para recordar que a veces los sueños
se cumplen. La música cumplió esta vez su faceta soñadora. La noche,
estrellada. Ideal, para acabar con chaqueta. Abandonamos el recinto. Pero sigue
la música, a la salida del campo cuatro jóvenes atacando canciones, la maleta
dice que se llaman Jo and Swiss Knife. Unos cuantos nos paramos y escuchamos.
Se ve tan poco que los faros de los que se van iluminan la escena. Suenan y muy
bien. De aspecto desaliñado, buscado, hacen lo que ellos llaman folk americano.
Son de aquí, cantan en inglés y suenan a gloria. Venden CDs. Lo compro. La
música de antes, los callejeros ofreciendo su arte y su voz, buscando aplausos
y alguna moneda, pero sobre todo brindando la posibilidad de mover un pie, un
cuerpo, o de encontrar de nuevo un sorbo de vida en una melodía o en una letra.
El grupo que pone punto final a una noche ya negra, buscamos un auto al que la
tecnología a distancia encuentra en un paraje donde los árboles y la vegetación
se vieron hoy invadidos por un parking. De recuerdo el pelo blanco. Y una voz,
y toda una vida, o casi, para ver a la responsable de tantos escalofríos.
sábado, 11 de julio de 2015
jonás
Novela boliviana que salvo matices podría ocurrir en cualquier país. Ligeras
referencias al narcotráfico asentado lo evitarían. Novela fácil, de adulto
aburrido que encuentra musa extramarital en forma de mujer para dar rienda
suelta a su pasión. De familia política rica que le hace la vida posible e
imposible. Sexo y amor, parejos y revueltos. Personajes que viven sin
apreturas. Sorpresas finales diversas. Casualidades y azar, naturaleza
desbordante, todo para calmar las aguas de un personaje tan peculiar como la
obra.
Jonás y la ballena rosada. Wolfango Montes V. 1987
zurbarán
Thyssen-Bornemisza, es el nombre del museo, heredado del mecenas
barón. Hoy descubro que no hay doble ese al final del apellido. Siempre se
aprende algo, incluso en una tarde de estío que deja el asfalto hirviendo y a
los humanos renqueando, buscando la sombra. En el museo se presenta una nueva
mirada sobre Zurbarán. Recopilatorio de obras traídas de museos y colecciones privadas
que han cruzado océanos y tierras para ser presentadas en conjunto, de forma
cronológica. Se agradece el que no sea mucho el público asistente y se pueda
pasear y mirar y volver a mirar sin apreturas. En su primera época pinta
Zurbarán un San Serapio, mercedario, que colgadas sus manos de sendas cuerdas, parece
agotar sus fuerzas mientras su cabeza se inclina. Más adelante en su carrera aparece
una secuencia de santas de las cuales me quedo con la Santa Marina, de rostro
sereno y firme. En la sala de la madurez se presenta una joya, que es la Virgen
niña rezando, cuadro de pequeño formato que viene del Ermitage ruso. Curioso el
Descanso en la huida a Egipto que muestra a Jose y María muy juveniles mientras
ella da el pecho al niño. Y ya de su última etapa destacar otra joya, el Crucificado,
que deja un calvario a medio camino. San Juan, la Virgen y la Magdalena
aparecen a menos de medio cuerpo, sombreadas y llorosas ellas. San Juan,
compungido, mira al Cristo que ilumina la escena. Excepcional y diferente
composición en una obra que pertenece a un millonario británico coleccionista
de arte, Ivor Braka. Ya afuera, a la sombra de los edificios, en patio de
entrada, nos sentamos para asistir a una obra breve, 15 minutos de micro teatro,
inspirada en uno de los cuadros vistos. Se trata de El cinturón del rey Gaspar.
Buen hacer de los dos actores, el pintor y el monseñor que declaman y se mueven
al compás de un cuadro por encargo. Aplausos finales antes de volver a unas
calles que siguen y seguirán calurosas. Doble ración de fuerzas en dos casas,
Casa Manolo y Casa Alberto, en una las croquetas son la especialidad,
crujientes y blandas en el interior. En la segunda, las albóndigas de ternera
en salsa. Abundantes y sabrosas. Dos buenas formas de reponer fuerzas y
espíritu en la tarde en la que la luz se resiste a desaparecer.
sábado, 4 de julio de 2015
orwell
Publicado en Abril del 38, sin saber el resultado de la guerra, que él
aventura malo para las fuerzas de la República, es este libro un testimonio de
primera mano de la guerra civil. El escritor inglés viene para combatir al
fascismo en diciembre del 36 y durante seis meses descubre el frente, la lucha,
la retaguardia, los hospitales y se ve envuelto de lleno en los sucesos de mayo
del 37 en Barcelona que enfrentan a comunistas y anarquistas. Orwell describe y emite juicios. El POUM, partido donde se integra,
acaba siendo perseguido por el gobierno acusado de colaborar con el bando
insurrecto. Locura dentro de la guerra, acusaciones infundadas y falsas que le
llevan a él y a sus compañeros a ser perseguidos tras dejarse la piel o media
vida en los frentes. Es vivo el relato, honesto. Inolvidable la experiencia,
relata; se lleva el balazo, derrama su sangre, y sigue sin entender el porqué
de tantas cosas. Imprescindible.
Homenaje a Cataluña. George Orwell. 1938
vida
En la librería Alcaná, de antiguo, en Marqués de Viana, hay ajetreo
esa tarde. Se regalan algunos libros y se vende barato. Bolsas que vienen y
van, compra venta y pedidos por web a recoger en tienda. Leer siempre es
barato. Me llevo el volumen de Zoé Valdés cuyo título merece por sí solo una
alabanza, “Te di la vida entera”. La escritora cubana traza la historia de un amor,
azarosa y de espera, una espera casi digna de esa canción de Penélope, si no en
un andén, en una Cuba que tras la revolución pierde el brío y el fundamento y los
gobernantes se blindan y corrompen. Historia con sabor a aire libre y a
miseria, a supervivencia y deseo, a pasión y vida. Difícil a veces, lenguaje
incomprendido, llego al final con el regusto de un gran título que se quedó
allá en la portada.
Te di la vida entera. Zoé Valdés. 1996
hoy no
El dependiente de la FNAC exhibe un tatuaje en
inglés que traducido dice "Todo sucede por una razón". Me cuesta ver
el final, que tapa el reloj. Aún deducible hago el esfuerzo. Me cuesta mirarle
y no pensar qué pensará él de esa frase, si será un convencido o no. Las
palabras dejan huella, en este caso, quizás indeleble sobre piel. Pasan 48
horas y en un espectáculo organizado para recaudar fondos para un albergue de
los Hermanos de San Juan de Dios, el presentador, padre de la orden, cita
también el mismo lema, en forma directa y también a la inversa, “nada ocurre
por casualidad”. Me enervo, me enfado. No creo en verdades que nadie puede
demostrar. Ni siquiera en la mía, que no tengo. No puedo demostrar la falsedad
de esa aseveración pero pienso en lo que representa su significado, en el
desprecio que arroja sobre la enfermedad que se lleva a los niños, o sobre los
pasajeros de un avión que un desequilibrado estrella contra
una montaña o sobre el turista que toma el sol en Túnez y no atisba a ver
su muerte mientras lee un libro. Y eso si hablamos del mundo
civilizado. Del otro guardo silencio. Palabras que parecen despreciar esas
muertes y el dolor de los que les sobreviven. No hay forma de aceptar
que esas muertes absurdas ocurren por algo. Y si ese no es el sentido de
la frase mejor no decir nada. Nadie se merece morir así, todos aspiramos a
vivir una vida plena, cada uno a su manera, o por lo menos aspiramos a
acabarla, luchando hasta el final por encontrar si no plenitud, algo a lo que
aferrarse, intentando no explicar lo inexplicable y esperando que el azar, sí,
eso que a veces es bueno y a veces malo, no nos roce en su vertiente peor ni
nos alcance de pleno. El destino escrito, designado, predestinado,
determinístico, carece de sentido para mí. Aplico el otro sentido, el común,
para rebelarme y cargar a voces con todo el respeto del mundo contra
aquellos que pretenden hacernos comulgar con ruedas de molino. Quizás
necesitamos mas de esa tolerancia y ese respeto que, independientes de
religiones, deberían tomar forma de valores supremos Pero “Hoy no” quiero
discutir. Y con mayúsculas porque las dos primeras palabras dan título a una
canción de Enrique Urquijo, 1993. El azar me lleva a escucharla, hermosa, de
acordes inconfundibles. Y es que a veces la música no hace olvidar, pero serena
mi alma inquieta.
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