Revivir, pensar, reflexionar, hurgar, recordar, remover, todo eso y
mucho más hizo el autor en este libro de ya hace unos cuantos años, explorando
la relación con su padre, el papel de los abuelos, viviendo la relación con su
hijo pequeño, emotivo y emocionante, el libro de la memoria. Dice Auster que
decía Pascal que la infelicidad del hombre se basa en que es incapaz de
quedarse quieto en su habitación. Pocos lo hacen, lo de quedarse quietos.
Exploración y búsqueda, de eso se trata esto. No se pierdan la última carta, la
que escribe Nadezhda Mandelshtam a su marido que se encuentra en paradero
desconocido para ella (internado en un campo de concentración ruso). Sobran las
palabras.
Acabo el libro en el aire, volando de un viaje también emotivo, no hay
mejor escenario, en la soledad del espacio, sigo sin estarme quieto.
La invención de la soledad. 1982. Paul Auster.
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