Es una forma de verlo, Mr.Marshall viene de nuevo y se desata la
euforia, se olvidan las penas, y ya se pueden alzar las campanas, es Lamar
Odom, que llega a jugar a una pequeña ciudad del norte, Vitoria, desde el mundo
NBA. Será el carácter provinciano, dicho con todo respeto, el que hace que se
vendan camisetas ya, que se busque la foto, que se olviden los problemas, y
todo se centre en el baloncesto, deporte de altos y algunos bajitos que acapara
atención sólo cuando el fútbol no es protagonista. Pero en Vitoria es distinto,
el Baskonia atesora historia y éxitos y el sentir de una ciudad que se ve
reflejada en la lucha en la cancha. Parece una operación brillante, un gran
jugador desentrenado, con anillos de campeón, que en ya en su edad madura
quiere recuperar la ilusión, infancia difícil, historias de adicciones,
divorcios sonados, toda una historia para empezar de cero. Operación
reflexionada, dicen de un lado, decisión en 48 horas, dicen del otro. Por un
momento me recuerda a aquellos años 70 cuando el americano de turno metía 35
por partido. ¿Se acuerdan? Pero los americanos individuales no ganaban ligas,
las ganaban los de siempre, los que tenían para pagar al foráneo y a los
mejores nacionales. Luego llegaron dos por equipo y luego la locura, los
equipos de la ACB son auténticas experiencias internacionales donde los
entrenadores hablan en varias lenguas y hay traductores para que los mensajes
lleguen a su destino. Essie Hollis no ganó ninguna liga y las metía todas. Por
un momento se olvida el concepto de equipo, el que ha llevado al Baskonia a sus
mas altas citas. El alcalde se hace fotos con el jugador, es recibido como un
héroe de guerra y hasta los periódicos y teles hablan del asunto. El tiempo
quitará y pondrá cada cosa en su sitio. Y el tiempo pasa y semanas después Odom
se va, lesionado, dicen que el contrato está acabado, buenas palabras por ambas
partes, el jugador dice que nunca olvidará la ciudad, el presidente del club
dice que volvería a ficharlo. Que ha salido rentable. Metió dos puntos, jugó 23
minutos. La rentabilidad nunca la explican. Son sus cuentas, es un club
privado, es baloncesto, es deporte, a quién le importa con la que está cayendo.
Nadie se mete en su trabajo, o en su casa, que es lo mismo. Querejeta habló de
refundación del club, de nuevos protagonismos. Hace lo que la mayoría de los
mandatarios. Lo decía Suarez, puedo prometer y prometo. Luego nadie recuerda lo
que prometió. El tiempo pasa y probablemente Lamar ya haya olvidado si Vitoria
se escribía con v o con b. El tiempo lo curará todo o lo olvidará todo.
sábado, 29 de marzo de 2014
florencia-día 2

sábado, 22 de marzo de 2014
florencia-día 1

soledad
Revivir, pensar, reflexionar, hurgar, recordar, remover, todo eso y
mucho más hizo el autor en este libro de ya hace unos cuantos años, explorando
la relación con su padre, el papel de los abuelos, viviendo la relación con su
hijo pequeño, emotivo y emocionante, el libro de la memoria. Dice Auster que
decía Pascal que la infelicidad del hombre se basa en que es incapaz de
quedarse quieto en su habitación. Pocos lo hacen, lo de quedarse quietos.
Exploración y búsqueda, de eso se trata esto. No se pierdan la última carta, la
que escribe Nadezhda Mandelshtam a su marido que se encuentra en paradero
desconocido para ella (internado en un campo de concentración ruso). Sobran las
palabras.
Acabo el libro en el aire, volando de un viaje también emotivo, no hay
mejor escenario, en la soledad del espacio, sigo sin estarme quieto.
La invención de la soledad. 1982. Paul Auster.
quique gonzalez
Dicen que el directo define a un artista. Y entonces habrá que decir
que Quique González sobresale en ese apartado, y que alcanzó el rango de superlativo.
Es bueno cerrar los ojos a veces en un concierto, no para dormir, sino para
escuchar además de sentir. Escuchar que la música suena no bien sino mejor. Que
el volumen es el adecuado, que no hay distorsiones, que no hay fallos de
sonido. Que parece que te hubieras puesto unos cascos para ti sólo y giraras
lentamente el mando del volumen hasta alcanzar ese punto donde la música no
tiene rival. Como generador de estados, de sensaciones, de escalofríos. Y más
cuando las letras dicen tanto como las del cantautor. Se defiende bien en todos
los terrenos, en los momentos más íntimos, en el rock más guitarrero, pero
donde sobresale es en ese abanico de música llamada americana que engloba el
sonido country y el folk más auténtico, con guitarras adecuadas a cada momento,
con violín y mandolina, con armónica y con una excepcional batería. Quique se
acompaña de otros cuatro grandes que disfrutan sobre el escenario. Profesionales,
eso lo dice todo, pero sin medias tintas, les gusta lo que hacen y lo
demuestran, se vacían. Más de dos horas de concierto, público entregado al
final, apoteosis y aplausos, y fotos. El directo como no es fácil verlo, en
Alcobendas, era viernes, 21 del mes de marzo de 2014.
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