No sabéis donde se pierden mis pasos, ni
las causas de mis desvelos. Como siempre, apenas nos conocemos. Desconocidos
mutuos, perdidos entre los ensordecedores aplausos o debajo del atronador
silencio. Quisiera escribir en oblicuo, no traería nada nuevo. No me bastaría
para expresar la rabia. Hoy los aplausos los pintan de amarillo, los corazones
de colores, la primavera espera ahí afuera, y mientras, me da por pensar que somos como
esas libélulas efímeras, su apellido lo dice todo. Algún día habrá que guardar
un minuto de silencio, por ellos, por los que engrosan el triste balance. Y después,
sí, después estallar en un reconocimiento que los remueva de la tierra.
sábado, 28 de marzo de 2020
domingo, 22 de marzo de 2020
bolívar
Historia, conquistas, batallas. Sangre, mucha. No tenía en la cabeza lo
sangriento de la guerra por la Independencia de los países sudamericanos contra
la madre patria, España. Quizás nuestros profesores nos hablaron demasiado de nuestra guerra de la Independencia, poblada de héroes. Y olvidaron la otra, paralela.
Bolívar, de familia adinerada, malcriado, temprano huérfano, estudios
militares, estancias en Francia, España, conquistador de corazones, antes que
de tierras. Su fama de galán le acompañó siempre. Se casa en Madrid en 1802
(con 19 años). Enviuda en meses. Hacendado en su tierra natal, Venezuela,
vuelve a Paris, vida disoluta, también en Italia, admirador de Napoleón. A partir
de julio de 1805 es Teniente de Justicia Mayor. Ya en una tierra que en Abril
de 1810 proclama el primer gobierno local ante el desgobierno de España. En Marzo
de 1811 se instaura el primer congreso nacional venezolano. En julio se declara
la independencia. Y empieza la guerra de patriotas contra realistas. En la
Colombia y Venezuela de más tarde, unidas entonces. El protagonista que lidera
y manda batallones, tropas, empieza a tomar poder. Guerra feroz, sin
prisioneros. Devastadora. Matanzas mutuas. En 1815 llega Morillo desde España. Terminarán
conociéndose. Morillo parece inclinar la balanza para los realistas pero la
situación en la península lo cambia todo. El pronunciamiento de Riego, en 1820,
evita el envío de una gran fuerza realista (agentes argentinos corrompen
oficiales en la madre patria, agitan el descontento…) El nuevo gobierno ordena
a Morillo que negocie un armisticio, noviembre de 1820. Los dos líderes hablan
y negocian. Un mes más tarde Morillo renuncia y vuelve a su país. Dura escasos
meses la paz. Hostilidades. En junio de 1821 Bolívar entra en Caracas. Luego marchará
a Quito, luego a Perú. A finales de 1824, Inglaterra reconoce a la nueva
Colombia. Todo parece acabar. Demasiados años de sangre. Constituciones que se
exportan a Perú y Bolivia, Bolívar investido, presidente aquí, dictador allí,
su idea de crear una confederación topa con la realidad. Cada uno quiere su
espacio, golpes militares, rebeliones. Segregación de Venezuela. Al final fue
el libertador, su gran logro la independencia de esos países. Enfermo, muere
joven, diciembre de 1830. Meses antes sintetizó por carta su desilusión…
América es ingobernable para nosotros…. La única cosa que se puede hacer
aquí es emigrar.
Bolívar. Ricardo Herren.
coca cola
Un libro que acumula años de estantería. Del siglo pasado. Y que vale para
leer a salto de mata, en ratos de guardias. Historia de una bebida, de un país,
de una empresa, de las relaciones de ese país con el mundo. Todo en uno. Desde 1886,
cuando John Pemberton, Doctor, inventara un tónico contra los nervios, un
remedio carbonatado y gaseoso, compuesto a base de hojas de coca y nueces de
cola (el aporte de cafeína) hasta aquella actualidad de finales del siglo XX. Y
no, no es una sorpresa afirmar que el producto sigue en las estanterías. Después
viene Asa Candler que compra la fórmula al que luego sería su suegro. Y funda
la compañía. En 1902 se elimina la cocaína, en el 17 se reduce la cafeína, en
1923 es Woodruff el nuevo presidente y en 1930 se produce el auge del
embotellado…hitos infinitos, guerras, también frías, revoluciones, golpes de
estado, nada puede con la botella o la lata. Imperio económico, parte de la
cultura mundial.
Dios, Patria y Coca Cola. Mark Pendergrast. 1993
sábado, 21 de marzo de 2020
two wheels
Seis rutas atravesando Francia. Un par de ciclistas,
ingleses, miran y ven. Y comen bien y también se alojan no en cualquier sitio. Sitios
desconocidos y un destino en la cartera de futuribles, Le Puy en Veley.
France on two wheels. Adam Ruek. 2012
coma
Me gusta el libro. Entretiene, engancha y fluctúa entre
posibles desenlaces. Como una comedia coral, no tan poblada de personajes, pero
los que están dan juego. Toques de humor, negro. En fin, una buena lectura.
Tres maneras de inducir un coma. Alba Carballal. 2019
lengua
Permítanme que saque la lengua, como aquel niño pequeño que hacía burla,
inocente. Dirigida a todos esos humanos llamados videntes, adivinadores,
patrañeros. Pandilla de estafadores, embaucadores, hijos de la gran puta. Ninguno
adivinó lo que se venía. Ninguno intuyó el virus. Y meto en el saco a los
sanadores o curanderos, que imponen manos o aplican mentiras sobre el cuerpo
maltrecho. Lucro ante la desesperación. Quizás sea el momento de desterrarlos,
que se traguen su engaño y que no lo vomiten más.
Gasté seis líneas, quería condensar, es imposible. Esto es rabia. No quiero
escribir un diario sobre el virus. Que sea algo más, no un monográfico, que no
deje translucir el miedo. No sé si ya ha llegado a ese extremo. ¿O es sólo
miedo cuando llega el escalofrío?
Y busco válvulas de escape, andar por la casa, teléfono en mano. Pedalear en
pantalla fija.
Y me cubro la cabeza para dormir. Estoy protegido. Nadie me verá si vienen
a buscarme. Encerrado, oscuro todo. Hay oxígeno de sobra. Siempre.
Y el niño se duerme, pensando en lo que pintará mañana.
Siete colores pinto y no son el arco iris.
domingo, 15 de marzo de 2020
sesión
La sesión continua tenía fin. Todo porque
cerraban el cine en algún momento. No sé cuantas veces echaban la misma
película, normalmente de dos en dos. Y daba igual verla empezada. Esperaríamos luego
al comienzo para unir los trozos de una trama que a lo mejor estaba descabalada
todavía en nuestras cabezas. Donde están esas películas ahora, en qué parte de
la memoria de cada uno. Que rastro queda de los hilos argumentales que se
perdieron o se alumbraron. Que queda del polvo de los caminos, de las diligencias,
de los federales y confederados, de los indios malos y de los buenos. De los
ataques a un fuerte, se hacía la noche y el terror llegaba en forma de
aullidos. Qué hay del sheriff que va a llegar tarde o temprano para poner orden,
pegar tiros y besar a su amor. Los “hermanos Sister” tiene algo o mucho de todo
eso. De Western, de película de vaqueros. Oscura, intimista, real, con un final
precioso. Vuelvo al cine por un momento, con la luz de mi salón, vuelvo a abrir
los ojos, ávidos, bien abiertos. Y sigo, porque la oscuridad confinada de estos
días deja tiempo para todo y más. Para ver “Ha nacido una estrella”, para
disfrutar con la música, para emocionarse con el buen hacer de actores cantantes,
con letras sensibles. Para ver “Yesterday”, donde los Beatles no pasan nunca de
moda, con un argumento original, atractivo. Que no pare la sesión, que no se
baje el telón.
liverpool
El último partido de fútbol que vi por
televisión, el Liverpool-Atlético de Madrid, con público todavía, fue uno de
los mejores partidos que recuerdo. La memoria se cansa de guardar y de recordar
pero éste se puede quedar a buen recaudo, al menos me gustaría. Ver atacar al
Liverpool es lo más parecido a un orgasmo deportivo, sin miramientos, algunos
dirán que sin cabeza, encontrar al guardameta rival una y otra vez, convertirlo en
héroe. Esas formas son lo más parecido a un partido de nuestra infancia. De esos
donde la única táctica era llegar a la meta rival, lo antes posible, y con el
único objetivo de meter gol, y luego chillar, abrazarse, todo sin público. Nosotros
éramos los jugadores y el público, todo junto. No necesitábamos miles de
espectadores entonando el you’ll never walk alone para motivarnos. Necesitábamos
espacio, porterías y balón. Y una fuente para refrescarnos. Y los jerseys valen
de poste, falta el larguero que va en función de la altura del niño portero que
toque. Y si la pelota no se pincha o no se va a la calle y muere atropellada
por un coche, o no se cuela allá donde no llegamos, seguiremos jugando hasta
que haya luz o hasta que nos echen. Prórrogas infinitas, descuentos que no
decide nadie salvo nosotros. Y a pesar de eso, los rojos perdieron porque no
olvidemos, que siempre hay un rival, que esto es un juego, y que por encima de
todo, exponer más no es sinónimo de éxito aunque sí de admiración.
hornacina
Hace poco vi unas hornacinas, en los
restos de un enclave romano. No sé que albergaban. Estaban vacías. Todo lo que
contuvieran se lo llevo el tiempo. Todos los que allí habitaron ahora duermen
en un espacio indefinido. Nos hemos olvidado de los dioses estos días. Hasta se
suspenden las celebraciones religiosas, hasta la Semana Santa, sagrada, se
esfuma. Antes hubiéramos sacado los santos por las calles para que se llevaran los virus. De hecho ahí radica su origen. Ahora cada uno en la intimidad de su
hogar, que decida, si invocar o no, si pedir o no. ¿Y no se le ha ocurrido
nunca pensar cuando ve al dragón aplastado por la espada de San Jorge que por
qué no hay un animal selectivo que se lleve a los hijos de puta de este planeta?
Y es que el virus no sabe, no distingue fronteras, como para elegir entre
conciencias y clasificar maldades. Son pensamientos de Marzo, de cuando fue el
día de la mujer, de cuando se cometió una de las mayores irresponsabilidades de
los últimos tiempos, que es permitir decenas de manifestaciones cuando esos
microbios estaban pululando. De cuando se nos olvidó todo, porque si algo nos
sucede es que también nosotros somos selectivos, para lo que queremos, para lo
que afirma nuestras convicciones. Humanos, sensibles, apasionados, portadores
de razones, unas buenas, otras absurdas y a veces hasta peligrosas. Mea culpa,
entonarlo cada uno, vuelvo a las conciencias, sí, eso que bulle en cabecitas
recostadas sobre una almohada de color azul. Pero bueno, el tiempo siempre
habla, y habló para construir ahora barreras, piedras sobre piedras,
superpuestas, para que no pasemos. Y arriba el sol, amarillo, naranja. Y no es
un globo que se le escapó a un niño. No, pintar color, pintad color, en la
oscuridad de estos días.
decisiones
Nos pasamos la vida hablando, haciendo
planes. Pensamos que lo somos, inmortales, sabiendo que no. Qué te llevarías a
la isla desierta que nunca visitarás. Qué harías si supieras que te quedan ese
par de días o de semanas. El momento de la parca, indefinido, siempre. Dicen que
un síntoma de que ya no queremos seguir es dejar de comer. Por eso, antes de
que eso pase, hay que tomar decisiones, como desayunar picatostes con chocolate
un domingo de confinamiento, o viceversa. No sé que me gusta más. No es la
mezcla, es cada cosa por separado. Y también, seguro, hay un recuerdo,
ancestral, de hace décadas, de cuando era una sorpresa, de verano o de
invierno, que todo vale. Que oigo voces, que hasta puedo oler, o escucho
chisporrotear algo. Que te pongas las zapatillas. Que no se puede ir descalzo. Que
la corteza de limón anuncia cuando está listo el aceite. Que éste no se queme,
que el pan tampoco. De cuando no había que mirar los hidratos ni las grasas,
sin necesidad de saber qué era una caloría, infantil la ignorancia, que comer
era comer. Y todos alrededor, cada uno disfrutando a su manera, de lo suyo, o
con los suyos. De cuando, reconozcámoslo, éramos felices.
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