sábado, 11 de julio de 2015

zurbarán


Thyssen-Bornemisza, es el nombre del museo, heredado del mecenas barón. Hoy descubro que no hay doble ese al final del apellido. Siempre se aprende algo, incluso en una tarde de estío que deja el asfalto hirviendo y a los humanos renqueando, buscando la sombra. En el museo se presenta una nueva mirada sobre Zurbarán. Recopilatorio de obras traídas de museos y colecciones privadas que han cruzado océanos y tierras para ser presentadas en conjunto, de forma cronológica. Se agradece el que no sea mucho el público asistente y se pueda pasear y mirar y volver a mirar sin apreturas. En su primera época pinta Zurbarán un San Serapio, mercedario, que colgadas sus manos de sendas cuerdas, parece agotar sus fuerzas mientras su cabeza se inclina. Más adelante en su carrera aparece una secuencia de santas de las cuales me quedo con la Santa Marina, de rostro sereno y firme. En la sala de la madurez se presenta una joya, que es la Virgen niña rezando, cuadro de pequeño formato que viene del Ermitage ruso. Curioso el Descanso en la huida a Egipto que muestra a Jose y María muy juveniles mientras ella da el pecho al niño. Y ya de su última etapa destacar otra joya, el Crucificado, que deja un calvario a medio camino. San Juan, la Virgen y la Magdalena aparecen a menos de medio cuerpo, sombreadas y llorosas ellas. San Juan, compungido, mira al Cristo que ilumina la escena. Excepcional y diferente composición en una obra que pertenece a un millonario británico coleccionista de arte, Ivor Braka. Ya afuera, a la sombra de los edificios, en patio de entrada, nos sentamos para asistir a una obra breve, 15 minutos de micro teatro, inspirada en uno de los cuadros vistos. Se trata de El cinturón del rey Gaspar. Buen hacer de los dos actores, el pintor y el monseñor que declaman y se mueven al compás de un cuadro por encargo. Aplausos finales antes de volver a unas calles que siguen y seguirán calurosas. Doble ración de fuerzas en dos casas, Casa Manolo y Casa Alberto, en una las croquetas son la especialidad, crujientes y blandas en el interior. En la segunda, las albóndigas de ternera en salsa. Abundantes y sabrosas. Dos buenas formas de reponer fuerzas y espíritu en la tarde en la que la luz se resiste a desaparecer.

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