domingo, 8 de septiembre de 2019

frankfurt


















Sábado de cielos azules. Bullicio tempranero en Frankfurt. Se come, se bebe y se compran cosas. Mercado de carnes y demás. Puestos con vinos y viandas. Y sol y calor que crece. El centro no es muy extenso. Se recorre bien. Hay zona financiera, skyline, y zona antigua. Edificios reconstruidos tras los bombardeos aliados. La zona alrededor del Romer (ayuntamiento) destila luz y animación en la mañana de fiesta.
Arquitectura peculiar, simetrías de colores, banderas y turistas. Boda civil. Terrazas que parecen no descansar nunca. Espacio para fotos, agradable paseo. El río, atravesado por puentes. Uno de ellos se llena de candados, gestos de amor.
En la Catedral de San Bartolomé hay visitas continuas y un par de grupos escultóricos preciosos. La Crucifixión de Hans Backoffen (1509) con sus siete figuras en piedra y el altar de la dormición de la Virgen con los apóstoles rodeándola (1434).
La uva se llama Riesling y su jugo blanco convertido en vino está delicioso. En la calle quizás sabe mejor, con temperatura ideal, a la sombra, acompañado por ensaladas de patata y pepino o salchichas. La banda pone la música, la calle, llena de locales y terrazas, hierve de gente.
Y por la tarde el sol aturde un poco. Buscamos la sombra, hay mercados de vino con bodegas que ofrecen su producto. Vagones que se quedaron parados a orillas del río. Las vías ya no se usan. Hoy se camina, se anda en bici y se reposa la comida en lenguas extrañas bajo enredaderas que ocultan el sol. Huertos urbanos, espacio en reconversión. Paseamos, cenamos y la vida sigue en la calle, en centros de ocio, alternativos, donde acaba la película, en sala en el jardín, donde los espectadores se mueven y donde empieza un concierto de música atronadora. La vida la determinan los grados Celsius, y más vino por favor.

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