Discoplay era un sueño. Llegar
a sus tiendas y buscar era uno de aquellos placeres de antaño que muchos
conocimos. En los sótanos de Gran Vía o en otras ubicaciones siempre ajustaban
precios y siempre había ofertas. Música que también llegaba en forma de
catálogo mensual, revista con cientos de referencias que se podían recibir en
casa. También vendían libros y otras cosas, también en oferta. Y uno de ellos
aparece en mis manos haciendo limpieza de estanterías. No leído, comprado en
Discoplay en el 98. Las páginas amarillean. El título es sugerente para los
futboleros. Hay fútbol pero mucha historia. El autor no sigue un estricto orden
cronológico y a veces no se entiende el porqué de tanto desvarío en el tiempo
pero los datos son jugosos. Leer para entender o para descubrir que de aquellos
barros vienen estos lodos. Fue en Marzo del 25 cuando la dictadura de Primo de
Rivera disolvió la Mancomunidad Catalana. El 14 de junio de ese mismo año, en
un partido amistoso, Barcelona-Jupiter, de homenaje al Orfeó Catalán, se silba
la Marcha Real española. Seis meses de suspensión para el club fue la
consecuencia. Llegó la Guerra Civil y las dos Españas. Y el exilio, y la
amnistía para algunos futbolistas o no. El club catalán intervenido. Se hace
limpia. Y esa división afectando al deporte. En el 43, posguerra, semifinales
de copa, Real Madrid-Barcelona. La ida en la ciudad condal. Tres a cero. Pitos y
coacción a árbitros y jugadores rivales. La vuelta, once a uno. Se reparten
pitos en taquilla en Madrid. Más de lo mismo. Escándalo. Samaranch estuvo años
sin poder publicar prensa por la crónica de aquel partido de vuelta denunciando
el ambiente de Madrid y el arbitraje. No se sabe de qué hablamos, si de pasión
o de fútbol, o de revanchas o de venganzas. Pero lo cierto es que aquella
división sigue, a pesar de que en otoño del 43 se jugaron dos partidos de la
paz, con los presidentes Vendrell y Bernabéu apostando por la cordialidad. Fue pasajero,
un espejismo. Luego vino el fichaje de Di Stefano que volvió a dividir. Y luego
los partidos de cada año y luego las reivindicaciones políticas, y luego el
ansia de libertad. Y nadie sabe que nos deparará el futuro. Nadie quiere ver
otro partido. Se agotan los calificativos cada año. Pero no inventamos nada. El
deporte como excusa para por unas horas pensar que todo está mejor. Que los
problemas ya no existen, que las banderas y los colores lo tapan todo. Y todos
sabemos que no es así.
Madrid-Barca. Historia de
un desamor. Julián García Candau. 1996
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