viernes, 13 de junio de 2025

estupidez

La estupidez se manifiesta en la reiteración de los aficionados que silban a Cucurella durante dos partidos, cada vez que toca el balón, por una decisión arbitral que él no tomó, principalmente porque no es árbitro.
La estupidez se manifiesta en aquellos que de espaldas al campo, megáfono en mano, arengan a los seguidores, normalmente no llevan camiseta y marcan los gritos, consignas, el paso en la batalla. Hasta deben pensar que su sacrificio merece la pena. 
Por último la estupidez se manifiesta también en la reiterada costumbre de gastar millones en fichajes durante el verano para remediar la mala temporada anterior, dinero que parece sobrar; dice el sentir popular que con buena picha bien se jode.  

monjas

Entrevistas a veinte monjas. Testimonios abrumadores en algunos casos. Se habla de los deseos normales de la gente, los que ellas han alcanzado de otra forma, viviendo en esa plenitud que parece escaparse de las páginas, en el silencio que permite escucharse a sí misma, dedicadas al otro, sin necesitar nada, en algunos casos viviendo en total abandono, en la calle, compartiendo, en otros, dedicadas a acompañar vía la música o la educación, viviendo a fondo hasta el final. Sólo importa la persona que está enfrente. Los hechos hablan. 

Monjas. Laia de Ahumada. 2008

verde

Estamos en Doneztebe/Santesteban, pedaleo después de cuatro años, un reto, no se olvida el gesto, el movimiento o el equilibrio y en dos minutos me siento como antaño, nos enfrentamos a la vía verde del Bidasoa, por donde transitaba el tren txikito, no quedan estaciones o apeaderos, quedan túneles oscuros donde se ve el final antes o después, con sensores poco eficaces que nos obligan a tomar el móvil. Quedan pájaros, aves, animales que no vemos e infinidad de charcos y barro, y por encima de todo queda el agua del Bidasoa o de sus afluentes y las cascadas que alimentan todo. El verdor es inimaginable, los helechos y el musgo forman belenes sin figuras y a veces el río baja un par de metros y el movimiento silencia todo lo demás. El río es frontera natural, aquí hubo guerras, civiles e internacionales, habrá muertos por doquier, huesos enterrados que no vemos, silencios que nunca son tales. En el puente de San Miguel de Bera vemos un ejemplo, una placa recuerda la batalla donde el capitán inglés Daniel Cadoux intentó cortar la huída de las tropas francesas que buscaban su país, el río profundo en ese tiempo impedía vadearlo,  al final la diferencia numérica hizo el resto pereciendo el mando y parte de su tropa. Era el uno de Septiembre de 1813.
El camino sigue y aquel pueblo de colores rojos es Francia, separados por el río, otras fronteras invisibles separan Guipúzcoa de Navarra, se acerca el mar, lo veremos, se abre y se ensancha el horizonte, pueblos que se mezclan, el camino se empieza a resquebrajar, algunas obras, algún corte, preguntar para saber, una de ellas me dice algo, no la entiendo, están alegres y parecen trabajar en el Camino Rojo, uno de esos locales que se iluminan en rojo y donde el cartel dice que atienden 24 horas, son sudamericanas y jóvenes, están al lado de la isla de los faisanes, esa que administran Francia y España a medias. Ya huele a mar y ya es hora de recuperar fuerzas, Hondarribia ofrece excelentes alternativas, en la Hermandad de los pescadores la sopa de pescado puede ser la mejor del mundo y el rape no le va a la zaga. Y sobran las palabras para el taco del bacalao del Itsaspe, difícilmente superable.
¿Qué más?, cuestas, casas con balcones de colores, paseos, encuentros inesperados, iglesias tranquilas, una excursión a Larrún, mole de 900 metros, a un lado Navarra, al otro Francia. Subimos en tren cremallera con muchos jubilados franceses, sin ventanillas, cuestas imposibles, pastos para caballos, ovejas y vacas, el paisaje promete, poco a poco la niebla nos envuelve, se la ve atravesar el vagón, arriba hace frío y lo más parecido a la nada nos envuelve, los cuatro puntos cardinales nos prometían un paisaje que no vemos, todo blanco, color de niebla, impenetrable, tiempo de estar a cubierto, calentarse, tomar algo, volverá la luz en el descenso, el valle nos recibe, y antes de volver un paseo por Ghetary, homónimos del pueblo vasco cercano, en la costa, con ese mar tranquilo que se presenta hoy envuelto en una luz de fantasía.

horda

Un protagonista soñador, con educación que una benefactora pagó, se ve de repente con dinero, un golpe de fortuna que es tan real como efímero; vive en el Madrid que se rodea de la miseria de los que se dedican a vivir de los deshechos de los otros, traperos que acuden en hordas a rebuscar o a vender cuatro verduras tras atravesar el fielato. Aparece el amor para Isidro Maltrana, serán tiempos dichosos con la Feli. Luego todo cambia. Retrato crudo e imponente de aquellos tiempos lejanos, todo un descubrimiento.

La horda. Vicente Blasco Ibáñez. 1905

lunes, 2 de junio de 2025

distancia

Aparco a cubierto, las zonas, verdes o azules, están llenas, es lunes, es Madrid. Dejo libros en una biblioteca popular del Retiro, o construcción de ladrillo de tres baldas donde algunos tratados de pediatría y tomos de antaño no encuentran dueño. Ahí lleva desde la década de los veinte del siglo pasado. Enfrente una señora está sentada con un carro de la compra. Mientras espero a que abra la Feria del libro doy la vuelta al lago, alguien rema, el sol está tapado y se agradece. Muchas señoras mayores y algún señor aislado hacen gimnasia a la sombra del arbolado. Tres monitores dan consignas, hay música. Me sorprende la distancia que guardan entre ellas, cuestión de  pudor o timidez, algunas se alejan más, me cuesta ver a dos personas que guarden solo ese mínimo que denota que van juntas o se conocen del día anterior. Y yo pensando que muchos prejuicios desaparecen con la edad.
Luego veo y compro, a tiro fijo, caseta aquí, caseta allá, y oigo conversaciones, el que dice que la IA le otorgó a su relato o libro una calificación de infinito sobre diez y quiere que alguien humano lo lea, una IA un poco cabrona, o el que sueña con tener una pared llena de libros, yo la tengo y no se lo digo. Escucho a Loquillo, entrevistado por RNE, suena Nino Bravo y Libre, banda sonora de su vida y de muchas vidas. Su tupé no es el de antes, el mío tampoco. Hay niños que atienden a una representación, detrás del biombo el actor se cambia de atuendo, y un Quijote que parece una marioneta gigante espera su turno apoyado en un baúl, no habla. Unos turistas americanos me preguntan, yo respondo, su viaje de siete días les lleva a Madrid, Sevilla y Barcelona, mucho en poco tiempo.  Luego vuelvo a ver los anaqueles y veo que la señora con tirita en la nariz saca libros de su carro de la compra y los coloca, y vuelve a sentarse. Me la imagino disfrutando al ver a los futuros lectores rebuscar entre los ejemplares. Al menos distingo que uno de los míos no desapareció, al menos distingo que aquellos voluminosos tomos volaron, y mirando al carro pienso que no tiene fondo y que es de allí de donde suben los libros y los sueños.

arena

Novela que podría convertirse en una de esas telenovelas de las tardes, llena de amores, odios y personajes que chocan en la familia o fuera de ella. Malvados algunos, bondadosos otros, con múltiples escenarios. Ambientada a finales del XIX y principios del XX en Toledo, Madrid, Valencia y el duranguesado, hay búsquedas y esperas. Entretenida.

Finalista del Planeta 2011.

Tiempo de arena. Inma Chacón. 2011