El cine como
vehículo de emociones. Empiezo por el otoño, el acompañamiento de la música y
una preciosa fotografía que encuadra hasta los silencios. Parece una película
de Woody Allen, pero él sólo actúa, pone humor. John Turturro actúa y dirige, y
el papel es sosegado y tranquilo. Nunca explícito, trabajo que esconde mas que
muestra, papel que va de jardinero a acompañante. Aprendiz de gigoló. Tímido. En
medio una inquietante Vanessa Paradís, o mas bien sus ojos, al frente de un
rostro de pelo cubierto. Y veo la que dirige Allen y no lleva ese sello suyo
tan personal. O yo no lo descubro. Película seria, Blue Jasmine, de descalabros
y mentiras que dejan sentimientos
inertes y desesperados. Cate Blanchett llena los espacios allá donde estén. Muchas
vueltas atrás, para entender la historia. Desgarradora a veces, perturbadora. Acabo
con La gran familia española, disparatado grupo que se junta alrededor de una
boda, y del gol de Iniesta. Distinta, coral, original, excepcional en algunas
formas, de diálogos cruzados en habitaciones diferentes, de gestos y miradas,
de mas diálogos con sentido y reales. Historia que da a luz a otras. Contada,
narrada y puesta en escena con cariño y mas emoción. Daniel Sanchez Arévalo como máximo responsable. A veces, el cine y su imagen
son casi imbatibles.
sábado, 21 de febrero de 2015
desasosiego
Causa desasosiego, a
veces. Ya lo dice el título. Comprado en el día del libro del 2014. Segunda
mano. Voy y vuelvo. A veces paso de puntillas, escuchando sólo en la
superficie, sin verdadero entendimiento.
Es demoledor con la
vida, este diario de alguien que solo quiere soñar.
La declaración de
intenciones nada mas empezar es gloriosa. Brillante el texto. Ya se declara a
distancia de todo. Luego se incidirá
constantemente, sobre la renuncia y sobre la contemplación. El desapego como
forma de vida, vivir lejos. Esperar hasta que llegue la diligencia. Disidente de
la vida. Mas declaraciones de timidez e incompetencia para la vida.
El personaje que expone
Pessoa camina las calles portuguesas y escribe en soledad. Plagado de
brillantes entradas, cortas las mas. Pequeños textos que insisten como volando
en círculos sobre las consecuencia que dejó una orfandad, la del niño condenado
a la “indiferencia sentimental”. La añoranza total de lo que no se tuvo.
Es un relato o
diario de vida, la cronología, olvidada, es lo de menos.
Mas intenciones de
principio, “Si en ellas nada digo, es porque nada tengo que decir”.
Como telón, soledad
de fondo, el tedio de estar vivo.
Una forma de
entender la vida, “No ser más, no querer más, no tener más”.
El libro nació en
1913 y nunca se terminó. Para tanto da la vida que hay hasta espacio para algo
llamado pena, o ternura. De imprescindible lectura.
“Hay en los ojos humanos
una cosa terrible: el grito clandestino de que hay alma”
Libro del
desasosiego. Fernando Pessoa. (1913-1935)
viernes, 20 de febrero de 2015
de dioses en la tierra
Un viernes de febrero, de noche, escenario de iglesia, fea,
moderna, la parroquia de La Moraleja, allá donde empieza el otro mundo. En el
estrado del altar se produce el silencio. Viste de hábito oscuro, de ese marrón
que suena a Asís. La voz suena serena, igual que el alma, y ejerce un influjo en
mí. Sonrisa para describir la realidad, cuya calificación como miserable es
poca. Sonrisa para saber que se trabaja sin el objetivo de arreglar todo sino
sólo lo que las fuerzas dan de sí. El albergue que gobiernan está aquí cerca. Son
como nosotros, dice, gente que un día fueron y hoy también son. Sólo que
parecen escondidos a nuestros ojos. Los que tuvieron y no tienen, o quizás encontraron
lo que nunca buscaron. Pasión por ellos y por los que en África aguardan algo
de ayuda. Hospital en tierras de Liberia. Su voz pone alma a un concierto. De las
candelas. Ya fueron hace unos días. Hoy toca la orquesta Santa Cecilia, o una
parte y los violines casi se pueden tocar desde la primera fila. Se perciben
sonidos nunca oídos en obras que suenan mil veces en mi cabeza y que nunca reconoceré.
Hay solista, hay también soprano y tenor y coro de la Hermandad Virgen de la
Paz. La música engrandece el alma o la hace pequeña ante tamaña demostración de
voluntad. La música como reclamo para donar algo. Ellos, hermanos de San Juan
de Dios, el vehículo. El público aplaude y desaparece en la noche. Al día
siguiente visitamos “a Su imagen”, exposición de arte en el Centro Cultural de
la Villa. Bajo el epígrafe de arte, cultura y religión, y entre luces y
sombras, se pasea tranquilo por un recinto sin ruido, degustando el poder de la
imagen. Como la de Susana y los viejos, lienzo de Jose de Ribera, prodigio de
iluminación concreta. De colección particular, de Caylus, no como las potentes
esculturas de Gregorio Fernández, San Gabriel y San Rafael, de grandes ropajes
y cuerpos, pálidas y de rizados cabellos. Vienen de Valladolid, de San Miguel y
San Julián. De más lejos, de Segorbe, viene un lienzo de gran tamaño, de formas
definidas y colores en contraste, es el nacimiento de la Virgen, de Juan de
Juanes. Un grande como Zurbarán no podía faltar y es asombrosa su Inmaculada de
Jadraque, o Virgen niña, proveniente del museo de Sigüenza. Suspendida en el
aire, descentrada. El mensaje de los evangelistas descentra también. Lo dice
uno de ellos para ilustrar un cuadro, la visita de Jesús a Marta y María. “Marta,
tú te inquietas y te turbas por muchas cosas; pero pocas son necesarias, o más
bien una sola”. Acabo con la talla de madera del Cristo crucificado del
escultor toledano Sebastián de Almonacid, siglo XV. De rasgos afinados y
humildes, destaca sobre fondos adecuados. De la oscuridad a la claridad del
sol. Allá, al lado, Recoletos, vista sin ser mirada, está Pepita Jiménez, y su
creador, Juan Valera, en un monumento dedicado a la memoria del novelista. Inolvidables
las páginas. Unos metros más y una de las salas Mapfre expone fotografías de
Alvin Langdon. Norteamericano, nacido en el XIX, pionero. Sus retratos de celebridades
son excelsos. O como captar el alma donde los demás hacen fotos. Días mas
tarde, en Alcobendas, Miguel Poveda se la deja, el alma, en recital que va de
flamenco a copla, o de versos de Hernández a Lorca. Mi emoción no florece. Quizás
faltó ese tema que engancha, desconocimiento mío sobre un artista que cumplió
años el día anterior, pocos, pero celebrados en directo, los que le dejan
margen para crecer y no parar.sábado, 14 de febrero de 2015
el arte de volar
Leer tebeos en la infancia, en lo bueno y en lo malo, siempre había
alguno que llegaba durante esas enfermedades que hacían crecer y soñar con
espirales vertiginosas. Tebeos de tapa fina y de tapa dura. Colores abundantes
e historias de capitanes y jabatos, o de soldados, o simplemente de personajes que
ya son leyenda, que saltan de viñeta en viñeta. Y sin saber muy bien cómo
descubro ahora que aquellos públicos, infantil y juvenil, a los que parecía
estar circunscrita la historia gráfica, se ampliaron hace tiempo. Y las hay,
novelas gráficas, más para adultos, es decir, lo que te puedan contar en miles
de líneas trasportado a dibujos y diálogos con anotaciones al margen. Paso las
hojas más pendiente al principio del texto que del dibujo. Pero el experimento
de ver sin leer también funciona. Y a veces repaso y vuelvo para atrás. La historia
es seria, todo un periplo de vida, la del padre del autor. Hasta los 90 años
vivo. El desenlace se conoce en las primeras viñetas, no importa. El desarrollo
de la vida merece la pena. Hay veces que el texto se esconde o se vuelve
onomatopéyico, y a veces el negro funde todo y sólo el texto preside. Otra forma
de contar historias. Prima lo escueto y lo que tú quieras leer en cuerpos y
sobre todo en rostros, presentados de cara, con expresiones que no necesitan
palabras.
El arte de volar. 2009 (historia contada por Antonio Altarriba y dibujada por Kim)
domingo, 8 de febrero de 2015
Y hay un niño que pierden todos los poetas
Las circunstancias de lectura mandan a
veces. Busco la pequeña dosis, a cuentagotas. Un hospital no es el mejor lugar
para disfrutar de la lectura. La nebulosa en que se viven ciertos
acontecimientos no es el mejor escenario. Insisto, voluntad. Después a casa, en
cuidados y calor de hogar. Nunca mejor dicho. Los pequeños sorbos vienen en
forma de poemas, también pequeños; les llamó canciones, también suites. Formas de
ver el mundo, de otra manera, diferente. Canto a la luna, luceros, estrellas, ríos, nubes y soles, y personajes que vienen y van.
Poesía que a veces cautiva. Que marco con dobleces para volver a ella algún
día. Glorieta suena a redondo, también a título corto. Hoy llena de coches, en
el pasado no. También a amaneceres. Una muestra:
Sobre el surtidor inmóvil
duerme un gran pájaro muerto.
Los dos amantes se besan
entre fríos cristales de sueño.
“La sortija, ¡dame la sortija!”
“No sé donde están mis dedos.”
“¿No me abrazas?” “Me dejé los brazos
cruzados y fríos en el lecho.”
Entre las hojas se arrastraba
un rayo de luna viejo.
Primeras canciones. Suites. Federico
García Lorca
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)