Toledo es sinónimo de El Greco, y sus obras están por todas
partes. Comenzamos visita en el Hospital de San Juan Bautista, también llamado
Tavera o de afuera, por encontrarse en el Toledo llano, a los pies de la montaña
que alberga el resto del Toledo monumental. Llamado Tavera porque fue el
cardenal de dicho nombre el que lanzó la construcción y donde está él mismo enterrado
en un excelso sepulcro de mármol blanco obra de Alonso Berruguete. Dicho
cardenal llegó a ser inquisidor general del reino y mano derecha del emperador
Carlos V, y aparece demacrado en los cuadros, dicen que fue retratado ya a su
muerte, a partir de su máscara mortuoria, y El Greco no le añadió vida al
rostro. Hospital de caridad hasta 1939 se despliega en torno a un doble patio o
patio gemelo, conserva buena parte de la antigua farmacia y sus grandes salas
son hoy museo de la Casa Ducal de Medinaceli. Arte e historia en conjunción, en
visita guiada interesante, por salas donde un día los enfermos escuchaban las
palabras del capellán leyendo la biblia. Sorprende la cripta, donde nobles de
España están enterrados y donde, sorprendentemente, el centro de ésta proporciona
un amplificador de sonido que no entiende de cables ni de electrónica. Sólo la
piedra y su distribución provocan dicho efecto. Ya en la calle, las cuestas se
hacen obligadas para llegar a la plaza Zocodover donde el turismo, aún siendo
lunes, está presente en forma de innumerables grupos que atienden a guías y
explicaciones. Ajenos a todo o integrados en el día a día algunos intentan
mostrar su protesta silenciosa, mediante carteles. Son los lunes al sol, reunión
de parados, de periodicidad semanal, “estamos en manos de sinvergüenzas”, dice un
cartel. No hay amplificadores adicionales, sólo el incipiente calor de una
mañana de finales de verano.
martes, 18 de septiembre de 2012
lunes, 17 de septiembre de 2012
un poco de Toledo
Los mapas antiguos corren el riesgo de haberse ido de la
actualidad. Viajamos a Toledo, y el mapa, guardado en caja añeja no se sabe cuánto
tiempo, nos guía bien, las calles no suelen cambiar de trazado, tampoco de
nombre, y los monumentos no suelen desaparecer, salvo alguno. Buscamos el Museo
de Arte Contemporáneo. Ya no existe, nos dice un señor que lee al calor de la
tarde, en la sombra, en silla pequeña, en callejuela llamada de Bulas viejas. Y
el hombre de barba blanca nos dice que cerró el 1 de septiembre de 2001. Ya de
vuelta, me intereso por el museo y la web oficial de turismo de Castilla y La
Mancha dice que está cerrado temporalmente por obras. A veces la temporalidad
es larga, con tendencia a lo eterno. Como los recuerdos, que también son
temporales, he estado varias veces en Toledo pero he olvidado si estuve aquí o allá,
si vi o no vi. Y hablando de memoria, ayer no quise acudir a ella, fue mi hijo
el que lanzó la pregunta al aire durante la cena, ¿es la infancia la época más
feliz de la vida? Y no respondí, quizás por miedo. Hoy, en ese estado temporal
que me convierte en viajero, donde los sentidos se abren para captar algo más
que lo cotidiano, descubro la respuesta. Son las 10 y cuarto de la mañana,
esperamos en el patio doble del Hospital de San Juan Bautista a que empiece una
visita guiada. Parte de las dependencias del antiguo hospital llevan ocupadas
muchos años por un colegio del mismo nombre. Las rejas permiten ver el contenido
de una sala que parece almacén de juegos, puzles, y demás accesorios para la enseñanza.
Pero también dejan pasar el sonido, y de repente se oye una canción y son voces
infantiles, y casi le pongo letra a la música, pero es lo de menos, me quedo
con que es lunes, ese día al que los adultos maldicen, pero los niños cantan, con
esa convicción que sólo ellos ponen, y parecen ilusionados, porque sin ilusión
no se puede cantar, e ilusión es ingrediente de felicidad, y la pregunta se
responde sola.
domingo, 16 de septiembre de 2012
sueños
No todo es ganar, a veces se pierde, tener un sueño o no
tenerlo, y encontrarlo o no. Son cien historias, de habitantes americanos,
donde el protagonista habla y el periodista escucha y apunta algo, pero poco,
lo deja estar, y las hay de éxito y de fracaso, de vidas superadas o atascadas,
de miseria y lujo, de lucha casi siempre, de recuerdo. Cada una de las
historias podría ser un libro en sí mismo y es que resumir las vidas, a cualquier
edad, no es fácil, no son tanto los años los que alargan la historia sino el
qué se haya vivido o el cómo. Hay vidas jóvenes que condensan en pocos años
vidas centenarias. Cada historia es fascinante, algunas rompen la paz y otras
la engendran. Hay definiciones de vida, vivir es soñar, y elegir, y tener
expectativas, y esperar porque el futuro va a traer algo, y buscar la
oportunidad, vivir es respirar para hacer algo, tener algo cada día por lo que
seguir. Y un protagonista debatía si merecía la pena vivir y su contrario decía
que no pero él decía que no sólo merecía la pena sino que era una obligación
vivirla. Y soñar fue para muchos llegar a los Estados Unidos en busca de algo,
con la etiqueta de emigrante. Algunos lo encontraron, el algo, el sueño, otros
no, no tuvieron tiempo o trabajaron hasta la muerte. Y para algunos todo fue
una ilusión, humo de magia desvanecida o película donde eran los protagonistas
sin final feliz. Cabe todo en este libro. Y puestos a elegir me quedo con la
alucinante vida de John Howard Griffin, escritor, que llegó a oscurecer su piel
para sentir en sus propias carnes el trato de la discriminación racial.
Búsquenlo en google, su vida es de otro mundo.
American Dreams: lost and found. Stud Terkel (1980)
viernes, 14 de septiembre de 2012
un poco de cuplé
A veces uno aprende cosas, la mayoría de los días, y si no
aprendes malo, es que no estás atento o tu alma ya cerró. Hoy aprendí un poco
de mucho, aprendí que la palabra chotis viene del término alemán schottisch
(escocés), que el baile proviene de Centroeuropa, que todos somos hijos
culturales del viento que todo lo esparce, aprendí también que la música no
cansa, que se puede ver un espectáculo 60 veces, que se puede tomar la mano de
tu mujer, que a duras penas puede andar, e ir viernes tras viernes a buscar
asiento delante de la artista y probablemente a soñar y evocar con las mismas
canciones. Ese es Don Lázaro al que la artista conoce ya por su nombre y al que
la edad todavía le permite deshacer cortinas de agua en sus ojos cuando habla
de "La vie en rose". Y me dice antes de empezar que me gustará y se lo recuerdo al final. La experiencia es un grado.Y la culpable de ésto es una artista, es Olga María Ramos, con la que también aprendí que se
puede contener el aliento durante unos minutos y escuchar y sentir al mismo
tiempo, que la canción es algo más que voz, que es interpretación también, y que
si alguna vez escuche el cuplé “Nena” quedó en el olvido, y quedó superado por lo
que me llegó esta noche, y quiera el avance del tiempo que la química de mi
cerebro no lo olvide, y es que disfrutar es también acurrucarse casi y sentir la congoja ahi, expectante, y eso debe de ser la vida, seguir aprendiendo, en la
penumbra de una sala, en un ambiente que mezcla humor, picardía, sentimiento y
amor, en ocho filas escasas, de teatro de barrio, pequeño pero colosal,
evocador de tanto con tan poco, una voz, un piano, Olga y Pablo, y el alma
volcada sobre el escenario.
Olga María Ramos. Teatro Prosperidad de Madrid.
sábado, 8 de septiembre de 2012
es lo mismo
Llueve sobre Alcobendas, la última vez que vi llover fue en
Berlín, ha pasado tiempo, más de un mes, llueve igual, sobre seco y después
sobre mojado, llueve para abajo, la tierra huele igual, todo es igual, cambia
la expresión de la sorpresa, que no el pensamiento, cambia el idioma, pero el
rayo ilumina igual y los truenos hablan el mismo lenguaje. La vida sin agua no
tiene sentido ni realidad. A unos les gusta fumar, a mi me gusta ver llover, mientras
las nubes vienen y van, mientras todo se inunda de frescor, mientras la vida se
para por unos momentos, las calles se paran, los transeúntes se refugian,
esperando, mirando al cielo, de las pocas veces que se mira hacia arriba, y que
se puede mirar, sin la luz cegadora del sol, que fuerza a la gente a esconder
sus ojos tras gafas oscuras de sol, quizás para esconder su desesperanza o su
hastío o vaya a saber usted qué. Llueve y manda el agua, flotan las hojas, y el
hombre espera, uno de los pocos momentos donde el humano todavía no tiene la
última palabra.
23-f
Leo con verdadera avidez el libro. Lo primero que me viene a
la mente es donde estaba yo aquel día, 23 de febrero, lunes, y estaba en
Bilbao, estudiando en mi habitación del colegio mayor y ya era de noche y algún
compañero vino a dar la noticia y enseguida la incertidumbre, que no miedo, sí
lo era para algunos que esa noche abandonaron el colegio para huir a Francia,
temiendo por su vida y la de los suyos. Y entre radio y teléfono pasamos la
noche, esperando. Y cuando leo a Javier Cercas le doy la razón, no eran los
tiempos aquellos tiempos de salir a la calle a luchar por la democracia, nadie
se movió, pocos gestos, sólo cuando ya el golpe parecía fracasado se alzaron
las voces. Sería el miedo, sería la desesperanza, sería que el rival parecía
poderoso. (Sólo unos días antes Bilbao se movilizó contra el secuestro y
posterior asesinato del ingeniero Ryan por parte de ETA). Sí, me reafirmo, el
rival era de categoría y siempre se dijo que el miedo es libre. Todos en casa
esperando y salió bien, menos mal. Y el libro refleja la soledad del gran
protagonista, Adolfo Suarez, aquel cuyo gesto ante los golpistas marca el
libro. Sólo secundado por Gutiérrez Mellado y por Carrillo, esas imágenes dan
para muchas interpretaciones, pero una es clara, se jugaron el tipo por la
democracia. Y el libro sorprende por su amenidad y me sirve de repaso a la
historia, y descubro muchas cosas que desconocía, como la ingratitud para con
Suarez, cuyo reconocimiento llegó tarde, “falso y forzado”, cuando ya parecía
que su enfermedad lo había apartado del mundo. Y para finalizar, el epílogo, y
dentro de él su última sección, es antológico y no cierro el libro sin sentir
un escalofrío y algo más.
Anatomía de un instante. Javier Cercas (2009)
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