Sábado, último día, volvemos a las calles para ver
palacios y la fuente de Berberini y sus abejas. Para ver cómo se fotografía el éxtasis
de Santa Teresa en Santa María de la Victoria y para ver cómo la gente joven
reza por doquier. No buscamos ningún record pero hemos visitado 45 iglesias. No
está mal. Una de las últimas es Santa María de los Ángeles y los Mártires,
diseño de Miguel Ángel, enorme, impactante, al lado de las termas de
Diocleciano que no vemos. Los pasos se acortan. Nos alejamos un poco y
encontramos palmeras en la Plaza de Víctor Manuel y un parque donde se juega al
fútbol casi como antes, con porterías coloreadas, y en campo improvisado que
engulle farolas y árbol. Toman cuidado los niños para evitarlos y para meter
goles. Algunos padres animan. Todavía repetimos en Santa María la Mayor. Y
también repetimos en la birrería Marconi para comer. Alguna compra, queso y
poco más. Tiempo de volver. Dice un niño argentino en el autobús ante la
afirmación paterna de que vuelven a la vida normal…”la peor vida del mundo”. Y es
que el niño volverá al cole pero no se olviden de que los pequeños no suelen
mentir. Desde la ventanilla vamos viendo ruinas y acueductos, cosas que no
vimos a pie, también vemos suciedad en las afueras, escasez de servicios
públicos. Más abandono a medida que nos alejamos, la chatarra tirada, las
casetas de hojalata. Las ovejas pastan y ella duerme, agotada. El Tiber riega
el mar, ya volando, contraste de colores en un mar que dibuja líneas. Nubes aisladas
sobre el Mediterráneo. Alguna luz, es de noche, será un barco, sin saber adónde
irá, nunca lo sabremos los que aquí habitamos este aparato de vuelo. Y para
terminar empezaré por enumerar lo no visto y es tanto que no sabría por dónde
empezar, es por eso que habrá que volver, las calles no cambiarán, no mudarán
de nombre, no sé si taparán huecos o reemplazarán baldosas que mojan o juegan
al engaño. Dudo que los romanos, que no llevan casco ni falda corta, ni espada
en mano, ni escudo en la otra, respeten entonces los pasos de cebra. Quizás vaya
en sus genes, en su vago recuerdo de un imperio caído, en ese pasar del
infinito a lo normal, quizás haya un
ramalazo de barbarie, que no se va, en esa forma de conducir, reminiscencia de
la conquista o de la prisa por conquistar el mundo; llegarán los bárbaros y
todo cambiará. La caída del imperio, le llaman. No eché moneda a la fontana
pero espero volver. Hay tanto que ver, hay tanto que admirar, hay tanto que pasear,
sea a pie o andando, pisando charcos o esquivándolos, sea bajo tierra o sobre
ruedas, y siempre buscando su mano, y encontrándola.
viernes, 30 de marzo de 2018
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Se fueron las lluvias un jueves. Echamos a andar en
busca de Santa Práxedes. Nos habían dicho unos amigos que era preciosa. Y tenían
razón. Pequeña y repleta de arte bizantino con la joya de una pequeña capilla,
dedicada a San Zenón, donde la luz se enciende con monedas. También reliquia de
la columna de la flagelación de Cristo. Caminamos hasta el coliseo, despacio. Hemos
quedado para hacer una nueva visita guiada. Damos la vuelta al ruedo por el
exterior para admirar la altura y para fotografiar los espacios. Buscamos el
sol que calienta. Los alrededores del anfiteatro Flavio empiezan a llenarse de
personas y grupos, muchos escolares. El nuestro arranca puntual, se llama
Rosana la guía, es italiana, y la visita, de tres horas, será recordada. La visita
arranca en el foro, con lección de historia. El foro como lugar de encuentro para
el comercio, para el intercambio. Valle de agua entre colinas pobladas. Todo eso
evolucionará pero nunca perderá el carácter público. Quedan restos, columnas,
piedras, calzadas que pisaron muchos. Y sobre todo historias que Rosana va
desgranando con calma. Subimos a los palacios del Palatino, más historias,
restos de circo a lo lejos, el Massimo, que albergaba a 250.000 personas, y
vistas del foro. Y queda el coliseo, un espectáculo, aquí llegan las historias
de gladiadores, emperadores, cónsules, el senado, las luchas, las conquistas y
las guerras civiles. Fotos y más fotos, dando la vuelta e imaginando. Hambre, y
nos cuentan en un semáforo que la pasta de Angelino ha ganado premios. No lo
pensamos más, al lado del coliseo, Osteria con abundante decoración, de paredes
llenas y buena comida, aquí desde 1899. Andar después de comer, salir del
bullicio, buscando una iglesia redonda, que está en obras. Lástima. Pero hay
más, tantas que es fácil elegir la siguiente, la que esté en la calle presente,
o en la siguiente…nos topamos con San Juan y San Pablo, con lámparas colgantes
y altar de Santa Gema Galgani. Andamos la espina del circo Massimo. También hay
perros sueltos en Roma, pero menos. Verde el recorrido que se antoja largo, no
para las cuadrigas. En Santa María in Cosmedin hay cola exterior para meter la
mano en la boca de la verdad, sobre todo jóvenes, muchos asiáticos. No haremos
ninguna de las dos cosas. La iglesia no tiene tantas solicitudes, hay cripta
también. Para subir a Santa María Ara Coeli hay que subir escalones, tantos
como 122. Es grande, de techo plano, con muchas lámparas. Bajar escalones
siempre fue más fácil. Volvemos a la iglesia de Jesús, hay teatro barroco a las
cinco. Un poco de música, unas palabras, silencios y en la capilla de San
Ignacio se descubre el lienzo principal y aparece una escultura plateada del
santo, todo se ilumina. Plata y cobre relucen. También hay basílica de los doce
apóstoles y zona sagrada en el Largo Argentino. Visitamos una librería para
comprar el compendio de las obras de Miguel Ángel y vemos como las mujeres en
Roma también celebran su día, manifestación y proclamas. La magnífica columna
de Trajano se ilumina y paseamos los foros de éste, Augusto y Nerva. Miradores para
eso, para mirar y seguir imaginando. En el gran café del passegero cenamos
bien, ya cansados. Toca dormir.
domingo, 25 de marzo de 2018
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En el miércoles hay
cielo y luz de momento. Salimos a caminar, a aprovechar la ausencia de lluvia y
recorremos calles ayer oscuras, hoy llenas de contrastes. Foros que rebosan
verdor, columnas de piedras que cuentan cosas y enormes monumentos para honrar
a los grandes. Recorremos alguna iglesia antes de volver al teatro Marcello y
apreciar con más luz sus mágicas ruinas del año 11 a.C. Hay palmeras en el
patio del Palacio de Venecia, donde Mussolini tuvo despacho. Sin querer subimos
escaleras para descubrir que alberga Museo y que alguna puerta abierta nos
flanqueó el paso. Retrocedemos y seguimos buscando novedades. La iglesia del
santo nombre de Jesús es barroca y casa madre de los jesuitas. Altos techos,
frescos y decoración exuberante. La capilla de San Ignacio alberga su tumba
flanqueada por espectaculares esculturas y también hay reliquia de San
Francisco Javier. Y en otra capilla aparece uno de esos lienzos que impactan.
Es un descendimiento, el autor es bosnio, Safet Zec, y la obra, de 2014,
alberga a tres jesuitas de renombre junto a la Virgen, emocionante. Estamos de
enhorabuena porque la siguiente basílica que visitamos también provoca emoción.
Santa María sobre Minerva. Dicen que es basílica menor, considerada la única
gótica de la ciudad, es propiedad de los dominicos. Lugar de enterramiento de
varios Papas y de Fray Angélico, alberga una obra de Miguel Ángel, el Cristo
Redentor, vista y fotografiada por todos. Pero hay un par de obras que yo
destacaría más. Una Anunciación donde varias niñas, presentadas por Juan de
Torquemada, reciben una dote para fundar una cofradía. La obra es de 1485, de
Antoniazzo Romano. Y hacia 1490 Lippi pinta al fresco otra Anunciación donde
Santo Tomás de Aquino presenta al Cardenal Carafa. Ambas magníficas, ambas
imprescindibles para amantes del arte. Encontramos luego la iglesia de San
Ignacio, muy similar a la de Jesús. Mucha y desbordante decoración, con la
particularidad de ver un trampantojo o tela que se convierte en falsa bóveda.
Hay espejos para admirar las alturas sin dejarse el cuello en el intento. La
plaza de la rotonda se llena de luz, de sol y de música de contrabajo. Y de
terrazas donde se saborea un sol que quiere imponerse. El panteón de Agripa es
una estructura imponente. Iglesia también, desde donde se ve el cielo por una
gran apertura en la impresionante bóveda, y por donde debiera de ser bonito ver
llover o ver la nieve caer. Repleta de turistas y de visita gratuita, alberga
la tumba de Víctor Manuel II y del gran Rafael. Nueva portada de templo, el de
Adriano, alberga hoy la cámara de comercio. Una estudiante declama hoy sus
conocimientos para el resto del grupo. Quizás sea el primer capuccino de mi
vida, el que me tomo en Tazza d’oro, dicen que ofrecen el mejor café del mundo.
San Luis de los franceses alberga muchos visitantes, todos buscando las obras
de Caravaggio, tres en una misma capilla, todos dedicados a San Mateo,
vocación, inspiración y martirio. Bonita la iglesia. La plaza Navona está
construida sobre lo que era un circo romano. Estilizada, con infinidad de
restaurantes y terrazas, esperando clientela, muchos turistas, muchas fotos y
una bonita fuente con esculturas de Bernini. En la misma plaza la iglesia de
Santa Inés, que es circular y llena de bonitos relieves. Van a cerrar y suena
la campanilla. Es hora de comer y buscamos el Campo de Fiori, mercado, colores
y olores, huele a queso y a mucho más, y se venden muchas alcachofas,
lustrosas. Preside la estatua de Giordano Bruno, que fue quemado ahí mismo, en
1600, acusado de herejía. Paseamos por las calles adyacentes, la Via del
Capellani es estrecha y con encanto. En la iglesia de Santa María de la Encina,
en la plaza del mismo nombre, hay música hermosa y Anunciación en la Sacristía,
donde pedimos permiso para entrar y fotografiar. Comemos con vistas al mercado,
en Scampo. El cielo empieza a ennegrecerse. En San Andrés del Valle ofrece
audio guía un agradable joven, según él una de las siete basílicas más
importantes. Tiene una copia de la Piedad en bronce y es sede de la orden de
los Teatinos. Vuelve la lluvia, buen momento para busca refugio en los Museos
Capitolinos. Una verdadera joya, un par de edificios con subterráneo que los
comunica. Explosión de escultura antigua, también pinacoteca. La Venus
capitolina, la estatua ecuestre de Marco Aurelio o la loba amamantando a Rómulo
y Remo son algunas de las obras más representativas. Yo quizás me quedaría con
una Venus Esqulina o con un Hércules luchador o con el mármol violeta de
Marsyas, por no hablar del galo moribundo. Visita imprescindible en Roma. Al
lado el Vittoriano o monumento dedicado al rey, grandioso, enorme, guarda la
tumba del soldado desconocido. Subimos a alguna azotea, vistas en la noche.
Tiene ascensor de pago hasta la altura más elevada. No lo tomamos. Es hora de
visitar la Fontana de Trevi, de verla iluminada, de verla llena de gente que se
fotografía, de tirar moneda o no, de que alguien nos haga una foto sin saber
que nos quiere vender algo. Es visita obligada en la ciudad, hermosa. Buscamos
mesa bajo la lluvia. En Osteria al 16 se cena bien y en el hotel se descansa
mejor.
sábado, 24 de marzo de 2018
cobb
Por qué los demás no compartían su pasión. Era una de las preguntas que
Ty Cobb se hacía. Ejemplo de espíritu competitivo, fue considerado el mejor
jugador de béisbol de su tiempo y sólo la llegada de Babe Ruth le hizo sombra. Rivales
y luego amigos. Persona difícil, dijeron de él. Es lo que tiene querer ser el
mejor.
Ty Cobb. Charles C. Alexander. 1984
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