Tengo un bolígrafo que parece no gastarse nunca, la transparencia no deja ver el azul y allá en la punta parece generarse la tinta cada día. Y con él escribo de conversaciones donde escucho la incoherencia involuntaria, no querida, y apunto notas que ella tarareó, también las que llegan de noche en melodías que siempre estuvieron ahí, acompañando mi vida. Y si me acuerdo, imposible no hacerlo, escribiré de un banco en una plaza, de un paraguas que se abre y de los recuerdos que habitan todavía, la lluvia en goterones no es problema. También el azul me dice que hay conversaciones que perdieron sincronía, que no saben lo mismo, igual que yo no sabré donde estoy al despertar sobresaltado para gritar su nombre. Ni siquiera se blanquea el azul al juntar letras que describan los rayos, truenos, aguas en cortinas y granizo que golpea el coche, todo para cegar la tarde y hacer que durante unos segundos todos los ojos sean pocos ante la blanca nada. Sin llegar a la congoja apareció el miedo, luego el cielo. Y si lo miro me veo envuelto en un no sé qué, que camina conmigo y mi tinta azul.
jueves, 26 de junio de 2025
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