Aparco a cubierto, las zonas, verdes o azules, están llenas, es lunes, es Madrid. Dejo libros en una biblioteca popular del Retiro, o construcción de ladrillo de tres baldas donde algunos tratados de pediatría y tomos de antaño no encuentran dueño. Ahí lleva desde la década de los veinte del siglo pasado. Enfrente una señora está sentada con un carro de la compra. Mientras espero a que abra la Feria del libro doy la vuelta al lago, alguien rema, el sol está tapado y se agradece. Muchas señoras mayores y algún señor aislado hacen gimnasia a la sombra del arbolado. Tres monitores dan consignas, hay música. Me sorprende la distancia que guardan entre ellas, cuestión de pudor o timidez, algunas se alejan más, me cuesta ver a dos personas que guarden solo ese mínimo que denota que van juntas o se conocen del día anterior. Y yo pensando que muchos prejuicios desaparecen con la edad.
Luego veo y compro, a tiro fijo, caseta aquí, caseta allá, y oigo conversaciones, el que dice que la IA le otorgó a su relato o libro una calificación de infinito sobre diez y quiere que alguien humano lo lea, una IA un poco cabrona, o el que sueña con tener una pared llena de libros, yo la tengo y no se lo digo. Escucho a Loquillo, entrevistado por RNE, suena Nino Bravo y Libre, banda sonora de su vida y de muchas vidas. Su tupé no es el de antes, el mío tampoco. Hay niños que atienden a una representación, detrás del biombo el actor se cambia de atuendo, y un Quijote que parece una marioneta gigante espera su turno apoyado en un baúl, no habla. Unos turistas americanos me preguntan, yo respondo, su viaje de siete días les lleva a Madrid, Sevilla y Barcelona, mucho en poco tiempo. Luego vuelvo a ver los anaqueles y veo que la señora con tirita en la nariz saca libros de su carro de la compra y los coloca, y vuelve a sentarse. Me la imagino disfrutando al ver a los futuros lectores rebuscar entre los ejemplares. Al menos distingo que uno de los míos no desapareció, al menos distingo que aquellos voluminosos tomos volaron, y mirando al carro pienso que no tiene fondo y que es de allí de donde suben los libros y los sueños.
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