miércoles, 5 de noviembre de 2025

prisa

Existe un lugar donde las prisas se acabaron, lleno de personas que tienen algo que enseñar. Y yo quiero aprender, y ese no correr me traslada a otro espacio, al vagón donde me desplazo con ciudadanos inmóviles, miramos sin palabras y compartimos silencios, hay próximas paradas, hay jovenes, muchos, hay lectores de papel, qué alegría. Es el tren y el viaje, no existe tren sin destino pero puede haber viaje sin ello. Por eso salgo a las calles sin rumbo definido, tomo la de Alcalá donde los coches oficiales, la policía y la vigilancia hacen prever que alguien importante se aloja en un hotel de lujo, todos son parte del séquito del sultán de Omán que visita nuestro país. Mi mente sigue espesa, sin prisas, a merced de los vientos que soplan. Después de visitar los evacuatorios públicos de Cibeles entro al Retiro y busco los tímidos rayos de sol. Dos trompetistas en puntos diferentes tocan la misma melodía, es bella ciao, espero que lleguen sus notas a los oídos de runners, ciclistas y paseantes. En Nuestra Señora de Covadonga hay paz y gloria, además de susurros de confesión. Veo a los que piden sin hablar, los hay que hablan y alguien responde que es jubilado y no cobra, los hay que parecen mimetizados con el banco que ocupan y con sus pertenencias. Todo es parte de la ciudad de hoy y de la de mañana. Llego al final de la misa de once en otra iglesia, a tiempo de dar la paz y de ver la devoción, es la Concepción, donde hay una preciosa talla de la virgen. Llegué al cuatrocientos y pico de la calle, es hora de desandar el camino. Escucho Strangers in the night, mas trompetas, las bravas de Docamar siguen siendo un manjar, la temperatura sube y Alcalá se llena de gente que compra y come, jovenes en descanso de clase, niños que buscan palomas y soledades sentadas, me sorprende la cantidad de negocios que ofrecen compra y venta de oro. Pasan las Ventas, pasa Goya, los pies cansados, y allí donde siempre suelen estar aparece el cuarteto que está con el Canon, no me rescata ni me llegan los escalofríos. Las multitudes abordamos el interior de la tierra y luego el tren, allá donde la prisa vuelve a no estar presente.