domingo, 8 de septiembre de 2019

viaje a Alemania


Viernes, último de Agosto, aeropuerto despoblado el de Vitoria, puntual la afluencia, para ese vuelo, para el otro, espaciados. Mostradores cerrados y mapa de calor concentrado en una sala de espera. Arribará el vuelo y entonces será nuestro. Esperamos, control exhaustivo, pasamos todos esos trámites que no gustan. Sol, calima y montes que bordean la llanada. Torre de control, símbolo que un día pareció iba a comerse el mundo. Infrautilizado, instalación huérfana de alas y de pilotos.
Y llegó, y casi podemos tocarlo, lo vemos, a escasos metros, tras cristales, y lo oímos. Tubo con alas. Escaleras para subir, a la antigua usanza, no suenan violines, no hay besos. Éramos tres y volamos dos, los planes a veces no se cumplen. Todo es distinto en un aeropuerto como este. Los tiempos se comprimen y no hay cola para tomar pista. Solos, nosotros, se despega y punto. Debajo de estas pistas había río con cangrejos y tardes de bicicleta y juegos. Estarrona y su cima de primera categoría, en lo alto. ¿De qué hablábamos entonces?
No puedo dibujar personajes en relación a la línea del horizonte desde aquí arriba. Sería irreal, serían ángeles.
Ventanillas y azules, todo manchado por blancas nubes. Lejanas. Pierdo las referencias mientras la gente come y bebe.
Se me olvidó decir que estreno cuaderno. Ella lo forró de flores y lunares. Las flores son rosas y amarillas, todas de tallo verde. Los lunares son negros, grandes y pequeños. Ella está en todo. Ahora no, porque duerme o dormita. Se cambió a la ventanilla para ver la tierra pasar. Dice que no hay que preocuparse, solo ocuparse. Quizás tenga razón. Quizás no sea bueno pensar dentro de un Boeing 737.
Niños que andan por el pasillo, sus primeros pasos en las alturas. En las películas solían decir “abróchense los cinturones”. Aquí lo dicen en inglés. Nubes que motean el suelo. Turbulencias, movimientos, bajamos. ¿Hay algo más seguro que la tierra?
Alquilar un coche y atravesar bosques, de Colonia a Frankfurt. Coches, camiones, y tres carriles. Velocidad. Nos encontramos en Offenbach. Ahí está el Main, o el Meno. Río caudaloso. La noche que el cambio climático alteró. Los jóvenes quieren pasarla en la orilla y nosotros compartimos esa noche desde el balcón. El vino está rico. Y así, de camino al hotel, vemos que muchos no duermen aún.

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